(1329) Las cartas mandadas al Rey por el
gobernador Alonso García Ramón no dejan duda de que los españoles se estaban poniendo,
en cuestión de crueldad, casi a la altura de los mapuches. Es de suponer que lo
consideraban imprescindible para conseguir someterlos definitivamente: "Se les han hecho tan grandes daños en sus
personas, que se les han tomado más de mil cien presos, entre niños y mujeres,
y han muerto y sido tomados en prisión
pasados de trescientos indios, con lo cual y habiéndoles el verano pasado
talado las cosechas, están puestos en tan gran necesidad, que los padres se
comen a los hijos. Y es general el daño que este verano se les ha hecho, pues
ha sido el mayor que se ha visto en Chile, ya que en toda la costa no se les ha
dejado cosa que comer, y yo la he talado en toda la cordillera de Catirai, y
destruido las provincias de Coyuncaví y Coyuncos (isla de la Laja y Angol),
cordillera nevada donde había gran cantidad de indios por no haber entrado
españoles en aquella tierra desde hacía diez años, siendo el granero de todos
los rebeldes de este reino, y en Purén, donde desbaratamos al enemigo por la
bondad de Dios. Con el gran daño que se les ha hecho en haciendas y personas, habiendo
muerto y siendo apresada en gran número la gente, los indios amigos están muy
contentos, y los enemigos con gran temor. Este verano han andado en campaña en
servicio de Vuestra Majestad mil lanzas de indios amigos, los cuales son de
grandísima importancia, porque hacen, como bárbaros y por querer destacar,
cruda guerra, y ellos pueden entrar en las quebradas donde los españoles lo
hacen con gran trabajo por estar embarazados con armas, arcabuces y espadas, y
ser la tierra tan áspera que es casi imposible poderlo hacer".
El historiador Barros saca conclusiones
que parecen acertadas: "La guerra se continuó de este modo hasta la
entrada del invierno de 1608. Acosados por esta tenaz persecución, y por el
hambre que era su consecuencia inmediata, los indios ofrecían la paz. El
Gobernador, escarmentado por los anteriores desengaños, se negaba a aceptar sus
proposiciones, y solamente las admitía imponiéndoles la condición de abandonar
sus tierras y de establecerse donde les designase. Muchos de ellos fueron a establecerse
cerca de los fuertes de Lebu, donde comenzaron a hacer sus rancherías. Más
tarde empezaron también a recogerse en las inmediaciones del fuerte de Paicaví,
pero el Gobernador, conociendo la falsía de esas gentes, mantenía sobre ellos
la más constante vigilancia. Con la captura de numerosos prisioneros, 'y con el
grandísimo y general daño que por todas partes les hemos hecho en las provisiones,-escribía
el Gobernador- los tenemos tan apretados que se comen unos a otros'. Esta
guerra sostenida y despiadada aseguraba la tranquilidad de la frontera, y
habría permitido avanzar la conquista del territorio enemigo de una manera
lenta. Pero García Ramón, mientras tanto, meditaba operaciones más audaces y
rápidas, y, al dar cuenta de esos hechos, decía que esperara en Dios que el
verano próximo habrían de tener grandes éxitos".
La situación de Chile iba a tomar otra
deriva más positiva, ya que las peticiones
de ayuda que constantemente llegaban a España, hicieron que el Rey
estudiara con sus asesores la manera de acelerar nuevos métodos de acción, para
lo cual decidió, entre otras cosas, financiar las campañas chilenas con
cantidades de dinero muy importantes. Y comenta Barros: "Parece que en
estas resoluciones tuvo una parte principal el
exgobernador de Chile don Alonso de Sotomayor, el cual, apenas llegado a
España después de haber servido como gobernador de Panamá, acababa de ser
nombrado miembro de la Junta de Guerra, y se le atribuía un conocimiento
perfecto de las cosas de Chile. El Rey formalizó los nuevos acuerdos por
diversas cédulas que llegaron a manos de García Ramón en los primeros días de
1608".
(Imagen) A pesar de que, como vimos, el
historiador Barros opinaba que la monarquía española era ineficaz, lo cierto es
que Felipe III decidió ayudar a los soldados de Chile ampliando las tropas y
los fondos económicos. Pero tomó también otra medida muy sensata: "El Rey
dictó asimismo una orden de carácter más general, que iba a tener una gran
importancia en el desarrollo y en la importancia del reino de Chile.
Determinado a establecer en la ciudad de Santiago la Real Audiencia que en años
atrás había existido en Concepción, Felipe III, por una cédula del 23 de marzo
de 1606, acordó que García Ramón, en su carácter de gobernador de Chile, fuese
el presidente de ese tribunal. La población de origen español había aumentado
considerablemente en los últimos años, la riqueza pública había adquirido
notable desarrollo con la creación del ejército permanente, que permitía a
mucha gente consagrarse en paz a los trabajos industriales, y se había creado
un fondo económico que suponía la aportación de una suma importante de dinero
cada año: todo esto hacía necesaria la creación de una audiencia que ahorrase a
los pobladores de Chile la molestia de ir a Lima a dirimir sus litigios. Pero se
esperaba, además, hallar en esta institución el medio de poner término a las
frecuentes discusiones entre autoridades, y de regularizar el funcionamiento de
la administración pública. Alonso de Ribera había pedido con insistencia al Rey
la nueva creación de una audiencia en Chile. El monarca lo concedió en marzo de
1606, pero, dudando sobre su amplitud jurisdiccional, le pidió al cabildo de
Santiago que le informase si convenía incluir en ella las provincias de Tucumán
y del Paraguay. El Cabildo se ocupó en discutir este asunto, pero el gobernador
García Ramón, que anteriormente había pedido que esas provincias fuesen
incorporadas al reino de Chile, expuso en esta ocasión las ventajas que a su
juicio resultarían de la adopción de esta medida. Indicaba que aquellas
provincias estaban situadas más cerca de Chile que de Charcas, de cuya
audiencia dependían, que su comercio aumentaría facilitando sus relaciones mutuas,
que sería fácil traer de allí caballos y gente para el servicio de la guerra, y
que esta medida pondría freno a la frecuente deserción de los soldados de Chile
que encontraban un asilo seguro en Tucumán. El Rey, sin embargo, resolvió otra
cosa diferente. Por una cédula expedida en Madrid el 17 de febrero de 1609,
dispuso que la nueva audiencia 'tenga por su distrito todas las ciudades,
villas, lugares y tierras que se incluyen en el gobierno de las provincias de
Chile, tanto lo que ahora está pacífico y poblado como lo que de aquí en
adelante se sometiere, pacificare y poblare". Fue, pues, creada la Real Audiencia,
y, con el tiempo, se convirtió en lo que muestra la imagen.
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