(1361) Pronto conoció el gobernador
interino Cristóbal de la Cerda el peligro de los mapuches: "A los pocos
días de haberse hecho cargo del gobierno, llegaron a Santiago noticias muy
alarmantes desde la frontera de guerra que separaba a los españoles de los
indios rebeldes. Un cacique llamado Lientur, que había aceptado la paz de los
españoles, se fugó adonde los enemigos y preparó expediciones muy audaces contra
las fuertes defensivos. Los capitanes que en ellos mandaban, le pidieron al
Gobernador que fuese a tomar el mando de las tropas, y que llevase toda la
ayuda que pudiese. Aunque carecía de experiencia militar, el doctor Cristóbal
de la Cerda no vaciló en salir de campaña, y reunió ciento treinta hombres, con
los que se puso en marcha el 15 de enero de 1621, acompañado de algunos
militares de importancia que podían servirle de consejeros en los asuntos de
guerra".
Una prueba de la sensatez de Cristóbal de
la Cerda fue que pronto se dio cuenta de que, a pesar de lo que había ordenado
el Rey tras haberle convencido el padre Luis de Valdivia, la suave táctica de
la 'guerra defensiva' aplicada a los mapuches era un fiasco: "Muchos
indios que parecían ya pacificados se habían sublevado nuevamente. Los indios,
en número de unos 1600, se habían acercado a los cuarteles de Yumbel, y robaron
algunos caballos, sin que los españoles, escasos de tropas, se atrevieran a
perseguirlos. Estas correrías siguieron repitiéndose todo ese verano, y, así, el 25 de marzo de 1621, se apoderaron de un
fortín situado al norte del río Biobío, en el que perecieron diez soldados y
muchos indios amigos. Viendo la situación, el Gobernador consultó el parecer de
los capitanes del ejército, los cuales le dijeron que no solo se oponían a la
despoblación de otros fuertes, sino que rechazaban resueltamente el sistema de la
guerra defensiva, a la que atribuían la crítica situación de Chile. El
gobernador interino creyó deber suyo darle al Rey una firme opinión sobre los
resultados que producía la llamada guerra defensiva. 'No deja de causarme
admiración -le escribía- que, estando este reino de Chile ahora en el mayor peligro
que ha tenido de perderse desde que que se descubrió, hayan ido al Consejo de
Indias afirmaciones de que está todo en paz, y de que, salvo el caso de algunos
ladroncillos, no hay otros que nos den pesadumbres. Pero, por las informaciones
que van con esta carta, se ve claramente que, muy de ordinario, estos indios se
nos han desvergonzado, no respetando cosa alguna debido a que no reconocen el
bien y la gran merced que Vuestra Majestad les ha hecho. No hay duda de que
quienes enviaron aquellos informes tan contrarios han engañado a Vuestra
Majestad. Bien sé que será dificultoso que se me crea, ya que esas
informaciones anteriores han quedado tan autorizadas, pero yo cumplo, como
vasallo, criado y ministro de Vuestra Majestad, mi obligación de advertirlo
como lo advierto". Hay que reconocer que el gobernador interino Cristóbal de la Cerda se mostró muy honrado y valiente al tratar de
quitarle al Rey la venda que le habían puesto en los ojos para que creyera que
el sistema de la guerra defensiva era algo maravilloso. El mérito del
gobernador era doble, ya que con este paso iba a tener que enfrentarse a los
dos principales e influyentes defensores de aquella chapuza: el virrey de Perú,
Francisco de Borja, y el jesuita Luis de Valdivia.
(Imagen) Se llevaba años sin solucionar en
Chile dos graves problemas: el sistema de enfrentamiento con los mapuches y la
utilización de los nativos como criados de los españoles. El jesuita Luis de
Valdivia y el virrey Francisco de Borja le habían convencido a Felipe III para
que la guerra contra los indios fuera simplemente defensiva y suprimiera su
servicio a los españoles sustituyéndolo por un pequeño impuesto. Ambas cosas
eran irrealizables, y el poder adquirido por el padre Valdivia chocaba
frontalmente con el principio de que al César lo que es del César y a Dios lo
que es de Dios. El virrey decidió quitarle la gobernación interina a Gabriel de
la Cerda porque estaba empeñado en suprimir la guerra defensiva, y nombró a un
gobernador fijo: PEDRO OSORES DE ULLOA. Lo que no se imaginaba era que, ya
cesado como virrey y habiendo empezado Osores su trabajo de gobernador, iba a
suprimir, para alivio de los atormentados españoles, las dos cosas: la guerra
defensiva y la prohibición del servicio a los españoles (lo iremos viendo). PEDRO
OSORES nació, al parecer, en Olmedo (Ávila) el año 1540 (hay también alguna
duda acerca de esta fecha), por lo que ya contaría 81 años al asumir el cargo
de Gobernador de Chile. Consta que durante 1571 participó en la batalla de
Lepanto contra los turcos, quedando preso de los musulmanes en Argel. Después
de ser rescatado, partió hacia las Indias el año 1587, y, en 1591, ejerciendo el importante cargo de corregidor
de la población de Potosí (Bolivia), rica en minas de plata, y a pesar de ser
considerado hombre autoritario, tuvo el mérito de salvar a 400 trabajadores indios
atrapados en el interior del cerro minero. El año 1599, el virrey, Luis de
Velasco, le confió la misión de repeler el acoso costero del pirata holandés
Simón de Cordes. En 1618 el Rey le otorgó el honor de ser Caballero de la Orden
de Calatrava. Al resultar nombrado a finales de 1621 Gobernador de Chile, llegó
a su destino con trescientos soldados, reforzó la disciplina del ejército que
se ocupaba de controlar la frontera establecida frente a los mapuches, y casi
de inmediato vio con toda evidencia que era un error fatal el intento de someter
a los indios rebeldes con la ilusoria 'guerra defensiva' que pregonaba y exigía
el jesuita Luis de Valdivia. Entonces les comunicó con firmeza su criterio al
Rey y al nuevo Virrey, y, de esa manera, PEDRO OSORES DE ULLOA se convertirá en
el gobernador que puso fin a esa nefasta política de la 'guerra defensiva', e,
incluso, logró suspender la prohibición del servicio de los indios a los
españoles. Murió en Concepción, siendo todavía Gobernador de Chile, el 18 de
septiembre de 1624. En la imagen vemos que hubo dudas sobre su nombramiento de
gobernador debido a su mucha edad y poca salud.
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