sábado, 8 de enero de 2022

(1614) El constante vaivén: mapuches derrotados prometieron mantenerse en paz, pero, incapaces de aguantarlo, atacaron fieramente. Lucharon contra ellos Pedro de Aranda y su hijo Martín de Aranda, futuro jesuita martirizado.

 

     (1214)  Ni con razones ni peleando acababan los españoles de pacificar a los indios, y  estaban en un un tira y afloja entre unos y otros. Los indios, metidos en una empalizada, habían rechazado el ataque del capitán Pedro de Aranda: "Entonces  le pareció oportuno al capitán Arias Pardo Maldonado tratar un acuerdo de paz con los indios, y, para ello,  llegó a la entrada de su fortaleza. Era este caballero muy discreto, prudente y bien hablado, y sus razones fueron de tanta eficacia para con los indios, que los convenció con tal de que les asegurase la vida". Cuando lo  supo el capitán Aranda, quiso saber la opinión de los soldados veteranos y de los vecinos de la ciudad de Valdivia, y  su resolución fue exigente: "Para concederles la paz, era necesario que los indios dejasen el fuerte, restituyesen todo el ganado y  el oro que habían quitado a los dos hombres que mataron, y que sirviesen en adelante a los españoles como hasta entonces lo habían hecho". En principio, pareció  que el problema quedaba resuelto. Tras desmantelar el fuerte, Indios y españoles se volvieron a sus casas, e incluso un cacique y cuatro indios se entregaron como rehenes para garantizar la paz.

     Pero, a medida que pasaba el tiempo, crecían las dudas sobre el compromiso: "Quince días después, los indios mostraron su inquietud, o por temor de que habían de ser castigados por su pasada rebelión, o por querer recobrar su su antigua libertad, como ya lo habían intentado.  Se confederaron todos los que había en el distrito de cuatro ciudades, que eran Valdivia, Osorno, la Imperial y Villarrica, salieron declarándose en rebeldía y mataron a los españoles que pudieron tener a las manos. Envió Pedro de Aranda a un capitán con alguna gente para impedir a los enemigos sus correrías, y otro a la provincia de Ranco, que era Hernando de Aranda Valdivia, pariente suyo (era su hermano) y muy versado en las cosas de guerra. Acertaron los indios a dar con una de estas cuadrillas, que tenía sólo ocho hombres, y, dando en ellos, los hicieron retirar escapándose a uña de caballo, excepto uno, que quedó en las suyas, cuya cabeza pusieron en medio del camino en la punta de una lanza como triunfo de su victoria y para temor de los españoles. Y habrían salido los indios victoriosos si no llegara prestamente mucha gente española, entre ellos el capitán Juan de Matienzo con doce hombres, que fueron de mucha importancia para contener  a los indios, y mucho más al venir luego el corregidor Pedro de Aranda Valdivia con cincuenta hombres. Los españoles acordaron dar contra un gran escuadrón de dos mil indios que estaban encastillados junto a un río. El capitán Juan de Matienzo embarcó treinta hombres en las canoas, y, viendo que eran pocos, decidió pasar el río vadeándolo, aunque con gran peligro, arrojándose él delante de todos, con lo cual los obligó a ir en su seguimiento. Y fue tan bueno el lance, que los indios de aquella tierra se encogieron y arrinconaron, no osando pelear con los nuestros". No parece que el bravo capitán Juan de Matienzo fuera descendiente del importante oidor del mismo nombre que fue presidente de la Audiencia de las Charcas, ni tampoco de los Ortiz de Matienzo del Valle de Mena (Burgos). Lo más probable es que su origen familiar estuviera en Matienzo, localidad del ayuntamiento de Ruesga (Cantabria).

 

     (Imagen) Haremos una breve reseña de PEDRO DE ARANDA VALDIVIA y de un hijo suyo llamado MARTÍN DE ARANDA VALDIVIA. Pedro de Aranda fue otro precoz soldado que luchó en las guerras europeas contra los turcos. Llegó a Chile con su mujer, Catalina de Escabias, y ya con algún hijo, a principios del año 1554, cuando los mapuches acababan de matar a su tío, el gran Pedro de Valdivia. Después luchó bajo el mando de todos los gobernadores, siendo herido repetidas veces. Ejerció el importante cargo de corregidor en las ciudades de Villarrica, Osorno, La Imperial y Valdivia. Por sus méritos, el gobernador Rodrigo de Quiroga le permitió ir a España el año 1577 con cartas de representación para Felipe II, al que, personalmente, le hizo una ambiciosa petición para la conquista de tierras situadas al sur de Chile. Le decía textualmente: "A Vuestra Alteza suplico que se me den en gobernación quinientas leguas de demarcación, para mí y para un heredero, con título de adelantado, pues yo estoy presto para hacer las capitulaciones necesarias". No  hay constancia de que obtuviera lo que pedía, pero no le habría servido de nada, porque, de egreso a Chile, falleció antes del año 1581. Muy distinta fue la deriva de su hijo MARTÍN DE ARANDA VALDIVIA. Había nacido el año 1560 en Villarrica (Chile), llegó a profesar como jesuita, y fue masacrado por los indos con otros dos compañeros en 1612. Fue considerado un martirio religioso, lo que dio pie a que se criticara el método de cristianización pacífica que defendían los jesuitas. Creció en un ambiente familiar muy religioso, pero no fue obstáculo para que él y varios hermanos suyos se incorporaran a la milicia contra los indios, destacando Martín por su valentía, hasta el punto de que, por orden del virrey de Perú en 1589, se convirtió en el primer corregidor de Riobamba (Ecuador). Pero, al cumplir 31 años, dio un cambio sorprendente. Tras practicar los famosos Ejercicios Espirituales  de San Ignacio, ingresó como jesuita en la Compañía de Jesús, siendo ordenado sacerdote  el año 1599.  Posteriormente, en 1607, se trasladó a Santiago de Chile. Fue cinco años después cuando lo asesinaron en Elicura junto a dos compañeros. Los indios lo llevaron a cabo para vengarse de que los españoles retenían a dos esposas y dos hijas del cacique Anganamón, que, en realidad, se habían fugado voluntariamente. El año 1665 se inició una causa de beatificación de los tres mártires, pero está paralizada desde 1910. En la imagen, vemos que pervive su fama de santidad, pues los fieles continúan visitando el lugar de los hechos.




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