sábado, 25 de junio de 2022

(1758) El padre Valdivia, terco en sus errores, se fue a España, animado por el Virrey, para que Felipe III siguiera apoyándole. Al mismo tiempo, Luis Merlo de la Fuente le escribió al Rey dos cartas demoledoras contra el jesuita.

 

Desde la lejana España, el Rey Felipe III y sus asesores no acababan de ver que el sistema de servicio personal de los indios a los españoles era imprescindible para mantener la producción de los encomenderos, e incluso el padre Valdivia y sus partidarios les habían hecho creer que, eliminándolo, llegaría la pacificación definitiva de los mapuches. La consecuencia de esa creencia fue que, cuando al gobernador Lope de Ulloa, tras conocer mejor la situación de Chile, se le iban cambiando las ideas, el Rey le escribió en una dura carta: "He sido informado con fecha de 25 de julio de 1620, que, habiendo recibido orden de mi virrey del Perú para quitar el servicio personal a los indios, no lo habéis puesto hasta ahora en ejecución. Dado que esto es lo más importante para la pacificación de esas provincias de Chile, os mando que ejecutéis lo que está ordenado precisa y puntualmente".

     Al mismo tiempo, el padre Valdivia, dotado de enormes poderes por parte del Rey, hacía y deshacía de acuerdo con sus escasas luces militares: "Era tanto el empecinamiento que le impedía ver los deplorables resultados de su sistema de 'guerra defensiva', que dio orden de que  se despoblaran varios fuertes, lo cual suponía hacer retroceder la línea de frontera, acercando la guerra más al norte del territorio en que se hallaba. Estas resoluciones alentaban a los indios de guerra, al comprender que los españoles se quedaban sin medios para defender la posesión de aquellos lugares".

     Por si fuera poco, el padre Valdivia decidió ir a España para dejar bien apuntaladas ante el Rey todas sus teorías acerca del trato a los indios. Y, por lo que se ve, era un artista en vender su mercancía. Aunque la idea del viaje en aquellos momentos era descabellada, obtuvo la aprobación del gobernador de Chile y del virrey de Perú: "A fines de noviembre, el padre Valdivia se ponía en viaje para España. Llevaba consigo una carta en la que el gobernador de Chile hacía al Rey los más ardientes elogios de los grandes servicios que el padre jesuita había prestado a la supuesta pacificación de Chile, y le pedía, con todo empeño, que le diese 'para todo muy grata audiencia y el crédito que se debe a su persona'. A su paso por Perú, recibió iguales manifestaciones de aprecio del virrey Don Francisco de Borja. Este alto funcionario se hallaba entonces ocupado en dictaminar sobre la apelación que el cabildo de Santiago había entablado contra los decretos relativos a la supresión del servicio personal de los indígenas a los españoles. Queriendo solucionar definitivamente esta cuestión, y en cumplimiento del encargo especial que para ello le había dado Felipe III, el Virrey estaba trabajando una prolija ordenanza que suprimiera para siempre aquel impuesto de trabajo, lo reemplazara por una contribución en dinero en favor del encomendero o de la Corona, y reglamentase todos los derechos y garantías que se acordaban a los indios. Para llevar a cabo este trabajo, retuvo en Lima al padre Valdivia, utilizó todos los informes que este pudo suministrarle, y entre ambos redactaron un verdadero código de setenta y tres largos artículos sobre el régimen de las encomiendas en el reino de Chile. En mayo de 1620 partía del Callao el padre Valdivia llevando consigo aquella ordenanza para que recibiese la sanción real, y las más entusiastas y ardorosas recomendaciones del virrey del Perú. Todo hacía presumir a ambos que aquel viaje iba a dar por resultado la glorificación de sus nombres y de sus trabajos".

 

     (Imagen) El testarudo jesuita Luis de Valdivia partió hacia España con el fin de reforzar el apoyo de Felipe III a sus tácticas de trato a los indios. Y añade el historiador Barros: "Pero al mismo tiempo le fueron enviados al Rey informes de carácter muy diferente, y que no podían dejar de ejercer una gran influencia en su ánimo. Un antiguo magistrado, tan respetable por la rectitud y seriedad de su carácter como por sus buenos servicios, se encargó de demostrar al Rey el verdadero estado de las cosas de Chile, para neutralizar los informes de los sostenedores de la guerra defensiva. Era este el doctor LUIS MERLO DE LA FUENTE (Natural del Valdepeñas), oidor de la audiencia de Lima, antiguo gobernador de Chile (recordemos que lo fue interino en 1610, cuando murió Alonso García Ramón). En su larga carta escrita al Rey, fechada en Lima el 19 de abril de 1620, hacía una relación de lo ocurrido en los ocho años que llevaba de existencia la guerra defensiva, e insistía en probar los desastres que había producido. Le recomendaba que no creyera los informes que hiciese don Íñigo de Ayala, militar de poca importancia e instrumento dócil del padre Valdivia y, por tanto, interesado en dar una idea falsa de las cosas. Hablando del viaje del clérigo, Merlo de la Fuente, con absoluta franqueza, explicaba lo siguiente: 'El padre Valdivia va para defender su causa, y también para no sufrir el desastre que va a quedarles a todos en Chile, deseando también que se diga que, si él estuviera allí presente, no sucedería. Y para manejar mejor sus cosas, va encargado de las del virrey de Perú, el cual  ha hecho por él todo lo que pudiera hacer por su propio padre, avalando sus acciones con los escritos que os envía". El concienzudo Luis Merlo le envió un mes después  otro escrito al Rey, golpeando de nuevo sin piedad: "El padre Luis de Valdivia, no contento con los grandes daños que ha causado en Chile, casi arrasado ya con los desmanes que han ocurrido por su imposición de la guerra defensiva, pide otro segundo martirio para que se pierda todo, pretendiendo que la Real Audiencia que con tanto acierto me mandó Vuestra Majestad fundar en la ciudad de Santiago, cabeza principal de Chile, se mude a la ciudad de Concepción, argumentando que allí tuvo asiento la primera audiencia que hubo en Chile". Era, sin duda, un sinsentido efectuar ese cambio de lugar, y, de hecho, la Real Audiencia quedó fija para siempre en Santiago de Chile. No se sabe bien por qué el padre Valdivia insistía en lograr ese traslado, pero acabamos de ver que había alguien  muy interesado en que se hiciera. Recordemos que el nuevo gobernador, el prepotente Lope de Ulloa, muy amigo del jesuita, se llevaba fatal con los oidores de Santiago, y, además de otras revanchas ya aplicadas, deseaba dejarles apartados de la Real Audiencia.




No hay comentarios:

Publicar un comentario