(1317) Eso era lo previsto y querido por
el Rey, que sustituyera a Ribera como gobernador de Chile el que ya lo había
sido anteriormente: "Pero no era don Alonso de Sotomayor el que venía a
reemplazar a Ribera en el gobierno de Chile. Se había negado a aceptar este
cargo, y, en su lugar, el virrey del Perú acababa de confiárselo a Alonso
García Ramón. Habiendo desembarcado este en Concepción el 19 de marzo de 1605,
se demoró allí algunos días ocupado en varios trabajos, y el 9 de abril se
presentaba en Paicaví para tomar el mando del ejército. Conocidas las
relaciones de estos dos capitanes y su pública ruptura en 1601, cuando Ribera
llegó a Chile a tomar el gobierno desbancando precisamente a García Ramón, era
de temer que ahora se produjeran desagradables desavenencias entre ellos, pero
no sucedió así. El virrey del Perú había encargado a García Ramón que guardase
a su antecesor todas las consideraciones posibles. Ribera, a pesar de la
irritable susceptibilidad de su carácter, no tuvo que quejarse de ningún
ultraje ni de ninguna desatención. Cuando hubo entregado el mando de las
tropas, Alonso de Ribera se trasladó a Santiago, donde residía su familia. Por
orden del Rey, debía partir brevemente a tomar el mando (recién concedido,
como compensación) de la apartada provincia de Tucumán, pero las nieves del
invierno habían cerrado los caminos de la cordillera, y le fue forzoso aguardar
la vuelta de la primavera. Queriendo alejarse de una ciudad en que residían
muchos de sus enemigos, se instaló en Colina, pueblo de indios y de
encomenderos, situado a seis leguas al norte de Santiago".
Ese tiempo de espera le sirvió a Alonso de
Ribera para escribirle al Rey un resumen de los logros que había obtenido
durante su tiempo de gobernador, diciéndole, entre otras cosas, lo siguiente:
"Cuando llegué a esta tierra por orden de Vuestra Majestad, con el cargo
que me asignó sin yo pretenderlo, había guerra en la zona del río Maule, y los
vecinos de la ciudad de Concepción estaban retirados en el convento del señor
San Francisco, que servía de fuerte". Lo que quiere decir que el acoso de
los mapuches era muy intenso. Diego Barros comenta al respecto: "Aunque el
estado en que dejaba Chile distaba mucho de ser tan lisonjero como lo
presentaba en su correspondencia, era verdad que había restablecido la
confianza entre los españoles, afianzando la tranquilidad en las poblaciones
situadas al norte del Biobío y evitando empresas temerarias que indudablemente
habrían dado origen a nuevos desastres. Para que su palabra fuera creída en la
Corte, Ribera presentó, además, una información de todos estos hechos, y otra
concerniente a la administración que había llevado a cabo de los caudales
públicos durante su gobierno. Antes de su partida, dio también por escrito a
García Ramón su parecer sobre la manera de llevar adelante la pacificación de
Chile. Le recomendaba que no deshiciese las compañías de infantería, 'que
siempre llevase de ella más que de caballería, porque es el miembro más
importante del campo del Rey', que mantuviese en todo su vigor la disciplina
militar, y que no se aventurase en conquistas y poblaciones en el interior del
territorio de los rebeldes, sin haber reducido primero la región vecina a la
frontera, para no dejar enemigos a sus espaldas". Ya vimos que, en cuanto
llegó a Chile, se dio cuenta de dos
cosas necesarias: potenciar la infantería, porque los mapuches ya tenían buena
caballería, y establecer líneas de frontera tras haber dejado detrás
pacificados a todos los indios, evitando así el riesgo de que cercaran
asentamientos de españoles.
(Imagen) En octubre de 1605, Ribera salió
hacia Tucumán, como gobernador del lugar (en la imagen vemos el mapa de
Argentina en blanco, pero señalada la zona de Tucumán en ocre): "Lo
acompañaban, además de su esposa y sus criados, 29 soldados y 11 oficiales capitanes
y alféreces, amigos suyos. García Ramón no opuso dificultades a la salida de
esta gente, por respeto al ex gobernador de Chile, y porque estaba a punto
de llegar un considerable refuerzo de
tropas españolas. Aunque Ribera dejaba en Chile muchos y muy encarnizados
enemigos, le quedaban allí amigos que siempre le fueron fieles y lo admiraban.
Por entonces, llegó a Chile un capitán español ajeno a las rencillas que habían
perturbado los ánimos anteriormente. Para informar al Rey de lo que había
hallado en Chile, le comunicó lo siguiente: 'Lo que han escrito a Vuestra
Majestad contra el gobernador Alonso de Ribera, ha sido muy diferente de lo que
yo he visto, pues penetró luchando muy adentro de los indios rebeldes, y ha
servido a Vuestra Majestad con mucho cuidado y esfuerzo, como ya lo hizo en
Flandes. Todos los prelados de los monasterios le están muy agradecidos y dicen
que había gobernado muy bien, manifestando lo mismo la mayor parte de la gente
principal de Chile. Por todo ello, merece que Vuestra Majestad lo honre y lo
premie debidamente'. Pero los enemigos de Ribera no rebajaron sus odios al
verlo alejado y destinado a un puesto muy inferior al que le correspondía por
sus méritos y sus servicios. Cinco años más tarde, el doctor Luis Merlo de la
Fuente recibió el encargo de aplicarle a Ribera el juicio de residencia
habitual con los gobernadores cesantes. Aquellos obstinados enemigos
acudieron presurosos a formular sus acusaciones contra Ribera, y acumularon
toda clase de cargos para presentarlo como un gobernante despótico,
irreligioso, inhábil para dirigir la guerra y hasta desprovisto de honradez. La
sentencia de ese juicio le fue relativamente desfavorable, pero Ribera protestó
de los procedimientos empleados en contra suya, acusó al juez de parcialidad,
hizo revisar su juicio por el Consejo de Indias, y obtuvo poco más tarde una
reparación espléndida. En efecto, no sólo no se ejecutó más que en parte la
sentencia que lo condenaba al pago de multas considerables y a la suspensión de
su destino por el tiempo que el consejo designase, sino que, en febrero de 1611,
el Rey tomó en su honor una decisión. Reconociendo la importancia de los
servicios de Alonso de Ribera en el desempeño de todos los cargos que se le
habían confiado, lo nombró por segunda vez gobernador de Chile (y, como
vimos, lo fue hasta 1617, año en que murió)".
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