(1222) Ya ha quedado claro, tanto por
parte del presente cronista, Mariño, como del anterior, Marmolejo, que el
capitán Lorenzo Bernal de Mercado era un militar muy duro, nada sentimental,
pero de una valía extraordinaria, como lo pone ahora de relieve Mariño: "No
fue pequeña la turbación que causó en los indios araucanos ver que venían por
diversas partes dos ejércitos de españoles para juntarse en uno. El que venía de Santiago estaba bajo el mando
del propio gobernador Rodrigo de Quiroga, con quinientos hombres, y en el otro llegaba
con ciento treinta el mariscal Gamboa, su yerno. Imitando a los nuestros, los
indios juntaron gran cantidad de gente y fabricaron una fuerte en un lugar
llamado Gualqui, cerca de Concepción. Mientras andaban ellos en esta obra,
llegaron los dos ejércitos de españoles a Quinel, que está a ocho leguas de la ciudad
de Concepción, y allí se asentaron en un solo campamento para acabar de una vez
con las cosas de la guerra. Viendo el gobernador que tenía tan a mano gran suma
de enemigos, quiso comenzar la lucha con ellos, y, para tal fin, llamó a
Lorenzo Bernal de Mercado, queriendo aprovecharse de su valor, habilidad y
fuerzas, algo tan notorio en todo el reino de Chile, especialmente en el tiempo
que el mismo Quiroga tuvo la gobernación por nombramiento del licenciado
Castro. Acudió Bernal a este mandato con gran presteza, y con buen número de
soldados escogidos de todo el ejército, con los cuales puso cerco a la
fortaleza de Gualqui Allí estaba ya gran suma de indios con las armas en la
mano, pero Bernal acometió con tanta gallardía, que con solo ver su persona,
comenzaron a temblar los indios, de suerte que, desamparando el fuerte, fueron
huyendo casi sin ver por dónde, hasta dar en el caudaloso río Biobío, adonde se
abalanzaron. Creían estar más seguros en medio de su caudal que en el de la
cólera de los españoles, pero se ahogaron muchos, y otros quedaron alanceados o
apresados, todo ello en gran cantidad".
Como era lógico, también los españoles se
sentían eufóricos tras una victoria, y con ganas de repetir suerte. El
gobernador Rodrigo de Quiroga se dedicó de inmediato a preparar a conciencia
sus tropas para seguir pacificando a los indios rebeldes. El cronista da el
nombre de bastantes de sus hombres a los que le dio puestos de mando: "Queriendo ya ponerse en marcha, distribuyó los oficios del
campamento entre las personas más aptas para ello, nombrando coronel al
mariscal Martín Ruiz de Gamboa, su yerno, maestre de campo al general Lorenzo
Bernal de Mercado y alférez general a don Antonio de Quiroga Losada. Los capitanes
eran Gaspar de la Barrera, Tomás Pastén, Antonio de Avendaño, Gregorio Sánchez,
Gaspar Verdugo, Francisco Jufré, Campo Frío de Carbajal y Alonso Ortiz de
Zúñiga, siendo sargento Juan Martínez Palomeque, y, finalmente, como capitán de
artillería, Blasco Zabala. Con esta disposición pasaron el río Biobío por la
parte que cae hacia Talcamavida, donde es su anchura de media legua, y luego entraron
en Arauco donde asentaron tranquilamente su campamento, con propósito de
invernar allí para tener a raya a los enemigos". Así como los españoles
estaban sobrados de moral, los indios pasaban por una racha de decaimiento, se
diría que hasta escarmentados por el castigo recibido. Pero, como siempre,
volverán a las andadas fingiendo desear la paz.
(Imagen) Hemos visto recientemente que el gobernador Rodrigo de Quiroga, sabiendo
que Hernando Bravo de Villalba quería abandonar su puesto de Corregidor de la
ciudad de Valdivia, se lo adjudicó a Luis de Toledo. En realidad era LUIS
ÁLVAREZ DE TOLEDO, ilustre linaje que
algunos creían no corresponderle, pero se equivocaban. Luis había nacido en
Sevilla el año 1517. Ha dicho de él el cronista que "era uno de los
veteranos de Perú". Llegó a aquellas tierras hacia el año 1534 con el capitán Diego de
Fuenmayor, compartiendo ambos las tormentosas guerras civiles, y, en principio,
apoyando a los almagristas. Pero, muerto ya Diego de Almagro, Luis Álvarez de
Toledo se unió a la loca aventura de Pedro de Valdivia, quien, obtenido el
permiso de Francisco Pizarro, y solamente con once suicidas, a los que hay que
añadir la incomparable Inés Suárez, su amante, partió hacia Chile el año 1540
superando enormes dificultades, siendo la primera la travesía del durísimo
desierto de Atacama. Hay algunos datos confusos acerca de Luis, porque hubo
otro al que se le mencionaba como Don Luis de Toledo, pero nos despeja las
dudas un expediente de méritos que él presentó el año 1560. Con esos datos y algunos
adicionales, sabemos, entre otras cosas, lo siguiente: En 1541, poco después de
haber llegado con Valdivia a Chile, estuvo presente en la fundación de la ciudad de Santiago. Volvió
con Valdivia a Perú en 1547, donde lucharon contra el rebelde Gonzalo Pizarro,
quien resultó vencido y decapitado. Poco después se casó allí con Isabel Mejía
Navarrete. En 1550, vueltos a Chile, fundaron Concepción, donde ejerció Luis el
cargo de Regidor Perpetuo, así como en La Serena. Tuvieron que ser muy
valorados sus servicios, porque fue recompensado con numerosas e importantes
encomiendas de indios por todos los gobernadores. Hubo alguien que quiso
quitarle una de ellas afirmando que Luis no descendía de los Álvarez de Toledo,
pero él demostró que la alegación era falsa. Además de ejercer brillantemente
como militar, se le confiaron cargos públicos de prestigio y responsabilidad,
como el de Depositario de los Bienes de
Difuntos, cuya documentación se tramitaba con gran meticulosidad. En la imagen
vemos la primera página de una reclamación que hizo Luis el año 1561,
"como uno de los primeros descubridores y conquistadores de Chile",
porque le querían anular una encomienda de indios que le había concedido el
gobernador García Hurtado de Mendoza por sus servicios. LUIS ÁLVAREZ DE TOLEDO
falleció en Chillán (Chile) el año 1580, ciudad recién fundada por Martín Ruiz
de Gamboa.
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