(1199) De manera que el plan de ataque de
los indios se puso en marcha de inmediato: "En cuando Martín Ruiz de
Gamboa salió de la ciudad, los espías indios informaron de cuántos eran los
soldados y dónde iban a dormir. Martín Ruiz fue caminando sin ver indio alguno,
porque se habían metido entre los árboles y las matas. Hizo alto la vanguardia
hasta que llegasen los capitanes que atrás venían. Con su llegada coincidió una
gran tempestad de agua, y se quedaron quietos para ver cómo deberían seguir su
marcha. Los indios, al verlos parados, creyeron que los habían visto y no se
atrevían a seguir caminando, por lo que salieron por muchas partes dando
grandísimos gritos y tocando muchas cornetas. El general Martín Ruiz se quedó
haciendo frente a los indios, y habló con don Miguel para que retrocediese con
veinte hombres y diese orden de que se aderezasen algunos pasos cenagosos que
atrás quedaban, para que, si fuese necesario, pudiesen salir sin peligro a la
tierra llana, pues, entre tanto, procurarían seguir adelante haciendo su camino
peleando con los indios". Los indos, sabiendo que los españoles iban bien
protegidos contra las flechas, peleaban con lanzas largas, y además porque con
ellas podían frenar a los caballos y alcanzar a sus jinetes. El camino era
estrecho y difícil para los caballos: "Los españoles se vieron obligados a
dar la vuelta, y en la huida fueron hasta pasar los pasos cenagosos que don
Miguel había mandado aderezar. Mientras continuaban por tierra llana, los
indios no dejaban de seguirlos, lo hicieron durante dos leguas, y les tomaron
treinta caballos de los que llevaban de rienda, matando también a algún indio
amigo. Llegaron de noche con esta pérdida al río, y no pudieron
pasar por estar muy crecido. Esperando que bajase la marea, estuvieron en su
ribera aquella noche tristes y quejosos, diciendo que, por la mala suerte del
gobernador Sarabia, tenían todos aquellos casos de guerra tan adversos. Por la
mañana entraron en la ciudad desconsolados, y perdida la esperanza de socorrer
a los que estaban en el fuerte de Arauco".
A los indios les encantaban las estrategias de engaño: "No habiendo dado
resultado la ida a Arauco, el general Martín Ruiz tuvo necesidad de salir a
buscar provisiones, porque dentro de la ciudad no las había para tanta gente, y
las sementeras de los indios estaban ya de sazón para cogerlas. Salieron
ochenta soldados voluntarios a caballo con algunos bagajes, y cogieron todo lo
que pudieron traer. A pesar de que los españoles salieron de nuevo para obtener
otra partida de provisiones, los indios, que lo podían haber estorbado, no lo
quisieron hacer, y no apareció ninguno en toda la comarca, como si estuvieran
huyendo de los españoles, pero, en una quebrada que estaba a dos leguas de
Cañete con muchos maizales, se emboscaron en secreto, quedándose quietos.
Permanecieron esperando allí a que los cristianos vinieran a coger aquellos
maíces, pues, a su parecer, era imposible que lo dejaran de hacer, ya que eran
los mejores y más abundantes de todas aquellas tierras. Puestos en aquel lugar,
se repartieron para preparar otras dos emboscadas muy apropiadas".
(Imagen)
Completemos algunos datos sobre el heroico RODRIGO DE BASTIDAS y el afortunado mozo
JUAN DE MALUENDA. Bastidas nació el año 1551, sin duda en España, porque su
padre, el hidalgo Julián de Bastidas, natural de Briviesca (Burgos) y nacido el
año 1528, fue a Perú en 1555 como criado del virrey Andrés Hurtado de Mendoza,
marqués de Cañete. En 1557 llegó a Chile, acompañando al hijo del virrey, Don
García de Mendoza, y destacó por su bravura contra los mapuches, siendo citado
con elogios por Ercilla en La Araucana. Con valentía, le escribió al Rey
criticando la situación de Chile y el comportamiento del gobernador Francisco
de Villagra. Volvió a Perú, donde hizo testamento en 1602, y murió siete años después
en Lima. Por su parte, su hijo, RODRIGO DE BASTIDAS tuvo cargos políticos
importantes, como Regidor y Corregidor de Osorno, y el de Corregidor de
Villarica, donde tan trágicamente murió. A su mujer, Ana de Chavarría, y a su
pequeño hijo, que había sido apresado y amenazado de muerte por los indios, los
liberaron después de matar a Rodrigo de Bastidas. Del muchacho JUAN DE MALUENDA,
que se fugó del asedio de los indios, cabe decir lo siguiente: Había sido
capturado, teniendo menos de catorce años, junto a su madre, abuela, dos primas
y una tía. Su madre escapó del cautiverio ocho años después. En 1612, Juan
obtuvo una encomienda importante y vivió en La Ligua (Chile) con sus escasos
familiares supervivientes. Se casó con la española Cristobalina de Benavides. Pronto
demostró su valía. En 1615 alcanzó el grado de Teniente General de Caballería,
y el año 1621 fue nombrado Maestre General de Campo. Fue después corregidor de
las ciudades de La Serena y Santiago de Chille, en la que falleció el año 1635.
Lista de los últimos que resistieron en el fuerte de Villarrica, con muerte de
todos los varones (menos Maluenda): Rodrigo de Bastidas, Alonso Becerra, Juan
Sarmiento de León, Gabriel de Villagra, Alonso de Córdoba, Domingo de Urasandi,
Pedro Alonso, Francisco Núñez, Pablo Fernández de Córdoba, Juan de Maluenda
casi niño, y el cura de Villarrica, Sedeño de apellido. Las mujeres eran: María
Zapata, Lorenza de la Calzada, Isabel de Luna, Ana de la Paz, Inés de la
Paz, María de Plasencia, Juana
Chavarría, su hermana Ana, mujer del capitán Bastidas, y Beatriz Lozano.
Recordemos que murieron también en el fuerte tres hijos de Juan Álvarez de
Luna. Veo, con sorpresa, que uno de los fallecidos era el amable Gabriel de
Villagra, tío de Francisco y Pedro de Villagra.
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