miércoles, 25 de mayo de 2022

(1732) Trasladada la Audiencia a Santiago, los oidores, cuyo decano era Luis Merlo de la Fuente, fueron solemnemente recibidos. Decidieron aplicar de manera descafeinada la norma que prohibía el servicio obligatorio de los indios.

 

     (1332) Los encomenderos estaban contentos con el permiso de esclavizar a los indios derrotados en batalla, pero muy molestos con la prohibición de obligar a que les sirvieran gratuitamente los indios de sus encomiendas: "Al saberse que la Real Audiencia llegaba con el encargo de hacerlo cumplir, se produjo una gran conmoción. Se celebró en Santiago un cabildo abierto al que fueron convocadas todas las dignidades civiles y eclesiásticas, los prelados de las órdenes religiosas y los vecinos de más importancia. Discutieron allí los inconvenientes que se seguirían al suprimir el servicio personal, muy particularmente porque esta reforma dificultaría la conversión de los indios, ya que, libres de toda obligación respecto a los encomenderos, volverían a la vida salvaje y a la práctica de sus antiguas supersticiones (es de suponer que su mayor disgusto fuera la pérdida económica). Todos los pareceres de los encomenderos y de muchos de los religiosos eran contrarios a la imposición de la reforma. Aunque esta actitud del vecindario de Santiago no iba a tener gran influencia en el ánimo del Virrey, inquietó a los oidores de la Audiencia, y como veremos, reconocieron las dificultades de la cuestión. En esas circunstancias iba a instalarse la Real Audiencia, y jamás se habían visto en Chile ceremonias más solemnes que las que entonces tuvieron lugar. El día anterior se hizo un ensayo de la entrada de los oidores a la ciudad, presididos por el Gobernador y seguidos de gran acompañamiento de la gente principal. El sello que debía usar la Audiencia era objeto del más respetuoso acatamiento (resulta curioso su gran valor simbólico). Después de que los oidores, poniéndose de rodillas, rindieron el  homenaje debido a ese símbolo de la autoridad real, fue depositado en una sala del convento de San Francisco sobre lujosos cojines de terciopelo, y confiado esa noche a la custodia del doctor Merlo de la Fuente, como oidor más antiguo. El siguiente día fue sacado de allí con mucho mayor aparato todavía, y con acompañamiento de todas las autoridades civiles y eclesiásticas, de las tropas y vecinos de la ciudad, conducido sobre un caballo, que los oidores llevaban de la rienda, a la sala de las casas en que debía funcionar el supremo tribunal".

     Tras la entrada triunfal, los oidores cogieron el toro por los cuernos, pero no pudieron con él: "La primera atención que ocupó a la Audiencia fue el cumplimiento de las reales cédulas que suprimían el servicio personal de los indígenas. A pesar de los esfuerzos hechos por los que pedían el cumplimiento inmediato y absoluto de las órdenes del Rey, los pareceres contradictorios que se expusieron, el estado general de la opinión del país, y la resistencia que los vecinos oponían a la imposición de la reforma doblegaron a los oidores, que tenían el encargo de llevarla a cabo. En acuerdo de 28 de septiembre de 1609, después de tomar en cuenta los antecedentes del asunto, y las dificultades y obstáculos que había para hacer cumplir la nueva disposición, los oidores, presididos por el gobernador García Ramón, dijeron que mandaban que 'en todas las provincias de este reino y gobernación se quite el servicio personal de mujeres, tanto casadas como solteras, y de los varones menores de dieciocho años, que es la edad en que están obligados a tributar conforme a las ordenanzas de Su Majestad, y que los dichos indios gocen con la libertad de sus mujeres y los hijos menores de la dicha edad, sin que puedan ser apremiados (las mujeres y los hijos) a servir a nadie contra su voluntad'. Se facultaba a los indios para arrendar los  servicios de sus mujeres y de sus hijos, pero se les garantizaba la libertad de poderles mudar de amos expirado el contrato". Barros parece afirmar que esta decisión anulaba la orden del Rey, pero el último párrafo es bastante confuso. Se diría que la dispensa ordenada por el rey Felipe III sólo afectaba a las mujeres y a los hijos menores de 18 años.

 

     (Imagen) El decano de la recién creada Real Audiencia de Santiago de Chile, LUIS MERLO DE LA FUENTE, había nacido el año 1558 en Valdepeñas (Ciudad Real). Era hijo de Luis Merlo de la Fuente, familiar (colaborador) de la Inquisición, y de María Ruiz de Beteta. Estudió Leyes en la Universidad de Salamanca, y obtuvo el grado de doctor. En 1588 se incorporó a la Real Audiencia de Lima en calidad de Relator (encargado de presentar ordenadamente expedientes a los jueces). En 1592 ejerció como inspector de la actuación de las autoridades de Chile, recibiendo el encargo de someter al habitual y preceptivo juicio de residencia al cesante gobernador Alonso de Sotomayor, al que dejó libre de toda responsabilidad. Vuelto a Lima en 1594, y gracias al aprecio del virrey Andrés Hurtado de Mendoza, se le adjudicó el importante cargo de oidor de la Real Audiencia de Panamá, donde después tuvo la fatalidad de padecer variadas dolencias, quedándole, como secuela, entorpecidas para siempre sus piernas. Basándose en estos inconvenientes, y quizá convencido de que el clima panameño le resultaba fatal, pidió, y le fue concedido, el regreso a Lima, adonde volvió en 1604,  siguiendo en el puesto de oidor. Debido a su consolidado prestigio profesional, Felipe III lo escogió para ejercer como decano de los oidores que fundaron la Real Audiencia de Santiago de Chile, inaugurada en 1609 (los otros tres eran Hernando de Talaverano Gallegos, Juan de Cajal y Gabriel de Celada), siendo presidente de la misma el gobernador Alonso García Ramón. También le tocó al decano Merlo encargarse del juicio de residencia que correspondía instruirle a otro gobernador cesante, Alonso de Ribera, y, esta vez, fue muy crítico en sus conclusiones, pero recordemos que, años después y teniendo en cuenta los grandes méritos del exgobernador, Felipe III le perdonó todas las sanciones que le había aplicado Luis Merlo, y hasta lo nombró gobernador de Chile por segunda vez. En 1610, un año después de la fundación de la Real Audiencia de Chile, murió de enfermedad el gobernador Alonso García Ramón, y, tanto por ser Luis Merlo el decano de los oidores, como por voluntad del fallecido, le correspondió asumir interinamente el cargo de Gobernador de Chile. Actuó de inmediato con mano dura contra los mapuches, luchando contra ellos y ahorcando a quince caciques. Al llegar, en enero de 1611, el gobernador titular, Juan de Jaraquemada, LUIS MERLO DE LA FUENTE regresó a Lima, siempre como oidor, y, a pesar de su quebrantada salud, vivió allí hasta el año 1638. Tuvo siete hijos con la criolla Jerónima de Santa Cruz, de los cuales, uno fue obispo, otros dos, siguiendo la tradición familiar, trabajaron en audiencias, y la única hija se casó también con otro oidor.




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