viernes, 20 de mayo de 2022

(1728) En Chile había muchos desertores, cosa poco frecuente en las Indias. Como suponía pena de muerte, se unían a los mapuches. El Gobernador García Ramón, veterano de duras batallas en Europa, decía que ninguna era tan horrible como las de Chile.

 

     (1328) A pesar de los refuerzos venidos de fuera, las tropas de Chile iban disminuyendo, no solo por bajas de guerra, sino también por enfermedades, e, incluso, por deserciones: "Aunque el Gobernador hacía grandes esfuerzos para   pagar a sus tropas el sueldo que les correspondía, eran tales los padecimientos y privaciones que imponía la guerra, que el anhelo por abandonar el servicio era casi general. 'Es tan poca la seguridad que se tiene de esta gente, y  anda tan descontenta -escribía García Ramón-, que afirmo a Vuestra Majestad que no hay barco que esté seguro en puerto alguno, porque enseguida se lo apropian y huyen con él. Todo esto lo causa las pocas esperanzas que tienen de ser recompensados'. Algunos de esos desertores se habían pasado al enemigo, convirtiéndose en sus consejeros y caudillos (asombrosa situación). Los capitanes españoles eran inflexibles en el castigo de esos desalmados. A fines de agosto de 1607, 'se prendió -decía el Gobernador- a un traidor español que se había ido a los indios, llamado Negrete, y ha causado mucho daño porque todo su empeño era que no aceptasen la paz. Mandé que lo colgasen de un pie y lo arcabuceasen para castigo de su maldad y ejemplo de los demás'. Sin embargo, el Gobernador trataba con indulgencia a los pocos desertores que abandonaban a los indios y volvían a servir a los españoles".

     Luego veremos  que García Ramón envió un mensajero a España para pedirle al Rey ayuda de soldados. Pero también lo intentó en Perú, encargándole la misión a su maestre de campo,  Diego Bravo de Sarabia: "Pero todos estos esfuerzos iban a ser estériles por entonces. En ese momento el virreinato estaba regido por un gobierno provisorio que no podía tomar grandes medidas. El conde de Monterrey, que tanto interés ponía en socorrer a Chile, había fallecido en marzo de 1606,  y la Real Audiencia había tomado el mando hasta que llegase de México como nuevo virrey el marqués de Montesclaros. De manera que el ejército de Chile no pudo recibir nuevos contingentes  hasta junio del año siguiente, y aun entonces fueron de muy escasa importancia. No obstante, la guerra se mantenía en forma defensiva, esto es, sin atacar más allá de las líneas que servían de frontera, y la tranquilidad del país parecía inalterable. Los indios rebeldes, viéndose libres de sus opresores, no pensaban en correr nuevas aventuras. 'Tres cosas puedo asegurar a Vuestra Majestad- decía García Ramón-. La primera es,  que del río Lebu para acá, que es donde solía haber guerra continua, los indios, gracias a Dios, permanecen en paz. La segunda, que jamás esa zona, con unas doscientas leguas de extensión, se ha visto tan próspera de haciendas, ni los vecinos tan descansados y ricos como a día de hoy. La tercera, que nadie en el reino de Chile ha tenido hasta ahora tantos beneficios, puesto que ya no se exigen derramas de dinero, ni se toma cosa a nadie que no sea con su conformidad y pagándoselo íntegramente, de acuerdo con lo que Vuestra Majestad manda". Estas ventajas eran el fruto del sistema de gobierno y pacificación que había sostenido el gobernador Alonso de Ribera. La creación de un ejército permanente pagado por el Rey, permitía a la gente que no quería tomar las armas dedicarse tranquilamente a sus trabajos. El establecimiento de la línea fortificada de frontera, afianzaba la paz y la quietud en las poblaciones situadas al norte del Biobío, poniéndolas a cubierto de los ataques de los indios de guerra. Pero, en la misma carta en que el Gobernador daba esos informes acerca del estado relativamente próspero del país, anunciaba que hacía los preparativos para abrir una nueva campaña de guerra contra  el territorio enemigo. Agregaba, con este motivo, que, recibiendo las ayudas que tenía pedidas, podría adelantar grandemente la conquista, y le decía al Rey que  confiaba en que, con la misericordia de Dios, habían de verla acabada".

 

     (Imagen) El historiador Diego Barros acierta a la hora de escoger las referencias que muestran por qué la vida en Chile era tan horrible: "Los padecimientos que los soldados tenían que soportar en las campañas de guerra explican lo que impulsaba a muchos de ellos a ponerse al servicio de los mapuches, enemigos suyos, y a someterse a todas las privaciones, fatigas y peligros de la vida salvaje. 'Son tan grandes los trabajos que los soldados de Chile padecen, le escribía por entonces el gobernador García Ramón al Rey, que hará seis años que no han visto pan, ni vino, ni mujer, ni oído campana, ni tienen esperanza de verlo hasta que Dios se sirva mejorar los tiempos, y comen solo trigo o cebada cocida y carne de vaca, y, si esto no les faltase, que les falta algunas veces, estarían muy contentos'. Más tarde, añadía las siguientes palabras: 'Desde mi niñez sirvo a Vuestra Majestad, y me he hallado en la guerra de Granada (se refiere a la rebelión de los musulmanes en 1568), en la batalla naval de Navarino (año 1572), he estado refugiado en Espoleto, he sido soldado en Sicilia, Nápoles y Lombardía, y últimamente en los estados de Flandes, donde gocé del más famoso éxito que hubo en mi tiempo. Pero certifico a Vuestra Majestad que no hay en todo el mundo guerra tan trabajosa como esta de Chile. Todos los soldados en general, de mayor a menor grado, después de haber caminado y dado trasnochadas de siete leguas, si han de comer una tortilla, tienen que moler el trigo con que hacerla, por lo que andan muy disgustados, y yo mucho más por estar obligado a tratar con gente tan descontenta'. El Gobernador calculaba que, además de las bajas de guerra, su reducido ejército debía de sufrir cada año más de doscientas bajas por causa de las enfermedades y las deserciones. Para suplirlas, el Gobernador no cesaba de pedir refuerzos a España y al Perú. En abril de 1607, solicitó su retiro el capitán Alonso González de Nájera (del que ya hablamos). El Gobernador le concedió el permiso para ello, pero le encargó que les mostrara en España al Rey y al Consejo de Indias el estado en que se encontraba Chile, y la necesidad de prestarle ayuda. González de Nájera desempeñó lealmente su comisión: informó de todo a la Corte, y más tarde escribió un libro en el que exponía el plan que a su entender debía adoptarse para la conquista y pacificación del reino". Ya comentamos que su planteamiento fracasó por las teorías pacifistas del jesuita Luis de Valdivia, aunque más tarde quedaron desprestigiadas, y se volvió, sin piedad, al enfrentamiento puro y duro. El documento de la imagen, desechando otras opiniones, confirma que el gobernador ALONSO GARCÍA RAMÓN murió en Concepción el día 5 de agosto del año 1610 .




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