martes, 17 de mayo de 2022

(1725) El gobernador estaba optimista de cara al futuro. Los soldados (muy creyentes) recibieron una gran alegría porque el Papa les concedió indulgencias. Hubo otra terrible batalla: murieron muchos españoles, como Juan Rodolfo Lisperguer.

 

     (1325) Resulta extraño que le ocurriera al veterano Alonso García Ramón, pero, según Diego Barros, no acababa de ver la realidad: "A mediados de abril, el Gobernador llegó a la nueva ciudad de Monterrey. Antes de volver de allí a Concepción, visitó los fuertes de la costa, donde la intranquilidad reinaba por todas partes, pero, mecido por las ilusiones, no quería comprender la verdad de la situación. En vez de reconocer la inutilidad de sus trabajos y la imposibilidad de someter a los indios, acusaba a su antecesor, Alonso de Ribera, de haberle  dado al Rey falsas noticias sobre progresos de la pacificación, y de haber dejado el país en un estado lastimoso. Por su parte, García Ramón se mostraba persuadido de que él había alcanzado grandes ventajas sobre los indios, y aseguraba que, si continuaba siendo socorrido, en muy poco tiempo vería el fin satisfactorio de sus sacrificios. Al llegar a Concepción, les escribió al virrey del Perú y al rey de España para darles cuenta del resultado de su reciente campaña. Les decía que en la primavera próxima haría una segunda entrada en el territorio enemigo, fundaría una nueva fortaleza mucho más al sur todavía y sometería todo el territorio hasta La Imperial y Villarrica. Queriendo mantener su ejército en el pie de guerra en que se hallaba, le solicitaba al Virrey el envío de nuevos refuerzos, y, al Rey, que le enviase otros quinientos soldados, indicándole que una parte de los que trajo Mosquera había resultado inútil para el servicio militar. García Ramón mostraba también una confianza absoluta en que, al cabo de tres años, pondría a Chile en condición de subsistir tranquilamente con un ejército mucho menor.

     Pero, como decía el poeta, el mundo se ve según el cristal con que se mira. Y Diego Barros nos recuerda que por allí continuaba el jesuita que defendía incansablemente su método de 'conquista cristiana', considerado por él como infalible para lograr que los mapuches aceptaran la paz: "El padre Luis de Valdivia, testigo de todos los sucesos de la guerra desde los primeros días del gobierno de García Ramón, participaba de ilusiones análogas a las de este. Creía que la pacificación del país había hecho grandes progresos, pero sostenía con una constancia incontrastable que esos progresos eran el resultado del indulto concedido a los indios por el Rey y de los parlamentos (que incluían la doctrina cristiana) en los que se les había ofrecido la paz. Era tanta su confianza en este sistema de reducción, que no habían bastado a quebrantarla las revueltas constantes de los bárbaros, su tenacidad para volver a sublevarse, y la porfía persistente con que hacían la guerra. A mediados de mayo de 1606, el padre Valdivia se embarcaba de nuevo para el Perú. Llevaba consigo el manuscrito de una gramática y de un vocabulario de la lengua de los indios de Chile que se proponía hacer imprimir en Lima para la enseñanza de los misioneros, y una extensa relación de los sucesos de la última campaña, a que él mismo había asistido. En el Perú primero, y más tarde en España, iba a ser el sostenedor fervoroso e infatigable de ese sistema de conquista".

 

     (Imagen) En la práctica, los españoles consideraron justa la guerra contra los indios rebeldes desde los inicios de la conquista de América, pero nunca cesaron las discusiones teóricas al respecto. Felipe III consiguió que el papa Paulo V zanjara la cuestión en cuanto al problema mapuche, quizá por su especial agresividad, y, además, premiando con indulgencias a los que luchaban en Chile: "Esto produjo gran contento entre los piadosos soldados que, en medio de tantas miserias y penalidades, peleaban sin descanso por la causa de la conquista. 'Estas grandísimas indulgencias (le escribía García Ramón al Rey) que Su Santidad concedió a los que servimos a Vuestra Majestad en esta guerra, las estimamos como la obra de más piedad y bien que podíamos recibir. Yo quedo con esto contento en sumo grado, porque veo que está ya justificada  la guerra que aquí se hace a estos bárbaros'. Paradójicamente, sufrieron por entonces los españoles una catástrofe inesperada. Los indios encontraron la ocasión que esperaban. El 29 de septiembre (1606), Lisperguer salía de la plaza con ciento cincuenta soldados, y se dirigía a hacer cargar el carbón que ya estaría preparado. Poco después, sus avanzadas fueron acometidas por los indios, pero, disparando contra estos los fuegos de arcabuz, no tardaron en hacerlos retroceder. Sin embargo, el grueso de las fuerzas españolas llevaba apagadas las mechas, y los bárbaros, notando prontamente este descuido de sus contrarios, cargaron de golpe sobre ellos, y, atropellándolo todo con sus lanzas y macanas, los fraccionaron en pequeños grupos. En esas condiciones, era imposible hacer una resistencia ordenada. A pesar de esto, los soldados españoles se defendieron con el valor heroico que infunde la desesperación, pero, agobiados por las masas compactas de indios, sucumbían uno tras otro bajo los formidables y repetidos golpes que les dirigían por todos lados. Lisperguer animaba a los suyos con su voz y con su ejemplo, y cuando le mataron su caballo, siguió peleando a pie. Recibió una lanzada en el pescuezo y un macanazo en la cabeza que le destrozó la celada, y al fin cayó acribillado de golpes y de heridas. Pasados los primeros momentos de resistencia, la jornada se convirtió en una espantosa carnicería. El campo quedó cubierto de cadáveres destrozados. Ni uno solo de los españoles consiguió volver al fuerte, y, salvo unos quince que quedaron prisioneros, todos los demás fueron sacrificados por los implacables vencedores. Por el número de los muertos, fue aquel el mayor desastre que sufrieron los españoles en Chile". Con lo dicho, se aclara también cuándo y cómo murió JUAN RODOLFO LISPERGUER, pariente de nuestra conocida La Quintrala, la más popular y siniestra de su chilena familia.




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