(1335) Ojo por ojo y diente por diente.
Cada salvajada de los mapuches solía tener su respuesta inmediata: "Al
recibir la noticia de este descalabro, García Ramón salió apresuradamente de
Concepción con 470 hombres, y en el valle
de Purén comenzó a talar los sembrados de los indios. Luego se asentó provisoriamente el sitio mismo en el
que Valdivia había levantado la primera fortaleza de españoles que existió en
esos lugares. El 31 de diciembre de 1609 levantó su campo, y, apenas su vanguardia, un poco adelantada, se
hallaba separada del resto de las tropas por un arroyo que acababa de pasar, un
formidable ejército de indios, el mayor que en Chile se puede juntar, decía el
Gobernador, mandado por los caciques Ainavilu, Anganamón, Pelantaro y
Longoñongo, cargó con gran ímpetu en batalla general. García Ramón y sus
soldados se defendieron valientemente, pero durante largo rato estuvieron en el
gran peligro de ser destrozados. Al fin, desbaratando algunos escuadrones de
indios, lograron los españoles dispersarlos, pero sin poder causarles grandes
pérdidas".
Había triunfos y derrotas, pero el
panorama general no cambiaba: "Esta victoria, como tantas otras, resultaba
absolutamente estéril por las condiciones especiales de aquella guerra interminable.
Los españoles habían perdido dos hombres en esta jornada, y los indios que se apoderaron de sus
cadáveres, les cortaron las cabezas y las enviaron a la región de la costa, con
mensajeros encargados de provocar el levantamiento general con el falso mensaje
de que en Purén había sucumbido el Gobernador con todas sus tropas. Los indios
de Lebu se sublevaron, y la guerra pareció tomar mayores proporciones. 'Con lo
cual -informó García Ramón- aunque yo tenía determinación de pasar adelante, me
obligaron, conociendo como conozco las astucias de estos traidores, a volver a
toda prisa a la costa. Y viéndome en ella, pude conseguir que casi todos los
indios de Lebu volvieran a sus poblados, donde junté a todos los caciques de
Arauco y Tucapel. Luego les hice un gran parlamento a su usanza, en el cual
convencí a los malos, y mandé pasar por las picas a veinte caciques y ahorcar a
seis indios que eran los mensajeros que andaban de una parte a otra, que fue el
mayor castigo que jamás se ha hecho, y tal, que los malos pagaron su maldad, los
demás quedaron espantados y temblando, y todos con gran quietud en sus asentamientos.
Y en Dios espero que esto sirva para que los indios se mantengan en paz, aunque, como otras veces tengo escrito, si carecemos
de fuerzas suficientes, estos indios no serán buenos jamás".
Por entonces, Alonso García Ramón tenía 58
años, y, aunque envejecido, seguía batallando incasablemente, pero morirá
pronto: "A principios de febrero de 1610, el Gobernador tuvo que volver a
Concepción a recibir un refuerzo de doscientos hombres que le enviaba el virrey
del Perú. Pero, aunque este socorro fuese muy bien acogido, era casi
insignificante, y apenas bastó para reemplazar las pérdidas sufridas en esa
campaña. En efecto, además de los soldados muertos en combate, los españoles
perdieron veintitrés hombres ahogados en el Biobío, y un capitán y doce hombres
más en una emboscada de los indios. El Gobernador fue de expedición nuevamente
al sur de la línea de frontera con los mapuches, y el capitán Núñez de Pineda
fundó otro fuerte en Angol con el nombre de San Francisco de Montesclaros (en
honor del Marqués de Montesclaros, entonces virrey de Perú), pero la
campaña de ese verano se terminó como la de los años anteriores, sin haber
obtenido ventajas apreciables, y, además, los españoles habían sufrido
desastres que alentaban la audacia del enemigo".
(Imagen) Nos cuenta Diego Barros: "El
gobernador Alonso García Ramón, el 19 de julio de 1610, sintiéndose más enfermo
cada día, firmó en Concepción un documento por el que encargaba el gobierno de
Chile, después de su muerte, al oidor Luis Merlo de la Fuente. Enseguida hizo
sus disposiciones, mostrando, según se dice, una gran entereza de alma hasta
los últimos momentos de su vida. Cualesquiera que fuesen los defectos del
finado Gobernador, está fuera de duda que siempre estuvo dominado por el deseo
de servir a su Rey, y que, firme en ese
propósito, no retrocedió ante ninguna fatiga y ante ningún sacrificio. Un
antiguo historiador comentó: 'Alonso García Ramón usó todo el tiempo que fue
gobernador una gran actividad, decretando personalmente sobre todas las
cuestiones que se le planteaban, y a todos respondía con mucho tacto cuando no
podía conceder lo que le pedían. Y hasta en medio de la calle se paraba y
decretaba, procurando siempre agradar. Era hombre generoso con la gente de
guerra, liberal con los pobres y con todos afable. Cuando ejerció como maestre
de campo y, por primera vez, como gobernador, fue bien afortunado, pero no
tanto en esta segunda, pues, aunque disponía bien las cosas, tuvo pocas
victorias y mucha pérdida de soldados, porque le mató el enemigo en diversas
ocasiones cuatrocientos catorce hombres, y perdió unos doscientos entre desertores
y cautivos. Y fue tan amado de todos, que su muerte causó un dolor general'.
Después de más de cuarenta años de buenos servicios en Europa y América y de
haber ocupado altos puestos, García Ramón moría dejando tan escasos bienes que se
podría afirmar que estaba cercano a la indigencia. 'Suplico humildemente a
Vuestra Majestad, le decía al Rey en su última carta, que se sirva hacerme alguna
merced, pues solo cuento con los méritos de mis antiguos servicios y la merced
que por ellos Vuestra Majestad fuere servido hacerme'. Su esposa doña Luciana
de Vergara y Centeno (fallecida el
año 1643 en Lima), que lo acompañó a Chile mientras desempeñaba el cargo de
maestre de campo, bajo el gobierno de don Alonso de Sotomayor, vivía entonces
en el Perú, y su única hija (María Magdalena García Ramón), al parecer nacida
en Chile, acababa de contraer matrimonio en Lima con don Francisco Mejía de
Sandoval (Caballero de Santiago), pariente del Virrey de Perú Juan de
Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros, y capitán de su guardia". No vendrá
mal recordar la extraordinaria valentía que ALONSO GARCÍA RAMÓN demostró al
aceptar un desafío personal a muerte que le lanzó un relevante cacique mapuche,
al que, con enorme riesgo, lo mató. El ejemplar gobernador de Chile murió en
Concepción el día 5 de agosto de 1610.
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