jueves, 26 de mayo de 2022

(1733) Dos decisiones del Gobernador: trató de convencerle al Rey de que no se podía suprimir del todo el servicio de los indios a los españoles, e impidió que la Real Audiencia juzgara al capitán Álvaro Núñez de Pineda.

 

     (1333) Pero, dada la ambigüedad de la decisión de los oidores, fue ganando la tendencia de los españoles a no cambiar las cosas, y seguir obligando a los indios a trabajar a su servicio en las encomiendas: "Era fácil comprender que la Real Audiencia acababa de dar a la cédula del Rey una aplicación que equivalía a su desobediencia. Cuando el Gobernador tuvo que comunicarle al Rey este acuerdo, se vio forzado a recurrir a explicaciones artificiosas para justificarlo (que casi parecen una tomadura de pelo al Rey). 'Lo primero que hicieron los oidores (le decía en su carta), fue celebrar juntas a las que asistieron el obispo, prelados, superiores de las órdenes, los cabildos eclesiástico y seglar, personas de ciencia, experiencia y conciencia, letrados y protectores de los indios (existía ese cargo), y se trató de lo que aquí se llama servicio personal de los indios. Y, al deliberar sobre este asunto, se hallaron tantas y tan grandes dificultades para suprimirlo del todo, que de ninguna manera ha podido la Real Audiencia atreverse a ir más lejos de lo que Vuestra Majestad podrá ver en el papel que con esta carta envío, debiendo tenerse en cuenta que, lo que más les duele a estos indios es que tengan que servir a los españoles sus hijos y mujeres. Pero, como esto se ha prohibido totalmente, todos los indios están muy gozosos y dicen ¡viva Vuestra Majestad muchos años!. La otra cuestión (la de trabajar los indios adultos obligatoriamente para los españoles) queda pendiente de estudio, dados los grandes inconvenientes que surgen,  y a la espera de que Vuestra Majestad sea informado y mande lo que fuere su real voluntad. Con ello Vuestra Majestad comprenderá que no ha sido culpa mía el no haber prohibido el servicio obligatorio de los indios, como muchos han dicho, sino solo el deseo de acertar y de que todo se haga con el parecer de la Real Audiencia, ya que Vuestra Majestad se había dignado establecerla en Santiago de Chile'. No cabe duda de que el pretendido contento de los indios era una simple invención para disimular ante el Rey la desobediencia a sus órdenes".

     Pero el Gobernador, en otro asunto, se vio obligado a imponerles a los oidores su criterio: "García Ramón pensaba, como había pensado el exgobernador Ribera, que la creación de la Real Audiencia era el remedio eficaz contra las frecuentes rivalidades que solían entorpecer la marcha administrativa. Pronto se convenció de lo contrario. Hacía poco que el capitán Álvaro Núñez de Pineda, comisario general de caballería y jefe de los fuertes situados a orillas del río Biobío, había condenado a la pena de horca a un capitán 'por palabras mal sonantes', es decir, por el delito de insubordinación. Los parientes de la víctima entablaron querella ante la Real Audiencia, y este tribunal decidió encargar a un juez que recogiese las informaciones oportunas. Al saberlo, García Ramón intervino resueltamente declarando que en los negocios de juicios militares, el Gobernador era el único juez, y mandó suspender los procedimientos iniciados por la Audiencia. El Rey resolvió más tarde lo mismo que había sostenido el Gobernador". Se supone que el  resultado fue doble: no solo quedó reafirmada la autoridad del Gobernador, sino que también se libró de acusaciones Álvaro Núñez de Pineda, de quien hablaremos en la imagen.

 

    (Imagen) Comentaré algo sobre ÁLVARO NÚÑEZ DE PINEDA, para poder dedicarle un espacio a un hijo suyo de singular biografía. Nació en Sevilla el año 1567, perteneciendo a una ilustre familia. Con solo catorce años, partió en la expedición del gobernador Alonso de Sotomayor, aquel largo y peligroso viaje que terminó en Chile en 1583, cuyo último tramo se realizó por tierra desde Buenos Aires. Tendría unos 17 años cuando inició sus aventuras militares contra los aguerridos mapuches en la funesta zona de Arauco. En 1606, llevando ya seis años como capitán, fue nombrado general de caballería, y el gobernador Alonso García Ramón le ordenó que fuera a repoblar la ciudad de Angol, pero le resultó imposible por el terrible acoso de los indios. Y, gracias al gobernador, se libró en 1609, como acabamos de ver, de ser juzgado por ejecutar a un oficial insubordinado. Ese mismo año fundó un fuerte junto a la ciudad de Angol. Al haber fallecido el gobernador Alonso de Ribera en 1610, Núñez de Pineda asumió el cargo de Maestre de Campo de todo el ejército de Chile. Quiso retirarse en 1614 al morir su mujer, Mayo Jufré Madariaga, pero el virrey de Perú le ordenó que continuase al mando de todas las tropas. Siguió batallando hasta 1624, y consta que falleció en Chillán (Chile) el año 1632. Uno de sus hijos se llamaba FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑÁN, el cual, además de ser un valiente militar, publicó un extenso y bien escrito libro sobre las costumbres de los mapuches. Había nacido en Chillán el año 1607, y, tras estudiar unos ocho año con los jesuitas (probablemente con intención de ser sacerdote), decidió escoger, como su padre, la vida militar. En 1629 fue apresado por los mapuches en un enfrentamiento, lo que solía ser prólogo de una muerte segura. Pero la historia dio un giro sorprendente. Tuvo la enorme suerte de que un jefe indio, llamado Lientur, lo reconoció, y consiguió que el gran cacique Maulicán le perdonase la vida. Ese detalle generoso se debió a que Lientur, antes de rebelarse, había apreciado mucho al padre de Francisco Núñez. No obstante, el cautivo tuvo que permanecer retenido por Maulicán hasta ser canjeado seis meses después por mapuches apresados. Esa larga experiencia dio como fruto un libro que Francisco publicó después con el título de 'Cautiverio feliz', en el que se ve la influencia de su formación jesuítica, por su estilo literario y su visión humanista de los mapuches (del que quizá haga un breve resumen). Pero siguió consciente de que era necesario someter y cristianizar a indios tan brutales. Volvió a empuñar las armas y, con el tiempo, llegó a ostentar el alto cargo de Maestre de Campo, logrando importantes victorias. Casado con la criolla Francisca de Cea, tuvieron seis hijos, y él murió en Locumba (Perú) el año 1680.




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