(1320) La llegada de Alonso García Ramón a Santiago de Chile como nuevo gobernador (y esta vez en calidad de titular), fue celebrada con entusiasmo por todos los habitantes: "El Cabildo compró el caballo y la silla para que hiciera la entrada en la ciudad, y salió el alcalde, Jerónimo de Benavides, a recibirlo a las orillas del río. Se había construido para tal efecto un vistoso arco cerca del convento de Santo Domingo. El Gobernador hizo su entrada solemne el 14 de julio de 1605, y después de prestar el juramento preceptivo bajo un dosel, fue llevado a su palacio con muchas fiestas y regocijos. En Santiago esperaba recibir las diversas tropas que necesitaba para organizar el ejército con que pensaba batallar la primavera próxima". En Chile siempre se estaba escaso de soldados, para desesperación de los sucesivos gobernadores, y eran muchas las dificultades para solucionar este problema, ya que, si se conseguían tropas nuevas, resultaban siempre escasas y llegaban con enorme demora: "Desde el año 1603, Felipe III había encargado al marqués de Montesclaros, virrey de México, que enviara a Chile un refuerzo de 400 soldados. En enero del año siguiente, al nombrar gobernador de Chile a don Alonso de Sotomayor, mandó (como ya vimos) que en la misma España se organizase un cuerpo de 1.000 soldados que debían ir a Chile por la zona de Río de la Plata (Paraguay). Pero, además de ser insuficientes, llegaron en menor número y con extraordinario retraso. El refuerzo pedido a México se redujo a 154 hombres, y el de España tardó cerca de dos años en alcanzar el territorio chileno".
Ese retraso enorme se debió a las dificultades del traslado: "A
principios de octubre de 1604 se hallaban acuartelados 1.014 hombres en Lisboa
bajo las órdenes de Antonio de Mosquera. Los víveres reunidos para su
alimentación durante el viaje eran escasos, y su vestuario insuficiente. Las
tropas partieron de Lisboa hacia Brasil y Río de la Plata el 22 de noviembre. La
escuadrilla sufrió algunas averías, y tuvo que demorarse en varios puntos para
repararlas. Mosquera llegó a Maldonado (en la costa uruguaya; le faltaban
unos 300 km hasta Buenos aires) en los últimos días de febrero de 1605 y en malas condiciones.
Las enfermedades habían producido la muerte de 45 soldados (según la versión de
Mosquera), y la causa fue la mala dieta que llevaban desde Lisboa, dándose la
circunstancia de que más de 600 soldados llegaron casi desnudos".
Como todo el viaje era un continuo
tormento, Mosquera tomó precauciones : "Mandó que se adelantase una
carabela, y que esta llevara a las autoridades de Buenos Aires una cédula del
Rey y una carta del presidente del Consejo de Indias, en las que mandaban que
se hicieran allí los preparativos necesarios para recibir y socorrer a los
expedicionarios que iban de España, a fin de que pudiesen penetrar en Chile
antes de que se cerrase la cordillera por la nieve. Recibidas estas órdenes en
Buenos Aires el 9 de febrero de 1605, el gobernador interino de la provincia de
Río de la Plata, Pedro Martínez de Zabala, dispuso que inmediatamente se
enviara aviso al gobernador de Chile, para que, por cuenta del Rey, se compraran los
víveres necesarios para socorrer a la tropa, cuidando de fijarles un precio
forzoso a los vendedores, a fin de evitar la explotación a que este negocio
podía dar lugar".
(Imagen) Es buen momento para hablar del
jesuita LUIS DE VALDIVIA, hombre sin duda de grandes cualidades y valentía
suicida, pero demasiado optimista en cuanto a su fe en la 'bondad natural' de
los mapuches. Nació en Granada el año 1560. Después de estar cuatro años en
Perú, llegó a Chile en 1593 con el grupo de los primeros jesuitas que fueron a establecer
allí la orden religiosa de la Compañía de Jesús, los cuales, como vimos, fueron
recibidos en Santiago con gran entusiasmo. Parece evidente que destacaba entre
sus compañeros, ya que tenía la máxima autoridad en la iglesia que edificaron y
en el colegio de enseñanza que inauguraron, actividad muy ligada a los jesuitas
desde su fundación por San Ignacio de Loyola. Pero la gran batalla del padre
Luis de Valdivia fue su empeño inquebrantable en que los militares españoles
utilizaran como medio de pacificación de los nativos lo que se conoció como
'guerra defensiva', es decir, el derecho a oponerse a la agresividad de los
mapuches, pero evitando cualquier tipo de provocación contra ellos. Al mismo
tiempo, los clérigos se encargarían de ir convirtiendo a los mapuches en fieles
cristianos, pero no vencidos, sino convencidos. Con gran disgusto, Valdivia tuvo
que leer en la catedral de Santiago el año 1998 un texto del obispo interino
Melchor Calderón, en el que le pedía al Rey que se autorizara esclavizar a los
indios rebeldes. La dura proposición era consecuencia de que los mapuches
acababan de matar salvajemente al gobernador Martín García Óñez de Loyola y a
cuarenta españoles. El año 1606, Luis de Valdivia participó en una asamblea de
Lima que discutía precisamente el modo de pacificar a los indios de Chile, y
él, muy convencido de tener razón, siguió defendiendo el método humanista. A
pesar de la oposición de casi todos los capitanes veteranos de Chile, su
criterio fue convenciendo a las autoridades más importantes, y el Marqués de
Montesclaros, nuevo virrey de Perú, lo convirtió en ley obligatoria. La mayoría
de quienes vivían en Chile sufriendo los terribles ataques de los mapuches
odiaban la estrategia de Luis de Valdivia, y dos gobernadores, el interino Juan
de la Jaraquemada y el titular Alonso de Ribera (que repetía mandato) hicieron
cuanto podían para desactivar las teorías de Luis de Valdivia. El tiempo se
encargó de demostrar que carecían de eficacia real, y se fueron
desprestigiando, sobre todo a raíz de la
muerte de tres jesuitas a manos de los mapuches. Se impuso la realidad, y el
REY FELIPE IV (que no tenía nada de 'pasmado'), el año 1625 prohibió en
Chile el método de la guerra defensiva e impuso la ofensiva. LUIS DE VALDIVIA
murió en Valladolid el año 1642, y es de suponer que aferrado a sus ideas.
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