(1322) Desde España, se tenía una idea
confusa acerca de la verdadera situación de los españoles en aquellas atormentadas
tierras : "El Rey estaba profundamente convencido de que los andrajosos soldados
que habían llegado consumarían la conquista de Chile, y de que el dinero que había
destinado a esta guerra bastaba para pagarlos y vestirlos convenientemente.
Felipe III, además, había mandado que los gobernadores de Chile no volviesen a
imponer contribuciones extraordinarias, ni exigiesen de los pobladores servicios
militares obligatorios y gratuitos. García Ramón, por su parte, le comunicaba
al Rey que la cantidad de dinero destinada no alcanzaba para pagar a los dos
mil hombres que debían componer el ejército. El virrey del Perú (conocedor
de la verdadera situación de Chile) no vacilaba en apoyar las peticiones
del gobernador García Ramón, y escribía. 'Conviene al servicio de Vuestra
Majestad y al rápido remedio con que se debe acudir a poner en paz de una vez a
los indios rebelados, que tanto daño han hecho, que se aumenten los ciento
cuarenta mil ducados que se han asignado, porque, con solo estos, ni aun con
doscientos mil, es posible poder atender a todo lo necesario'. Los oficiales
reales de Santiago se quejaban igualmente al Rey de esa insuficiencia, ya que,
además, las rentas públicas de Chile eran verdaderamente miserables. Pero al mismo tiempo que se
pedían al Rey nuevos recursos para terminar la conquista, se hacían tantos
elogios de la riqueza del suelo de Chile y de la suavidad de su clima, que no
parecía razonable dejar de facilitar aquellos auxilios. El capitán Antonio de
Mosquera, al llegar a Chile en 1605, escribía al Rey estas palabras: 'Es esta
la mejor tierra que jamás he visto, y, con la paz, acrecentará Vuestra Majestad
mucha hacienda'. Los militares y los letrados repetían sin cesar los mismos
conceptos y hacían concebir las mismas esperanzas, de tal manera que los consejeros
del Rey creyeron indispensable hacer un nuevo sacrificio para asegurar la
conquista definitiva. El 5 de diciembre de 1606, el Rey elevaba por fin la
dotación para Chile a la suma de doscientos doce mil ducados anuales, y elevaba,
además, algunos de los sueldos a los oficiales y soldados que servían en su
ejército".
Mientras Alonso García Ramón continuaba
haciendo sus preparativos para salir de campaña, recibió un documento, fechado
en enero de 1605 por el cual el Rey lo nombraba Gobernador Titular de Chile:
"Esta confirmación del cargo supremo debió de estimular su empeño en
llevar a cabo el proyecto de conquista que venía meditando desde hacía un año.
Con las tropas recién venidas de España, más las que se habían unido en la
capital, podía contar con unos mil doscientos hombres bien armados y vestidos.
Jamás Santiago había visto un ejército más numeroso y en el que se pudiesen
fundar más esperanzas de victoria. Partió de la ciudad el 6 de diciembre lleno
de entusiasmo, y se cuenta que entre sus bagajes llevaba muchas cadenas para
atar a los indios que tomara prisioneros. El 23 de diciembre llegó el
Gobernador a Concepción, y dispuso que el coronel Pedro Cortés, que mandaba en las
guarniciones de los fuertes situados al sur del Biobío, dejase en ellos las
tropas necesarias para su defensa, y que, con el resto, más quinientos indios amigos, marchase hacía
Millapoa, donde debía reunirse todo el campo español para dar principio a las
operaciones. El mismo Gobernador salió para esos lugares el 7 de enero de 1606
y fue a acampar con sus tropas en las inmediaciones del fuerte de Nuestra
Señora de Halle. Allí el capitán Álvaro Núñez de Pineda le dijo que uno de los
principales caciques, llamado Nabalburí, que había hecho guerra implacable a
los españoles, estaba en tratos con él y parecía dispuesto a hacer las
paces".
(Imagen) Los españoles en Chile tenían
conciencia de que, si no conseguían mayores refuerzos militares y más dinero,
sería casi imposible lograr el sometimiento de los mapuches. Su mayor esperanza
estaba en el Rey de España, y, entre otros enviados con esas peticiones, hubo
un hombre extraño y diferente a todos los demás. El historiador chileno Diego
Barros dice de él: "El cabildo de Santiago, para que apoyase sus deseos
ante el Rey, envió a un personaje
misterioso que, habiendo venido a Chile en 1601 y regresado a España en 1603,
había vuelto de nuevo con la expedición de Antonio de Mosquera. Vestía como un
ermitaño, recorría las ciudades haciendo actos de caridad, y sólo era conocido
con los nombres de Hermano Bernardo o Bernardo el Gran Pecador. ¿Era un agente
secreto del Rey, encargado de darle informes seguros sobre lo que pasaba en
estos países? ¿Sería realmente un pecador arrepentido que buscaba en
mortificaciones y obras de caridad el perdón de antiguas faltas? Es difícil
saberlo. El cabildo de Santiago, al nombrarlo apoderado suyo ante el Rey, lo
recomendaba en los términos siguientes: 'A este reino llegó hace unos cuatro
años un ermitaño que ya Vuestra Majestad ha conocido, y que es el que lleva
este documento. Se llama a sí mismo El Gran Pecador. Todos consideran que es de
vida santa y de gran ejemplo, porque, durante el tiempo que aquí estuvo, se dedicó
a obras de gran mérito, yendo en persona a las ciudades del norte, de donde
trajo sirvientes para el hospital de esta ciudad, y dando limosnas a hombres y
mujeres necesitadas. Fue él quien informó a Vuestra Majestad de las grandes
necesidades de Chile, y regresó con la ayuda de los mil hombres que vinieron
bajo el mando de Antonio de Mosquera.
Por ello, ahora nos ha parecido
bien que volviese a España. Como esta ciudad no tiene posibles para pagar a una
persona que vaya ante Vuestra Majestad, le hemos pedido a él que lo haga por
vía de caridad, y así lo hace. Suplicamos a Vuestra Majestad que le dé crédito
en lo que informase, porque, como hombre celoso de vuestro real servicio y tan
buen cristiano, dirá la verdad". Parece exagerada la hipótesis de que el
ermitaño Bernardo fuera un espía del rey Felipe III, pero lo poco que se sabe
de él deja claro que era un hombre de notables cualidades, y apto para ser
enviado a la Corte en representación de las autoridades chilenas. Curiosamente,
en los archivos genealógicos aparecen datos sobre su persona. Se llamaba Bernardo Sánchez. Nació hacia 1546 en Trujillo
(Cáceres). Se casó el año 1588 en Ecuador con Catalina Pérez. Un hijo suyo,
Juan Ruiz de Barragán, fue regidor en el cabildo de Buenos Aires. EL GRAN PECADOR BERNARDO (que así firmaba) murió en Perú el año 1609.
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