martes, 25 de enero de 2022

(1628) En una batalla muy sangrienta, los españoles, bajo el mando de Juan Álvarez de Luna, estaban a punto de perder, pero el mulato Juan Beltrán de Magaña fue a atacar a familiares de los indios, y estos, al oír los gritos, se retiraron.

 

     (1228) Los indios estaban esperando que el mariscal Martín Ruiz de Gamboa, al que tanto temían, se marchara, porque así les sería más fácil atacar al maestre de campo Juan Ávarez de Luna: "Por eso no quiso Gamboa esta vez levantar su campamento hasta llamar a su presencia al capitán Juan de Matienzo,  para que se quedara en aquel lugar ayudando a Juan Álvarez de Luna, por ser necesaria más fuerza que la que él tenía. Hecho esto, partió Gamboa hacia la ciudad de Valdivia, donde juntó alguna gente para ir con ella al territorio de Arauco, donde estaba el campamento del gobernador esperando a que pasase el invierno".

     Una y otra vez se confirma que la guerra contra los mapuches era un infierno, resultando brutal por ambas partes: "Muchos días hacía ya que el capitán Juan Álvarez de Luna estaba con noventa hombres en el valle de Llangague padeciendo innumerables trabajos por los ataques de los enemigos, y asimismo estaban ellos irritados con los nuestros por los frecuentes asaltos que les hacían destruyéndoles las haciendas y empalando a los que topaban descuidados. Los indios se recogieron en un fuerte que fabricaron en un lugar alto y de subida muy áspera. Para darles socorro en tal coyuntura, acudió el capitán Juan de Matienzo con alguna gente de la ciudad, formándose así dos razonables escuadrones. Por haber un río entre la fortaleza de los indios y el asentamiento de los españoles, fue forzoso que los nuestros lo vadeasen para acometer a los contrarios. Viendo los indios lo que hacían, acudieron con furia y ligereza de leones, llegando cuando ya la mitad de la gente había salido del agua. En esta ocasión se trabó una batalla de las más reñidas y sangrientas que se han visto en este reino de Chile, en la que, tanto los españoles y los indios amigos como los contrarios, pelearon sin cesar por espacio de medio día con el mayor ahínco que se puede imaginar. Y estaban tan encarnizados los de ambos bandos, que quebraron la mayor parte de sus armas, y por falta de ellas echaban mano de las cabezas que estaban por el suelo cortadas y se las tiraban unos a otros. Con la furia se vio en este conflicto que la sangre corría por el suelo como si hubieran allí degollado gran número de reses. Y no habría quedado ningún español vivo si no concediera nuestro Señor la habilidad y el ánimo de un mulato llamado Juan Beltrán. Con la ayuda de otros tres hombres, acometió a la fortaleza mientras los indios andaban fuera de ella, y mató a algunas de las mujeres y gente de guardia, cuyo alarido descompuso a los indios que andaban encarnizados en la refriega tan encarnizados. Al oír el gran estruendo de los que estaban dentro del fuerte, quedaron aterrados y comenzaron a retirarse para socorrerlos. Para entonces, ya habían muerto de su bando más de mil quinientos, siendo los de nuestro ejército solo cuatro, además de los heridos, que fueron veinticinco. Y así quedó el campo en mano de los españoles, y la victoria declarada por suya en este día, que fue el 28 de agosto de 1578. Al tiempo de entrar en el fuerte el mulato Juan Beltrán, se le había abrazado un indio de grandes fuerzas, y viendo Beltrán que le tenía impedido para defenderse de los que venían contra él, se arrojó con el indio por una ladera y lo llevó rodando con él un largo trecho sin descalabrarse, gracias a la protección que le daba la celada, y llegando al lugar donde pudo hacer pie, hizo también lo que convenía con sus manos, poniéndolas en el indio con tal vigor que lo mató al primer golpe. Después de todo esto, se fueron los españoles la la ciudad de Valdivia, quedando por capitán del campamento Juan de Almonacid en compañía de algunos soldados".

 

     (Imagen) Fueron varios los negros o mulatos que alcanzaron gran protagonismo  en las Indias. Ya vimos la odisea del negro Estebanico junto a Álvar Núñez Cabeza de Vaca por La Florida, y ahora  nos sorprende el mulato JUAN BELTRÁN DE MAGAÑA con su  valentía y astucia militar, dejando la moral de los mapuches por los suelos cuando vieron que estaba atacando a sus familias. Casado con Mariana Aguirre, tuvo un hijo llamado Martín de Briones, y otro natural, con el mismo nombre que él y una brillante carrera militar. El año 1563 presentó un expediente de méritos en el que se aclaran algunos puntos dudosos. Nació en Guadalajara, pero no en 1537, como se suele afirmar. Según algunas referencias, era hijo de Francisco González de Estacio y de Mencía de la Peña, lo cual no deja claro por dónde le llegaba el mestizaje a Juan. Él se limita a decir que llegó a Perú, conoció a Pedro de Valdivia, y, cuando fue derrotado y ejecutado Gonzalo Pizarro, partió para Chile en 1549 con el mismo Valdivia, al parecer como paje suyo. Afirma que cuando llegaron, ya estaba fundada la primera ciudad, Santiago de Chile, y que luego él participó en la conquista y fundación de las siguientes: Concepción, Angol, La Imperial, Villarrica y Valdivia. Habiéndose fundado Concepción en 1550, Juan tuvo que nacer hacia el año 1530. Deja constancia de que, al morir Valdivia en 1553, "se enfrentó a muchos peligros porque hubo un alzamiento general y continuo de los indios, en cuyo proceso batalló habiendo participado con sus armas y caballos", lo cual quiere decir que estaba ya bien situado económicamente. Hacia el año 1567 fue objeto de graves acusaciones por conducta social escandalosa, e incluso se decía que Pedro de Valdivia lo había azotado por cosas parecidas. Se le condenó a tres años de destierro de las Indias, y al parecer, fue apresado en España. Pero en la imagen vemos que, pasado un tiempo, en 1570, el Rey, teniendo en cuenta sus alegaciones, y valorando, además, los extraordinarios servicios que había prestado en Chile, le dio licencia para volver libremente a las Indias. Nada más regresar a Chile, se entregó de nuevo intensamente a los duros enfrentamientos contra los mapuches, y llegó a convertirse en una leyenda. El cronista ha contado la heroica y hábil actuación que tuvo JUAN BELTRÁN DE MAGAÑA en 1574 salvando del desastre a la tropa española, pero no menciona que murió cuatro años después en Villarrica luchando contra los indios, ni que su hijo Juan Beltrán, que estaba al mando de esa ciudad como capitán, tuvo allí el mismo final hacia el año 1590.







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