(1221) Una fuerte tempestad de nieve
obligó a los capitanes que andaban luchando por sitios diversos a volver, con
bastantes apuros, al campamento general: "Como estaba el gobernador
aguardando a su yerno Martín Ruiz de Gamboa con gente de socorro para entrar en
Arauco, se fue este a la ciudad de Valdivia a preparar sus escuadrones, dejando
en el valle de Llangague al maestre de campo y al capitán Hernando de Aranda para
que vigilasen aquellas tierras".
De
pasada, el cronista se queja de algo que considera injusto: "Llegado el
mariscal a Valdivia, hizo una derrama entre todos los vecinos y mercaderes para
que contribuyesen con la ropa, armas, caballos y otras provisiones que
necesitaban los soldados. Lo cual causó gran desabrimiento a todos los
moradores, por ser ya como ley en Chile el echar semejantes derramas cada año
en esta ciudad más que en otras. Y teniendo ya el mariscal su gente a punto,
supo que un cacique llamado Andinango andaba haciendo estragos en el valle de
Mague, y había pervertido a otro cuyo nombre era Nitinangue. Como el mariscal era
muy puntual en acudir a donde quiera hubiese ocasión de castigar a los enemigos,
demoró la campaña que iba preparando y fue a remediar este alboroto por ser
grave el detrimento que los indios de paz recibían de los rebelados. Después de
estar allí veinte días haciendo algunos castigos, pero sin poder apresar al
autor del alboroto, se volvió a la ciudad para proseguir lo previsto, dejando
en este valle de Mague al capitán Gaspar Viera, al cual entretuvieron los
indios aparentando que querían la paz. Luego el mariscal Gamboa se puso en
marcha con sus hombres, dejando por capitán de la ciudad de Valdivia a Juan de Matienzo, por ser
persona experimentada y suficiente para ello. Conociendo este capitán el engaño
de los indios que le hablaban a Gaspar Viera, y, asimismo, un conflicto que
hubo entre los dos caciques rebelados, en el cual murió Andinango a manos de Nitinangue, partió
de la ciudad con setenta hombres con deseo de pacificar el valle de Mague. Al
no poder asir a Nitinangue, preparó un fuerte en el que puso veinte españoles bajo
el mando de Juan de Montoya".
Ocurrió entonces un fenómeno cósmico (del
que hablaremos en la imagen) que impresionó intensamente a todos, y,
especialmente a los indios, y se trataba de la aparición en el cielo de un
espectacular cometa: "Estando, pues, los indios amedrentados con esto, el
capitán Matienzo aprovechó la ocasión para volver a la ciudad de Valdivia porque
se acercaba la Pascua de Navidad, donde pudo
estar poco tiempo descansando. El segundo día de la Pascua tuvo noticia de que se
dirigían muchos indios hacia el fuerte recientemente edificado, y, para su defensa,
comenzó a preparar gente, con harta pesadumbre del pueblo. Como, además los enemigos
tenían tomados todos los caminos, se atrevió Matienzo a salir, dado que el
riesgo era manifiesto. Pero la Providencia Divina dio el auxilio necesario a
los que lo esperaban en el fuerte, ya que llegó el capitán Hernando de Aranda
Valdivia con algunos soldados, y, por otra parte, el capitán Rodrigo de Sande
con su pequeño escuadrón, siendo todo junto motivo de ánimo para los que estaban
en la fortaleza harto faltos de él. Entonces, el capitán Matienzo salió de la
ciudad peleando entre los enemigos, los cuales, por estar ya desanimados por la
ayuda llegada, no le hicieron mucha resistencia. Luego Juan de Montoya, que
estaba en el fuerte, viendo flaquear a los indios, salió con sus veinte hombres a atacarlos duramente, y los puso a todos en
huida, hiriendo y matando a los que alcanzaba, sin dejar de continuar la victoria hasta haber
hecho gran destrozo en ellos. Pareciéndoles que los indios ya estarían
escarmentados de este castigo y de los pasados, se volvieron los capitanes
españoles a sus puestos, quedando en el fuerte Juan de Montoya con sus veinte hombres".
(Imagen) En medio de aquella tormentosa
vida, tanto de españoles como de mapuches, aterrorizándose mutuamente con sus
crueles batallas, apareció un cometa impresionante, y a baja altura en su recorrido,
lo que produjo una suspensión temporal
de los enfrentamientos chilenos. El fenómeno causó gran expectación en
todo el planeta, y ni siquiera algunos astrónomos europeos se libraron de
mezclar ciencia con superstición. Todas las reseñas recogen las fechas de su
duración, pero con ligeras variantes. Nuestro cronista, Pedro Mariño de Lobera,
hizo los siguientes comentarios: "No quiero dejar de apuntar aquí que
apareció en este tiempo aquel famoso cometa de extraordinaria magnitud que dio
vuelta a todo el universo por espacio de cuarenta días, según es notorio en
todas las naciones, y está escrito en muchos libros. Pero no voy a detenerme en esto, contentándome con apuntar
que comenzó el día primero de noviembre de 1577, y tuvo fin cerca del remate
del mismo año. Causó este espectáculo gran admiración en los indios, y muchos
dares y tomares en adivinaciones y agüeros, como se podía presumir de gente tan
amiga de ellos, pues aun los que están muy lejos de semejantes supersticiones,
escribieron espantosos pronósticos, de los cuales salieron algunos verdaderos,
como fue la muerte de don Sebastián, rey de Portugal, en la batalla que dio a
los moros en las Molucas (en realidad fue en el norte de África), y la
peste general del sarampión y tabardillo (enfermedad infecciosa con gran
dolor de cabeza), que corrió desde cabo Verde hasta el estrecho de
Magallanes, con extraordinaria y presurosa mortandad de la gente nacida en aquellas
tierras, la cual sucedió desde el principio del año de ochenta y ocho hasta el
fin del ochenta y nueve. Cuyas circunstancias, así las de las características
de la gente y tierra en las que la enfermedad caía, como las de los dolores,
hinchazones de garganta y mal olor que traía consigo, con otras muchas
menudencias, se escribieron en un libro impreso en Aragón más de ocho años antes
de que la peste sobreviniese". Digamos, de paso, que Don Sebastián,
sobrino de Felipe II, resultó dramáticamente derrotado y muerto en una batalla
espectacular, y de enorme costo económico, a pesar de que su tío le aconsejó
que no la librara. Por otra parte, el importante astrónomo danés Brahe, no
obstante creer que los cometas aparecían por intervención divina, estudió entonces
el fenómeno con gran detalle, y dio pie para que su discípulo Kepler hiciese
descubrimientos muy interesantes sobre los movimientos planetarios.
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