(1223) Los mapuches
siempre recuperaban el ánimo, por mucho que hubiera sido el destrozo sufrido.
Tenían también la costumbre de fingir ansias de paz cuando más abatidos
estaban, tomándose así un respiro para volver a organizarse con más hombres y
mejores estrategias: "Viendo los indios araucanos tan grueso ejército de
españoles en medio de su tierra, donde se enseñoreaban de ellos no dejándoles
alzar cabeza, comenzaron a tratar medios de paz, más por temor y necesidad que
por ganas que tuviesen de ella. Y, en particular, en el distrito del cacique
Colocolo (a este artista de la diplomacia falsa le hemos visto varias veces
coqueteando con los españoles) quisieron negociarla fingidamente por medio
de un mulato facineroso que andaba entre los rebelados, y de un mestizo que
también había huido de los españoles. Sin embargo, el gobernador Rodrigo de
Quiroga no quiso recibirlos amablemente, sino que mostró su enojo por todo lo
pasado, y hasta castigó a algunos indios desterrándolos a Coquimbo para que
sirviesen en las minas, de forma que los demás entendiesen que habían de estar
sujetos a la disposición de su gobierno.
Luego se comprobó cuánta razón tenía al tratarlos con las riendas en la
mano, pues, fingiendo estar en son de
paz, andaban por los caminos salteando y cogiendo lo que podían, en especial
armas y caballos, de los cuales se llevaron más de dos mil en pocos días. En
este tiempo tuvieron los nuestros la oportunidad de reducir a los enemigos con
ocasión de una trama que había entre unos indios naturales de Millarapue. Y fue
que un indio llamado Nilandoro andaba en malos pasos con una india llamada
Quida, mujer de un cacique muy poderoso cuyo nombre era Anguilemo. Y, al llegar
a noticia del marido el mal asunto en el que su mujer andaba, determinó matar
al adúltero tomando en él venganza con un género de muerte cruelísimo. Supo
esto la india malhechora, y, para evitarlo eficazmente, le dijo a Nilandoro que
no había otra puerta para su remedio más que la de irse a poner en manos de los
españoles, diciéndoles que les podía entregar al cacique, su marido, con todos
los indios rebelados que estaban bajo su mando. Nilandoro hizo caso de este consejo, le dijo al gobernador por
dónde andaban los indios robando, y se ofreció como guía de sus soldados para
que fuesen en su busca. Tras escucharle el gobernador, envió a Lorenzo Bernal
con doscientos arcabuceros para que acabasen con tal gente. Habiendo llegado
los españoles donde estaban juntos los indios, les indicó Nilandoro a los
soldados la mejor forma de distribuirse para acometer por los lugares más
oportunos, lo cual se hizo según su dirección y consejo. Dando todos a una contra
los indios, se trabó una batalla muy sangrienta en la que murió el cacique
Anguilemo, y los demás de su bando fueron desbaratados, con muerte de muchos de
ellos. La india quedó en manos de Nilandoro, que la tomó por mujer por haber
muerto su marido, como ambos deseaban. Consiguieron los nuestros esta victoria
el octavo día de setiembre de 1577".
Esta
contundente victoria supuso otro respiro de tranquilidad durante bastante
tiempo para los españoles: "Con estos sucesos estaban ya los indios tan
apurados, que ya no daban muestras de resentimiento, de suerte que cesaron por
algunos meses las inquietudes en Arauco, aunque el gobernador permanecía allí, pero
sin contentarse con cualquier muestra de paz, por la experiencia que tenía de que
no siempre era verdadera. Lo que sí hizo fue enviar a su yerno, el mariscal
Martín Ruiz de Gamboa, a las ciudades del norte, pareciéndole que en Arauco no
había por entonces tanta necesidad de su persona como en otros distritos que
estaban algo desordenados".
(Imagen) Como hemos visto, eran dos, un
mulato y un mestizo, los amigos de los indios que se prestaron a negociar, en
nombre de los mapuches, una fingida paz con el gobernador RODRIGO DE QUIROGA.
El cronista los califica de indeseables, pero, al hablar del mestizo, cuenta
una historia de pasión amorosa truculenta. Siempre ha habido complicaciones en
torno al sexo, pero en aquellos tiempos tuvo que originar, tras unas
apariencias inocentes, problemas muy serios. Al hablar de lo ocurrido, hace
tantas críticas exageradamente moralizantes, que, probablemente, fueron
redactadas por el jesuita BARTOLOMÉ DE ESCOLAR, a quien Mariño de Lobera le
confió la última corrección de su crónica. Veamos cómo aparece el pasaje en el
texto: "El mestizo Había huido de entre cristianos por un delito de los
más enormes que se pueden imaginar en el mundo, y fue que, estando prendado del
amor de una india con quien vivía en mal estado, murió ella en medio de sus
ilícitos deleites, y el desventurado hombre estaba tan cautivo en los lazos de
la lascivia, que embalsamó a la india, no queriendo darle sepultura, sino estar
él sepultado en ella, estándolo también en las tinieblas de la muerte, pues
hacía vida con la difunta con el mismo desorden que cuando estaba viva. En lo
cual se manifiesta la lamentable miseria de los que viven en esa ceguedad, pues
su torpeza los confunde en tan profundo abismo de inmundicia. ¿Qué males han
sucedido en el mundo en que no haya intervenido algún rastro de esta ceguera?
Notorio es que Tertuliano dice que Espensipo murió durante el mismo acto de
lujuria en que se estaba deleitando. Y no menos lo que refiere Plinio de Quinto
Heterio, que despidió el alma estando encenagándose en el mismo pantano,
enviándola de un infierno de culpa a uno de castigo. Y, más recientemente, le
sucedió lo mismo a un barcelonés llamado Beltrán Ferreiro, como lo refiere Joviniano
Pontano. Dejo aparte los que murieron en el mismo ejercicio detestable a manos
de otros, que cosieron con sus espadas a los que estaban irritando a la de la
justicia divina, como le aconteció al ateniense Alcibíades, que, cuando estaba
en esta abominación con Tirnandra, murió a manos de Lisandro. ¿Qué se podía
esperar de la paz que ofrecían dos corrompidos como el mulato y el mestizo, sino
que toda era fingida?". No picó, pues, el anzuelo el excelente gobernador RODRIGO DE QUIROGA. Recodemos
que se casó con la extraordinaria Inés Suárez, antigua amante de Pedro de
Valdivia. La placa de la imagen aporta datos interesantes al hacer referencia
al enterramiento de ambos en Santiago de Chile.
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