domingo, 29 de mayo de 2022

(1735) El heroico gobernador Alonso García Ramón, quien, en su día, mató a un cacique en un duelo personal, siguió castigando duramente a los mapuches hasta que falleció el día 5 de agosto de 1610. Pocas vidas más intensas.

 

     (1335) Ojo por ojo y diente por diente. Cada salvajada de los mapuches solía tener su respuesta inmediata: "Al recibir la noticia de este descalabro, García Ramón salió apresuradamente de Concepción con 470 hombres, y  en el valle de Purén comenzó a talar los sembrados de los indios. Luego  se asentó provisoriamente el sitio mismo en el que Valdivia había levantado la primera fortaleza de españoles que existió en esos lugares. El 31 de diciembre de 1609 levantó su campo, y,  apenas su vanguardia, un poco adelantada, se hallaba separada del resto de las tropas por un arroyo que acababa de pasar, un formidable ejército de indios, el mayor que en Chile se puede juntar, decía el Gobernador, mandado por los caciques Ainavilu, Anganamón, Pelantaro y Longoñongo, cargó con gran ímpetu en batalla general. García Ramón y sus soldados se defendieron valientemente, pero durante largo rato estuvieron en el gran peligro de ser destrozados. Al fin, desbaratando algunos escuadrones de indios, lograron los españoles dispersarlos, pero sin poder causarles grandes pérdidas".

     Había triunfos y derrotas, pero el panorama general no cambiaba: "Esta victoria, como tantas otras, resultaba absolutamente estéril por las condiciones especiales de aquella guerra interminable. Los españoles habían perdido dos hombres en esta jornada,  y los indios que se apoderaron de sus cadáveres, les cortaron las cabezas y las enviaron a la región de la costa, con mensajeros encargados de provocar el levantamiento general con el falso mensaje de que en Purén había sucumbido el Gobernador con todas sus tropas. Los indios de Lebu se sublevaron, y la guerra pareció tomar mayores proporciones. 'Con lo cual -informó García Ramón- aunque yo tenía determinación de pasar adelante, me obligaron, conociendo como conozco las astucias de estos traidores, a volver a toda prisa a la costa. Y viéndome en ella, pude conseguir que casi todos los indios de Lebu volvieran a sus poblados, donde junté a todos los caciques de Arauco y Tucapel. Luego les hice un gran parlamento a su usanza, en el cual convencí a los malos, y mandé pasar por las picas a veinte caciques y ahorcar a seis indios que eran los mensajeros que andaban de una parte a otra, que fue el mayor castigo que jamás se ha hecho, y tal, que los malos pagaron su maldad, los demás quedaron espantados y temblando, y todos con gran quietud en sus asentamientos. Y en Dios espero que esto sirva para que los indios se mantengan en paz,  aunque, como otras veces tengo escrito, si carecemos de fuerzas suficientes, estos indios no serán buenos jamás".

     Por entonces, Alonso García Ramón tenía 58 años, y, aunque envejecido, seguía batallando incasablemente, pero morirá pronto: "A principios de febrero de 1610, el Gobernador tuvo que volver a Concepción a recibir un refuerzo de doscientos hombres que le enviaba el virrey del Perú. Pero, aunque este socorro fuese muy bien acogido, era casi insignificante, y apenas bastó para reemplazar las pérdidas sufridas en esa campaña. En efecto, además de los soldados muertos en combate, los españoles perdieron veintitrés hombres ahogados en el Biobío, y un capitán y doce hombres más en una emboscada de los indios. El Gobernador fue de expedición nuevamente al sur de la línea de frontera con los mapuches, y el capitán Núñez de Pineda fundó otro fuerte en Angol con el nombre de San Francisco de Montesclaros (en honor del Marqués de Montesclaros, entonces virrey de Perú), pero la campaña de ese verano se terminó como la de los años anteriores, sin haber obtenido ventajas apreciables, y, además, los españoles habían sufrido desastres que alentaban la audacia del enemigo".

 

     (Imagen) Nos cuenta Diego Barros: "El gobernador Alonso García Ramón, el 19 de julio de 1610, sintiéndose más enfermo cada día, firmó en Concepción un documento por el que encargaba el gobierno de Chile, después de su muerte, al oidor Luis Merlo de la Fuente. Enseguida hizo sus disposiciones, mostrando, según se dice, una gran entereza de alma hasta los últimos momentos de su vida. Cualesquiera que fuesen los defectos del finado Gobernador, está fuera de duda que siempre estuvo dominado por el deseo de servir a su Rey,  y que, firme en ese propósito, no retrocedió ante ninguna fatiga y ante ningún sacrificio. Un antiguo historiador comentó: 'Alonso García Ramón usó todo el tiempo que fue gobernador una gran actividad, decretando personalmente sobre todas las cuestiones que se le planteaban, y a todos respondía con mucho tacto cuando no podía conceder lo que le pedían. Y hasta en medio de la calle se paraba y decretaba, procurando siempre agradar. Era hombre generoso con la gente de guerra, liberal con los pobres y con todos afable. Cuando ejerció como maestre de campo y, por primera vez, como gobernador, fue bien afortunado, pero no tanto en esta segunda, pues, aunque disponía bien las cosas, tuvo pocas victorias y mucha pérdida de soldados, porque le mató el enemigo en diversas ocasiones cuatrocientos catorce hombres, y perdió unos doscientos entre desertores y cautivos. Y fue tan amado de todos, que su muerte causó un dolor general'. Después de más de cuarenta años de buenos servicios en Europa y América y de haber ocupado altos puestos, García Ramón moría dejando tan escasos bienes que se podría afirmar que estaba cercano a la indigencia. 'Suplico humildemente a Vuestra Majestad, le decía al Rey en su última carta, que se sirva hacerme alguna merced, pues solo cuento con los méritos de mis antiguos servicios y la merced que por ellos Vuestra Majestad fuere servido hacerme'. Su esposa doña Luciana de Vergara y  Centeno (fallecida el año 1643 en Lima), que lo acompañó a Chile mientras desempeñaba el cargo de maestre de campo, bajo el gobierno de don Alonso de Sotomayor, vivía entonces en el Perú, y su única hija (María Magdalena García Ramón), al parecer nacida en Chile, acababa de contraer matrimonio en Lima con don Francisco Mejía de Sandoval (Caballero de Santiago), pariente del Virrey de Perú Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros, y capitán de su guardia". No vendrá mal recordar la extraordinaria valentía que ALONSO GARCÍA RAMÓN demostró al aceptar un desafío personal a muerte que le lanzó un relevante cacique mapuche, al que, con enorme riesgo, lo mató. El ejemplar gobernador de Chile murió en Concepción el día 5 de agosto de 1610.




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