viernes, 27 de mayo de 2022

(1734) Hubo un conflicto entre el gobernador García Ramón y el quisquilloso veedor Francisco de Villaseñor y Acuña. En un enfrentamiento contra los mapuches, el maestre de campo Diego Bravo de Sarabia perdió muchos hombres.

 

     (1334) Si bien el gobernador Alonso García Ramón pudo imponer su autoridad sobre los oidores de la Real Audiencia en este caso concreto, se vio postergado en otro incidente: "Sabía que algunas personas le escribían al Rey cartas en las que se le hacían serias acusaciones. Acababa de interceptar dos de ese tipo de cartas, pero enviadas al virrey del Perú, escritas por don Francisco de Villaseñor y Acuña, veedor general del ejército y personaje inquieto e intrigante. El Gobernador, queriendo que se le castigase por ello y que, además, se le privara de su cargo de veedor, las presentó a la Real Audiencia para entablar querella criminal alegando que no eran exactos los hechos que en ellas se referían. Los oidores de la  Audiencia consideraron que era ilícita la violación de correspondencia, y se abstuvo de promover el juicio que el Gobernador pretendía entablar. No obstante, el doctor Merlo de la Fuente se encargó de arreglar las cosas amistosamente".

     Afortunadamente, todo volvió a la calma: "Estas divergencias, sin embargo, fueron de poca importancia, de manera que el Gobernador y los oidores se mantuvieron habitualmente de acuerdo. García Ramón indicó que convendría que uno de ellos hiciera una visita general a todo el reino para que, con pleno conocimiento de las cosas, pudiera informar al soberano. Aceptado este pensamiento, se comisionó al doctor Gabriel de Celada, y, en efecto, este visitó las provincias del sur hasta la frontera de guerra durante los meses de noviembre y diciembre de 1609. El informe que dio al Rey después de esta visita, no habría complacido mucho al Gobernador si hubiera podido conocerlo (falleció el año 1610), pero es un documento útil y valioso para la historia. Preocupado siempre con los negocios de la guerra, el Gobernador aprovechó su estancia en Santiago para adelantar los preparativos militares, y logró como soldados a sueldo cincuenta hombres, todos ellos criollos, que 'aseguro, le decía al Rey, son de más servicio que cien de los que vienen del Perú, porque entran en la guerra mejor dispuestos y están ya hechos a esta tierra'. Seguido por este pequeño refuerzo, partió para Concepción el 1º de noviembre de 1609".

     El gobernador se sobreponía a sus limitaciones: "García Ramón estaba viejo y achacoso, pero su ánimo no decaía, y estaba resuelto a dirigir personalmente las operaciones de esta campaña. Llegó a Concepción, donde esperaba recibir un nuevo socorro de tropas que había pedido al Perú, y dispuso que entre tanto su maestre de campo, don Diego Bravo de Sarabia, repitiese las correrías militares en el distrito de Tucapel. Se creía que los indios de esta comarca, que tanto habían sufrido en los ataques anteriores, no se hallaban en estado de oponer una resistencia tenaz. Bravo de Sarabia recorrió con buen éxito los campos de Tucapel, batiendo y persiguiendo a los indios, pero, habiendo penetrado en la cordillera de la costa a la cabeza de 350 soldados, fue envuelto en una emboscada por los indios de Purén, en un sitio llamado Cuyuncabí, y, después de haber opuesto una desordenada resistencia, sufrió un verdadero desastre a mediados de diciembre de 1609. Fueron unos  treinta y cuatro los españoles muertos o apresados en esa jornada y más de setenta los heridos. Los bárbaros, además, cogieron un copioso botín de armas, caballos y municiones y, aunque hostilizados por otro destacamento español que mandaba el capitán don Pedro de Escobar Ibacache, volvieron vencedores a sus tierras".

 

     (Imagen) FRANCISCO DE VILLASEÑOR Y ACUÑA, nacido el año 1558 en Miguel Esteban (Toledo), llegó a Chile el año 1604 como funcionario Veedor (una especie de inspector de otros funcionarios, así como de políticos y militares), y pronto le hizo algún informe al Rey en el que alababa mucho las actuaciones del gobernador Alonso de Ribera. Resumiré a lo esencial su escrito: "Llegué, y hallé a su Gobernador en campaña, con cerca de seiscientos soldados efectivos. Don Alonso de Ribera, por lo que hasta ahora he visto y oído, se entrega muy por entero al servicio de Vuestra Majestad con mucho cuidado y vigilancia, lo cual no hubo en tiempo de otros gobernadores". Luego peca de optimismo: "El estado de la guerra está muy a punto para la victoria, y el enemigo falto de ánimo viendo que V.M. ha enviado refuerzos a este reino de Chile. Todo el ejército invernará este año en el estado de Arauco, y con él el maestre de campo, Pedro Cortés de Monroy, hombre muy sensato, y el sargento mayor Alonso González de Nájera, que también lo es. El gobernador se ocupa personalmente en otros lugares de cosas que sin su asistencia  no se podrían hacer. Consultó conmigo ir al territorio de Arauco, y me pareció muy bien, porque conviene para que esta guerra acabe, y será muy necesario  enviar gente de España para poblar las ciudades de La Imperial, Valdivia y Angol, y algunas otras, siendo necesarios mil quinientos hombres, porque los que vienen de los reinos del Perú no sirven para esta guerra. En el primer navío que saliere de este reino avisaré muy largo a V.M. dando cuenta de todo y de cada cosa en particular y de lo que se ha gastado y gasta de la Hacienda Real. También será de mucha consideración, para la ejecución de mi oficio, que pueda yo hacer todo con la diligencia que el aumento de la Real Hacienda ha menester, para lo que necesitaría que V.M. me enviara una cédula por la que los oficiales reales de este reino de Chile cumplan lo que yo les ordenare, y, asimismo para que ni ellos ni el gobernador puedan tener controversias conmigo, dado que en muchos casos surgen. Quisiera también licencia para poder ir a tratar con el Virrey del Perú cosas tocantes a la Real Hacienda, de manera que, en tal caso, pueda sustituirme persona que ejerza en Chile mi oficio, atendiendo siempre al servicio de Vuestra Real Majestad, cuya católica persona guarde Nuestro Señor muchos años para la defensa de la Iglesia y la prosperidad de este su reino de Chile. Ciudad de la Concepción, a veinte de marzo de 1604. Don Francisco de Villaseñor y Acuña". Sin embargo, Villaseñor, que era un hombre quisquilloso (según dice Diego de Barros), tuvo después un serio conflicto con el gobernador García Ramón, resuelto, como hemos visto, por el oidor Merlo de la Fuente.




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