Afortunadamente, todo volvió a la calma:
"Estas divergencias, sin embargo, fueron de poca importancia, de manera
que el Gobernador y los oidores se mantuvieron habitualmente de acuerdo. García
Ramón indicó que convendría que uno de ellos hiciera una visita general a todo
el reino para que, con pleno conocimiento de las cosas, pudiera informar al
soberano. Aceptado este pensamiento, se comisionó al doctor Gabriel de Celada,
y, en efecto, este visitó las provincias del sur hasta la frontera de guerra
durante los meses de noviembre y diciembre de 1609. El informe que dio al Rey
después de esta visita, no habría complacido mucho al Gobernador si hubiera
podido conocerlo (falleció el año 1610), pero es un documento útil y
valioso para la historia. Preocupado siempre con los negocios de la guerra, el
Gobernador aprovechó su estancia en Santiago para adelantar los preparativos
militares, y logró como soldados a sueldo cincuenta hombres, todos ellos
criollos, que 'aseguro, le decía al Rey, son de más servicio que cien de los
que vienen del Perú, porque entran en la guerra mejor dispuestos y están ya
hechos a esta tierra'. Seguido por este pequeño refuerzo, partió para
Concepción el 1º de noviembre de 1609".
El gobernador se sobreponía a sus
limitaciones: "García Ramón estaba viejo y achacoso, pero su ánimo no
decaía, y estaba resuelto a dirigir personalmente las operaciones de esta
campaña. Llegó a Concepción, donde esperaba recibir un nuevo socorro de tropas
que había pedido al Perú, y dispuso que entre tanto su maestre de campo, don
Diego Bravo de Sarabia, repitiese las correrías militares en el distrito de
Tucapel. Se creía que los indios de esta comarca, que tanto habían sufrido en los
ataques anteriores, no se hallaban en estado de oponer una resistencia tenaz.
Bravo de Sarabia recorrió con buen éxito los campos de Tucapel, batiendo y
persiguiendo a los indios, pero, habiendo penetrado en la cordillera de la costa
a la cabeza de 350 soldados, fue envuelto en una emboscada por los indios de
Purén, en un sitio llamado Cuyuncabí, y, después de haber opuesto una
desordenada resistencia, sufrió un verdadero desastre a mediados de diciembre
de 1609. Fueron unos treinta y cuatro
los españoles muertos o apresados en esa jornada y más de setenta los heridos.
Los bárbaros, además, cogieron un copioso botín de armas, caballos y municiones
y, aunque hostilizados por otro destacamento español que mandaba el capitán don
Pedro de Escobar Ibacache, volvieron vencedores a sus tierras".
(Imagen) FRANCISCO DE VILLASEÑOR Y ACUÑA,
nacido el año 1558 en Miguel Esteban (Toledo), llegó a Chile el año 1604 como
funcionario Veedor (una especie de inspector de otros funcionarios, así como de
políticos y militares), y pronto le hizo algún informe al Rey en el que alababa
mucho las actuaciones del gobernador Alonso de Ribera. Resumiré a lo esencial
su escrito: "Llegué, y hallé a su Gobernador en campaña, con cerca de
seiscientos soldados efectivos. Don Alonso de Ribera, por lo que hasta ahora he
visto y oído, se entrega muy por entero al servicio de Vuestra Majestad con
mucho cuidado y vigilancia, lo cual no hubo en tiempo de otros gobernadores".
Luego peca de optimismo: "El estado de la guerra está muy a punto para la
victoria, y el enemigo falto de ánimo viendo que V.M. ha enviado refuerzos a este
reino de Chile. Todo el ejército invernará este año en el estado de Arauco, y
con él el maestre de campo, Pedro Cortés de Monroy, hombre muy sensato, y el
sargento mayor Alonso González de Nájera, que también lo es. El gobernador se
ocupa personalmente en otros lugares de cosas que sin su asistencia no se podrían hacer. Consultó conmigo ir al
territorio de Arauco, y me pareció muy bien, porque conviene para que esta
guerra acabe, y será muy necesario enviar gente de España para poblar las
ciudades de La Imperial, Valdivia y Angol, y algunas otras, siendo necesarios
mil quinientos hombres, porque los que vienen de los reinos del Perú no sirven para
esta guerra. En el primer navío que saliere de este reino avisaré muy largo a
V.M. dando cuenta de todo y de cada cosa en particular y de lo que se ha
gastado y gasta de la Hacienda Real. También será de mucha consideración, para
la ejecución de mi oficio, que pueda yo hacer todo con la diligencia que el
aumento de la Real Hacienda ha menester, para lo que necesitaría que V.M. me
enviara una cédula por la que los oficiales reales de este reino de Chile cumplan
lo que yo les ordenare, y, asimismo para que ni ellos ni el gobernador puedan tener
controversias conmigo, dado que en muchos casos surgen. Quisiera también licencia
para poder ir a tratar con el Virrey del Perú cosas tocantes a la Real Hacienda,
de manera que, en tal caso, pueda sustituirme persona que ejerza en Chile mi
oficio, atendiendo siempre al servicio de Vuestra Real Majestad, cuya católica persona
guarde Nuestro Señor muchos años para la defensa de la Iglesia y la prosperidad
de este su reino de Chile. Ciudad de la Concepción, a veinte de marzo de 1604. Don
Francisco de Villaseñor y Acuña". Sin embargo, Villaseñor, que era un
hombre quisquilloso (según dice Diego de Barros), tuvo después un serio conflicto
con el gobernador García Ramón, resuelto, como hemos visto, por el oidor Merlo
de la Fuente.
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