viernes, 21 de enero de 2022

(1625) los veteranos capitanes Bernal y Ruiz de Gamboa consideraban una locura hacer un ataque determinado, pero otros capitanes lo deseaban. El gobernador Quiroga decidió desistir. Extraordinaria proeza de Rafael Portocarrero.

 

     (1225) En aquella zona, los indios estaban prácticamente derrotados, por lo que el gobernador Rodrigo de Quiroga decidió ir a otros lugares más conflictivos. Fue con sus  hombres a Purén, Guadaba,Tomelmo, Quiaupe, Coipo y al territorio de los coyuncos. Cumplido allí su propósito, con la necesitad habitual de castigar a los rebeldes, juntó sus tropas con las del mariscal Gamboa, que retornaba de Valdivia, y con las del capitán Antonio de Quiroga, que regresaba con soldados de Santiago y La Serena. Pero los mapuches de  Mareguano se retiraron a un lugar casi inexpugnable, provocando en los españoles dudas sobre lo que convenía hacer. El cronista lo explica muy bien: "Los indios fueron al escabroso cerro de Catirai, donde siempre habían podido defenderse. Cuando lo supo el gobernador, se trasladó a Mareguano  y asentó su campamento a una legua del mismo cerro. Fueron muchos los pareceres de todos los capitanes sobre la conveniencia de atacar  un lugar tan dificultoso y desgraciado para españoles, y en especial tuvieron sobre ello larga contienda el gobernador y el maestre de campo, Lorenzo Bernal (que no era partidario del ataque), aunque con gran resignación y modestia por parte de este, lo cual obligaba al mismo gobernador a proceder con más recato cargándole toda la responsabilidad. Pero, como Bernal era experimentado y sabía bien lo que le convenía, dijo que él estaba dispuesto a ejecutar la orden de su señoría con tal de que se la diese firmada, para que después se supiese  con claridad

a quién se había de atribuir el resultado. Seguía en esto el parecer de Martín Ruiz de Gamboa, el cual ya había probado la dificultad de este cerro volviendo derrotado. También eran de esta opinión el alférez general, el capitán Alonso Ortiz de Zúñiga y Antonio de Avendaño, a la cual se oponían otros, pareciéndoles que no habría después otra oportunidad tan buena, pues sería muy difícil de juntar en otra ocasión la misma multitud de gente española que se hallaba en esta. Las cuales razones y otras muchas defendían Alonso de Alvarado, el capitán Baltasar Verdugo, Gabriel Gutiérrez, Juan de Torres Navarrete, el capitán Cortés y Hernando de Alvarado, todos los cuales se ofrecían a venir con la victoria o poner las cabezas al cuchillo para pagar su atrevimiento. Vistas las diversas opiniones, no quiso el gobernador Quiroga decidirse por entonces, por mirarlo más despacio, contentándose con hacer reseña de toda su gente con ostentación del número, galas y bizarría, para causar temor a los indios que estaban mirándolos. Y el día siguiente, habiéndolo encomendado a Dios con mucho cuidado, envió al mariscal y al maestre de campo con doscientos hombres, que marcharon por una loma contraria a la que ocupaban los enemigos, más por hacer aparentar valor y quitarles la sospecha de cobardía, que por venir a las manos. Pero como Lorenzo Bernal era tan amigo de no perder la oportunidad de un ataque, no pudo contentarse con lances echados al aire. Y así se adelantó con veinticinco hombres, con los que dio alcance a un escuadrón de contrarios que estaban ocultos en defensa de aquel paso. Y, arrojándose en su seguimiento hasta lo alto de la loma, se puso cara a cara con todo el campo de los contrarios, que estaba en la otra punta, sin haber ocasión de cruzarse las armas, ya que no había paso por aquella parte. Luego se volvieron los nuestros al campamento, de donde partieron pronto sin haber acometido a los enemigos, y se fueron marchando de vuelta al río grande de Biobío, sin cesar de hacer lances en el camino, cogiendo indios y destruyendo sementeras, hasta pasar por la provincia de Talcamavida, donde también se hicieron algunos apresamientos.

 

     (Imagen) El capitán RAFAEL PORTOCARRERO fue un militar de mucha valía, pero no he podido encontrar datos de su biografía. Basten pues, para homenajearlo, las palabras de Pedro Mariño de Lobera: "No pasaré en silencio una cosa que sucedió en este lugar, y fue que, estando más de cuatro mil caballos paciendo junto al ejército, se alborotaron todos de repente como si hubieran visto algún espectáculo alarmante, y partieron de carrera huyendo de lo que nadie entendía qué cosa pudiese ser, y con el mismo pavor se alborotó el ganado, de suerte que por espacio de una legua no hubo animal que parase, obligando a sus dueños a ir en su seguimiento, corriendo gran trecho sin poder dar alcance a los caballos y ganado. En lugar de cogerlos ellos, lo hicieron algunos indios, con los cuales pelearon valerosamente. Recogidos los caballos, se distribuyó la gente del ejército para acudir a diversos puestos, entrando el mariscal en la ciudad de Concepción con buena parte de la gente, y llevando el capitán Rafael Portocarrero casi todo el resto a las ciudades de arriba. Pero, como estos soldados fueron a partes tan diversas, hubo de quedar el capitán Portocarrero con solo tres hombres, mal preparados y desarmados. Sucedió que llegando a los llanos, a orillas del río Nibiqueten, que es poderosísimo, decidió pasarlo, y, aunque lo pasaron, no por eso quedaron a salvo, pues dieron de frente con un escuadrón de cien indios que los esperaban con las lanzas en las manos. Y viendo el capitán tan manifiesto riesgo de la vida, no por eso se olvidó del fardaje con que iban sus criados indios, y para tenerlo más seguro, les dijo a sus tres compañeros que se fuesen a ayudarlos para que los enemigos no lo robasen, ofreciéndose él mismo a retenerlos a todos, confiando en sus fuerzas, en su buen caballo y en las lucidas armas que tenía. Era de suponer que, al primer encuentro, quedaría este capitán en manos de los enemigos. Pero todo fue tan al contrario, que el capitán peleó tres horas enteras sin flaquear un punto, hasta que llegó a cansar a los cien hombres con los que tenía la contienda. Los cuales, viendo un caso tan extraordinario, hincaron las lanzas en tierra y le preguntaron qué clase de hombre era y dónde había nacido, pues nunca habían visto cosa semejante. A esto les respondió que él era uno de los primeros conquistadores de Chile, y un hombre muy hecho a matar indios, y que así lo haría en esta coyuntura si no se sometían a su voluntad. Y aunque ellos no aceptaron el reto,  dejaron la pelea y se fueron de su presencia dejándole solo, herido y merecedor de diuturna ('muy duradera', vocablo latino) fama".




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