(1198) Los soldados podían convertirse en un
grave problema si se producían deserciones sobre la marcha: "El gobernador
Sarabia, para que estuvieran más animados, envió con ellos a su hijo Ramiro
Yáñez, mancebo de mucha virtud. El mando sobre todos ellos lo llevaba el
general Martín Ruiz de Gamboa, quien, por su inteligencia, atención y cuidado,
supo animar a los amigos y contrarios para ir a hacer aquel socorro a las dos
ciudades. El general don Miguel fue con él, y caminaron por la montaña hasta
que, fatigados por el sueño, pararon a vista del valle de Cayocupie, a cuatro
leguas de Cañete. Por la mañana, después de haber castigado (ejecutado) a
unos indios, que, disimulados, se habían juntado con ellos, y eran espías que
iban a saber el número que eran y el camino que hacían, partió, y llegó a la
ciudad sin que en ella tuviesen noticia de su llegada. Tan descuidados estaban, que si fueran los
indios contra ella, gozarían de una vitoria mejor que la de Catiray. Por su
parte, el gobernador había ido a Angol para recoger los arcabuces que había, por
pensar que serían necesarios, y, pareciéndole que Cañete estaría falta de provisiones,
mandó a Pedro Guajardo, natural de Córdoba, que fuese a la ciudad de Valdivia
para cargar un navío con todo lo que pudiese y enviarlo a Cañete. La principal misión de Martín Ruiz era socorrer
el fuerte de Arauco, dejando así abierto aquel camino para comunicarse unos con
otros. Y también juntar más de gente con el fin de sujetar y castigar a los
indios de aquella provincia".
Se respira en el ambiente que los vecinos
de algunas ciudades vivían muy asustados: "Llegado a Cañete Martín Ruiz,
fue recibido, por la poca gente que en ella había, conforme a la necesidad que
de su venida tenían para seguridad de sus vidas, mujeres e hijos. Después se
preparó para ir al fuerte de Arauco con el propósito de que, abierto aquel
camino, se pudiesen socorrer unos a otros, pues se temía que los indios
cercasen el fuerte, y sería posible acabar derrotados por falta de provisiones,
debido a que no estaban en sazón las que en el campamento había, y solo podrían
obtenerlas a lanzadas con los indios que estaban al acecho. Preparó cien
soldados a la ligera, no llevando más carga que sus armas, y también algunos
caballos por si fuesen necesarios. Pasaron el río que está junto a la ciudad, y
después pararon para dormir a dos leguas de Arauco. Los indios, por orden del
cacique Millalelmo, cuando desbarataron al general don Miguel en Catiray habían
enviado mensajeros por toda la provincia, manifestando el buen éxito que habían
tenido, mandándoles como presente muchas cabezas de cristianos para que
creyesen que era verdad lo que les decían, y rogándoles que tomasen las armas y
no perdiesen tan buena oportunidad como tenían para quedar libres de los
españoles. Dándose cuenta de que el momento les era favorable, todos quisieron aprovechar
la ocasión, y, muy convenidos, se juntaron gran número de indios en un lugar llamado Quiapo". Había otra cosa
que tenían muy clara los indios. Necesitaban impedir que hubiera comunicación
libre entre las ciudades de Cañete y Arauco, que era lo que los españoles
deseaban para unir sus tropas fácilmente si fuera necesario. Tomaron también la
precaución de infiltrar indios espías en el campamento español, y anticiparse
así a sus movimientos.
(Imagen) Acabamos de hablar de Juan
Álvarez de Luna explicando que murió en 1598, por lo que no pudo ser testigo de
la muerte de sus tres hijos. Aunque esa fecha nos queda lejos todavía, la
historia fue tan terrible, que procede comentar lo que ocurrió. Los mapuches
cercaron la ciudad de Villarrica, y, español que salía, español que procuraban
matar. Al final (año 1602) murieron todos, menos las mujeres que se entregaban
a los indios para no morir de hambre, y un niño, JUAN DE MALUENDA. Gracias a él
y a algunas de esas mujeres (una de ellas fue la madre del niño), se pudo
conocer el infierno en que vivieron. El gran problema era el hambre. El capitán
RODRIGO DE BASTIDAS (a quien acaba de mencionar el cronista Marmolejo) había
logrado construir una eficaz defensa dentro de la ciudad, quedando todos bien
protegidos, pero salir en busca de
alimentos era una muerte casi segura. Los soldados llegaron al extremo
de pensar en echar a suertes a quién matar para comérselo, pero Bastidas les
quitó la idea con un remedio desesperado: el de comerse a los indios que
pudiesen matar. En el colmo del espanto, una madre enloquecida lo hizo con la niña que le acababa de nacer. También los
indios debían de estar hartos de tan largo asedio, y su cacique, Cuminahuel (Puma Rojo), le ofreció a
Rodrigo de Bastidas libre paso hacia la ciudad de Valdivia si se rendían, pero
su respuesta fue que preferían la muerte a la rendición. Luego se repitió la
histórica escena de Guzmán el Bueno, porque los indios amenazaron a Bastidas
con matar a un hijo suyo que tenían preso, y tampoco cedió. La consecuencia fue
un ataque masivo de los indios, que consiguieron incendiar el fuerte, en el que
ya solo estaban el niño Juan de Maluenda
(que logró escapar), diez hombres y nueve mujeres, tan bravas como ellos, y, en
la pelea, los mataron a todos, salvo a Rodrigo de Bastidas, Juan Sarmiento de
León y sus mujeres, a los que se llevaron presos. En cuanto a Rodrigo de
Bastidas, hubo indios que, por admiración, eran partidarios de perdonarle la la
vida, pero se impuso el criterio de quienes querían matarlo. El cacique Cuminahuel
indicó que la mejor manera de recordar aquella gloriosa victoria era untar sus flechas
en la sangre de tan valiente guerrero. Lo mataron con un golpe de maza, le
extrajeron el corazón y se lo comieron. Luego, cortándole la cabeza, la
ensartaron en una larga pica que clavaron en el suelo, y después se pusieron a
bailar y cantar victoriosos a su alrededor. ¿Cómo pudo ocurrir que no les llegara ayuda (durante tres años)
desde las otras poblaciones españolas? La ciudad de Valdivia está a solo 129
km.
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