(1314) También la ciudad de Osorno se
encontraba en grandes apuros. Allí mandaba el capitán Hernández Ortiz, que
había llegado de Valdivia en abril de 1602, donde ya padeció muchas
dificultades: "Los defensores de Osorno
tenían serios problemas para comunicar con Chiloé, que era,
desgraciadamente, el único lugar de donde podían recibir socorros. Los indios
enemigos les habían robado casi todos los caballos y ocupaban todas las
inmediaciones. El número vecinos se había ido reduciendo poco a poco hasta
quedar encerrados en un fuerte, y, a
fines de 1603, las tropas de Osorno que, tres años antes superaban los
cuatrocientos hombres, estaban reducidas, a fines de 1603, a sólo ochenta.
Ribera llegó a Concepción a primeros de noviembre para dirigir la nueva campaña
que pensaba hacer contra los mapuches. Por entonces, entró un buque que traía
del sur estas noticias lastimosas y una firme petición de nuevas y mayores
ayudas para defender y sustentar aquellas apartadas poblaciones. Ante la
imposibilidad absoluta de asistirlas convenientemente, el gobernador Ribera
tomó una resolución suprema. Ordenó 'que los fuertes de Valdivia y de Osorno se
quiten, y que la guerra vaya de aquí (Concepción) hacia el sur sin dejar
en pie cosa que esté en rebeldía'. Al dar cuenta al Rey de esta determinación,
el Gobernador explicaba prolijamente los hechos que la habían hecho
indispensable, demostrando con verdadero tino militar que los pueblos
enclavados en el corazón del territorio enemigo, incomunicados unos con otros,
no afianzaban en manera alguna la conquista, y, además, ocasionaban gastos
considerables, vivían en medio de continuas alarmas y se irían debilitando
hasta llegar a su aniquilación. El buque que llevaba la orden del Gobernador
para despoblar esos establecimientos sufrió algunos atrasos, y llegó a Valdivia el 13 de febrero de 1604. En
esta plaza no quedaban más que cuarenta y cuatro personas que, según la
pintoresca expresión de Ribera, 'por tanta necesidad, no aguardaban sino la
muerte'. Abandonando aquellos lugares en que habían sufrido tantas miserias y
tantas fatigas, se hicieron a la vela para los mares de Chiloé. El Gobernador
había ordenado que esa gente se estableciese en el puerto de Carelmapu (frente
a la costa norte de Chiloé), y que
desde allí comunicara a los últimos defensores de Osorno la orden de
despoblarla definitivamente".
A pesar del catastrófico panorama, y del
probable tenebroso futuro que les esperaba a los españoles de Chile, el
Gobernador pensaba que las cosas podían mejorar: "Alonso de Ribera había
comprendido mejor que sus predecesores el plan de guerra que debía adoptarse
para lograr la pacificación. La despoblación de esas ciudades no era, según él,
un verdadero desastre. 'Con esto queda aquella tierra reparada -le escribía al
Rey-, y permitirá que la guerra se prosiga hacia el sur, siendo fácil si
Vuestra Majestad envía la gente que he
pedido. Lo que conviene a vuestro real servicio es que la guerra vaya
desde aquí (Concepción) hacia abajo, sin dejar detrás nada que que esté
de rebeldía. Ya la llevo así, y espero enviar pronto a Vuestra Majestad muy
buenas noticias y poner las poblaciones en situación de hacer guerra al enemigo
sustentándose unas a otras'. Bajo el punto de vista estratégico, este plan era
excelente, y el único practicable, pero el Gobernador se engañaba
lastimosamente al creer que podía llevarse a cabo en pocos años y, más aún,
cuando pensaba que a él le tocaría la gloria de dar cima a aquella obra
gigantesca".
(Imagen) Acabamos de ver que, cumpliendo
órdenes del gobernador Ribera, los pocos que quedaban en Valdivia abandonaron
la ciudad y se trasladaron al puerto del Carelmapu, llevando de paso el encargo
de que fueran a Osorno para comunicar a sus vecinos que también ellos tenían
que marcharse de allí. Y nos cuenta Diego Barros: "Cuando llegaron a
Carelmapu, la ciudad de Osorno ya estaba abandonada. El capitán Francisco
Hernández Ortiz había sufrido allí con ánimo firme las fatigas de la guerra y
las penurias del hambre, pero después de un combate en que perdió dieciséis
hombres, y cuando vio desvanecerse toda esperanza de recibir socorros, tomó
sobre sí la única resolución que podía salvarle a él y sus compañeros de una
muerte inevitable y desastrosa. El 15 de marzo de 1604, los últimos pobladores
de Osorno y los soldados que la guarnecían, dejando abandonadas las casas y
fortines en que habían vivido aislados, y cargando consigo todos los objetos
que podían transportar, emprendieron la marcha hacia el sur, por entre bosques,
ríos y pantanos. Si bien en este viaje no tuvieron que sufrir las hostilidades
de los indios, que, sin duda, se entretenían en repartirse el miserable botín
dejado en la ciudad, y en celebrar su triunfo, les fue forzoso soportar todo género
de fatigas y privaciones. No tenían más que unos cuantos caballos, de manera
que el mayor número de esos infelices marchaba a pie, cargando las mujeres a
sus hijos, y abandonando en el camino los objetos que no podían llevar por más
largo tiempo. En un lugar denominado Guanauca, Hernández Ortiz creyó que podía
hacer alto y establecer un fuerte, pero, cuando hubo recibido algunos socorros
de Chiloé, y supo que los defensores de Valdivia se encontraban en la costa
vecina, cambió de determinación. De común acuerdo se trasladaron todos a la
isla de Calbuco, ventajosamente situada entre la costa y Chiloé, y, hallando
allí comodidades para establecerse, construyeron un fuerte y las habitaciones
convenientes. Osorno, la ciudad que por más largo tiempo había resistido a la
formidable insurrección araucana, acababa de desaparecer de una manera
lastimosa, como habían desaparecido Santa Cruz de Coya y Valdivia en 1599,
Angol y la Imperial en 1600 y Villarrica en 1602. Después de más de medio siglo
de guerra incesante, la obra de la conquista de toda aquella porción del
territorio chileno, emprendida con tanta arrogancia y con tan poco
discernimiento, se había desplomado y caído al suelo, causando la muerte de más
de un millar de hombres útiles y vigorosos, arrastrando en su ruina deplorable
a todos los pobladores de aquellas provincias y retrasando el progreso del país
(que más tarde llegará) por los sacrificios que le imponía tan larga y
penosa lucha".
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