martes, 21 de junio de 2022

(1755) Antes de fallecer, Alonso de Ribera dejó como gobernador a Fernando de Talaverano, porque valía mucho. Pero no tuvo en cuenta que era ya muy mayor, lo que produjo que el padre Valdivia impusiera a sus anchas la ‘guerra defensiva’.

 

     (1355) El Gobernador Alonso de Ribera falleció sin poder presumir de que ya era, merecidamente, Caballero de la Orden de Santiago: "Acababa de morir cuando llegó a Chile la cédula en que se le dispensaba esa gracia, pero, por favor especial del soberano, fue transferida a su hijo, don Jorge de Ribera, que entró luego a servir en el ejército de Chile, y adquirió más tarde fama de buen capitán y de cumplido caballero. Mientras tanto, su viuda se halló envuelta en pleitos y dificultades por los cargos a que había dado lugar la administración de su marido en la colonia". Diego Barros, de paso, hace una crítica excesiva al uso preceptivo del Juicio de Residencia al que eran sometidos quienes habían desempeñado un cargo público. En realidad, era una disposición modélica, aunque otra cosa sea el riesgo de ser aplicada con malas artes: "Se llevaba a cabo con pretexto de fiscalizar la conducta de los funcionarios, y para cumplimiento de leyes buenas en principio, pero ineficaces en la práctica y de ordinario desobedecidas o burladas, siendo llevada a cabo su aplicación por magistrados que se encargaban de exigir cuentas a quienes ostentaban el poder o a los administradores del tesoro real. Pocos de los encargados cumplían leal y cuerdamente con su deber. Unos se dejaban ganar por los halagos o por medios más vituperables todavía, dejando impunes faltas muy graves, y otros se complacían en amontonar cargos que daban origen a largos expedientes que no conducían a ningún resultado definitivo. Los hijos de Alonso de Ribera tuvieron que soportar un juez de esta naturaleza, viéndose amenazados de tener que efectuar pagos considerables por los cargos que se hacían a su padre, y que seguramente no habrían podido sufragar, pero toda aquella tempestad se disipó en las apelaciones y en recursos posteriores".

     El deseo que tuvo el gobernador Alonso de Ribera de que le sucediera interinamente en su cargo el licenciado Fernando de Talaverano Gallegos fue respetado por los miembros de la Real Audiencia de Santiago de Chile: "El día 16 de marzo de 1517, tomó posesión del cargo tras  prestar juramento ante el cabildo municipal. A pesar de su edad avanzada y de sus achaques, este magistrado se puso pocos días después en viaje hacia el sur para ser  reconocido como jefe militar. El nuevo gobernador era un letrado viejo que contaba trece años de residencia en Chile. Había ejercido como teniente de gobernador del reino, y, desde 1609, el de oidor de la Real Audiencia. Reemplazando a los gobernadores en la administración civil mientras éstos andaban en campaña, había sostenido enojosos enfrentamientos con el pendenciero obispo de Santiago Juan Pérez de Espinoza, pero su espíritu comenzaba a doblegarse por efecto de los años, y parecía comprender que era peligroso meterse en ese tipo de dificultades, dado el gran poder que el clero había tomado bajo el gobierno del piadoso Felipe III. Por eso, durante los diez meses que ejerció el mando interino, se sometió en todo a las órdenes terminantes del Rey, y fue un ejecutor sumiso de las órdenes que dictaba el padre Valdivia". Es de suponer que, de haber previsto el difunto gobernador Alonso de Ribera que este iba a ser el comportamiento de Fernando de Talaverano Gallegos, no lo habría escogido como sustituto suyo en el cargo.

 

     (Imagen) Dados sus achaques de anciano, Fernando de Talaverano Gallegos, el nuevo gobernador, no estaba en condiciones de oponerse al humanitario pero utópico método de 'guerra defensiva' contra los mapuches. Era el Rey quien lo había establecido, pero la idea fue del jesuita Luis de Valdivia: "Talaverano Gallegos se presentó en Concepción a finales de abril de 1617. Allí encontró al padre Valdivia, que acababa de recibir de la Corte la ratificación y ampliación de sus poderes. Cualesquiera que fuesen sus opiniones individuales acerca de la 'guerra defensiva', Talaverano Gallegos creyó que su deber era someterse rigurosamente a las órdenes del Rey, y mandar cumplir en consecuencia todo lo que dispusiese el padre Valdivia. En compañía de este, salió a principios de mayo a visitar las fortalezas, y a ejecutar los planes quiméricos de pacificación de los indios. Una vez en el pleno goce de sus atribuciones, el padre Valdivia recomenzó su obra, libre de toda oposición. En cada fuerte que visitaba, ponía en libertad a los indios que los españoles retenían prisioneros, bautizaba a muchos de ellos, les hacía obsequios, y los animaba a que volvieran a sus tierras como mensajeros de paz. El temible cacique Pelantaro (autor de la muerte del gobernador Martín García Óñez de Loyola), al que el gobernador Ribera no había querido soltar, pudo volver a sus tierras, dejando como rehenes a dos de sus parientes. Al padre Valdivia, los indios que había liberado le enviaban noticias de grandes progresos de pacificación que se obtenían por aquellos medios. Estas burdas invenciones de los indios, que no habrían podido engañar a los militares experimentados, eran, sin embargo, creídas candorosamente por el padre Valdivia, o al menos él cuidaba de presentarlas como pruebas de los beneficios de su sistema de pacificación (es  posible que él se justificara como si fueran mentiras piadosas). A la sombra de aquel estado de cosas, y mientras el padre Valdivia recibía las noticias de paz que le comunicaban sus mensajeros, los indios no cesaban de hacer sus correrías en las inmediaciones de los fuertes españoles, los cuales se veían obligados a mantener una continua vigilancia, pero permaneciendo estrictamente a la defensiva, porque se les había prohibido de la manera más terminante el  entrar bajo pretexto alguno en el territorio enemigo. Aquella situación debía parecer muy alarmante a todos los que tenían experiencia de aquellas guerras, y dar lugar a las quejas y murmuraciones de los que comprendían sus peligros". En la imagen vemos la firma del licenciado FERNANDO DE TALAVERANO GALLEGOS, y que el año 1603 partía hacia Chile, como teniente general, acompañado de su mujer y "de cuatro hijas doncellas pequeñas".




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