miércoles, 1 de junio de 2022

(1738) Los gobernadores solían durar poco. Merlo de la Fuente, a pesar de haber hecho un estupendo trabajo, fue pronto sustituido por Juan Jaraquemada, el cual, también de corta gobernación, fue duro con los mapuches.

 

     (1338) El gobernador interino Luis Merlo de la Fuente se tomó muy en serio las responsabilidades de su cargo. Continuó la repoblación de la ciudad de Angol, trasladándola a otro lugar cercano más apropiado, y la rebautizó con el nombre de San Luis de Angol (sin duda por llamarse él Luis): "Habría querido continuar las operaciones militares y llegar hasta el territorio de La Imperial, e, incluso, su maestre de campo, Núñez de Pineda, obtuvo en la región de la costa una señalada victoria, tomando más de cien indios prisioneros que fueron marcados para ser vendidos como esclavos. Pero no fue posible pasar más adelante. Los capitanes españoles sabían que el gobierno interino de Merlo de la Fuente no podía durar largo tiempo, y ponían poco empeño en obedecer sus órdenes. Uno de ellos, llamado Guillén de Casanova, que mandaba en la plaza de Arauco, le impidió el paso a un mensajero del Gobernador que llevaba la orden de obligar a entrar en campaña a una división. Semejante desobediencia, que pudo dar origen a un gran desastre, quedó impune por el cambio de gobernador que se operó muy poco después".

     Ya vimos anteriormente algún aspecto negativo del carácter demasiado autoritario de Merlo de la Fuente, pero ahora Diego Barros, aprovechando este incidente,  que merecía un grave castigo a Casanova, pone de manifiesto sus buenas cualidades: "A pesar de estas contrariedades, y, aunque Merlo de la Fuente no era militar, había dirigido la guerra con vigor, y evitado las sorpresas y desastres que sufrieron otros gobernadores. Las prolijas instrucciones que dejó a su sucesor al entregarle el mando, revelan que había estudiado bien la situación militar de Chile. Las observaciones que se permitió hacerle al Rey para un cambio del sistema de conquista, mostraban un juicio recto y seguro, así como un anhelo desinteresado por el servicio público. Muchos en su tiempo pensaron que, si su gobierno se hubiera prolongado algunos años, el gobernador interino habría podido suavizar o tal vez terminar aquella fatigosa guerra. Había en esto un exceso de optimismo, pero es lo cierto que por su entereza, por su integridad y por su rectitud, Merlo de la Fuente habría podido mejorar la organización militar de los españoles y corregir numerosos abusos".

     Si echamos la vista atrás, llama la atención el gran número de gobernadores, interinos o titulares, que se fueron sucediendo en Chile desde los tiempos del gran conquistador Pedro de Valdivia, el pilar de aquella epopeya que casi se vino abajo al ser salvajemente matado por los mapuches en 1553, habiendo estado al mando desde el año 1541. Todo cambió después, comenzando un ciclo de gobiernos mucho más breves, y, sin duda, esta inestabilidad se debió a la terrible agresividad de los indígenas de aquellas tierras. Pero demos la bienvenida a otro sufrido mandatario, porque el gobierno de Luis Merlo de la Fuente no podía tener larga duración. Había quedado como gobernador interino de Chile por voluntad expresa del anterior, Alonso García Ramón, manifestada por escrito cuando vio cercana su muerte. Por mandato del Felipe III, el virrey de Perú debía decidir quién iba a ser el  gobernador titular, y, según dice el historiador Diego Barros, había descartado confirmarle como tal a Merlo de la Fuente debido a no simpatizar con su forma de ser. Dadas las circunstancias, Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros y Virrey de Perú, escogió como Gobernador de Chile a alguien de su total confianza: Juan de Jaraquemada.

 

     (Imagen) Se acabó la gobernación interina de Luis Merlo de la Fuente, y el virrey de Perú nombró como titular a JUAN JARAQUEMADA, siendo otro que también duró poco en el cargo. Diego de Barros dice de él: "Era un militar originario de las Islas Canarias, que desde muy joven había servido en el ejército español durante las guerras de Flandes. Protegido por la familia del virrey marqués de Montesclaros, había pasado con este a las Indias, mereciendo su confianza en varias misiones que le encargó en México y Perú. 'Juan Jaraquemada, decía el Virrey, es cuerdo, prudente, de autoridad y veterano, y de él vi hacer al Adelantado Mayor de Castilla, mi tío (Martín de Padilla, Conde de Santa Gadea), mucha estimación, lo que me obligó a encargarle, desde que estoy en las Indias, cosas de importancia, de lo cual me ha dado satisfacción'. Para rodearlo de buenos consejeros, el Virrey le dio al coronel Pedro Cortés el título de maestre de campo de todo el ejército de Chile, y escribió al coronel Miguel de Silva para que acompañase a Jaraquemada en los primeros trabajos de su gobierno". Añadamos algunos datos más sobre sus andanzas. JUAN JARAQUEMADA nació en 1563. Su llegada a Flandes la hizo como paje del Duque de Alba. Nombrado gobernador de Chile, hizo su entrada en Valparaíso, con 200 soldados, el 1º de enero de 1611 (y solamente ejerció hasta marzo de 1612). Lo primero que hizo fue corregir la anormalidad de que los mapuches tuvieran más caballos que los españoles, quienes, mezquinamente, habían fomentado la cría de mulas, sabiendo que el ejército no se las iba a requisar. Pronto dejó claro también que iba a ser riguroso contra los mapuches. Pasado el invierno, se dispuso a empezar los ataques. Tuvo que castigar a unos mapuches que, tras aceptar la paz, habían matado a dos españoles, y decidió ahorcar a los cabecillas de la rebelión. Hubo  otro incidente que confirma la dureza con que se trataba en aquel tiempo la práctica de la homosexualidad. Dos soldados pillados in fraganti  fueron apresados cuando trataban de huir adonde los indios, y Jaraquemada ordenó que fueran quemados en la hoguera. A pesar de que consiguió después una brillante victoria, Felipe III decidió sustituirlo por otro gobernador, Alonso de Ribera (que ya lo había sido anteriormente), con la intención (equivocada) de utilizar tácticas más humanas con los mapuches. JUAN DE JARAQUEMADA aceptó sin reticencias, pero le insistió al Rey en que la llamada 'Guerra defensiva' (tan tercamente exigida por el jesuita Luis de Valdivia) era un grave error que todos los españoles odiaban. De hecho, hasta Ribera la llegó a detestar. En la imagen vemos, en 1611, la firma de JUAN JARAQUEMADA, siendo dudosa la fecha de su fallecimiento.




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