jueves, 20 de enero de 2022

(1624) Gran habilidad de Lorenzo Bernal para engañar a los indios y copiar sus estrategias. Los mapuches, por sistema, mataban de inmediato a los españoles apresados. Pero hubo excepciones de trato humano.

 

     (1224) Calma, pues, de momento, con los escarmentados indios. Pero los españoles no los perdían de vista porque los conocían perfectamente: "Entonces el gobernador Quiroga mandó al maestre, Lorenzo Bernal de Mercado,  que recorriese la tierra sin dar tregua a los enemigos si intentasen rebelarse. Y, mientras andaba  pasando por los levos (asentamientos mapuches) de Ongolmo, Paicabí, Tucapel y Millarapue, se le ocurrió hacer un chaco de indios como de ordinario se hace de ganado. Para que se entienda el vocablo, que es propio del Perú, es de saber que muchas veces se juntan miles de indios en campo abierto haciendo todos un gran corro, y luego se van juntando poco a poco, de suerte que todo el ganado que anda dentro del cerco se va recogiendo hacia el medio huyendo de los indios, que van cerrando más la rueda hasta venir a acorralar tanto las reses, que las cogen a manos sin dejarles resquicios por donde evadirse;  y esto es lo que propiamente llaman chaco. Pareciéndole a Lorenzo Bernal que era buena manera para cazar hombres, juntó gran cantidad de indios amigos, y, disponiéndolos corno está dicho, cogió en medio más de cuatrocientos enemigos, a los cuales desterró luego el gobernador a Coquimbo por facinerosos y alborotadores".

     El gobernador se acercó con su tropa a la ciudad Imperial, a la espera de que llegara el mariscal Gamboa y su alférez general, Antonio de Quiroga, con gente de refuerzo desde la ciudad de Santiago. Mientras se desplazaba el gobernador, atacaron los indios la retaguardia de su ejército, que iba bajo el mando del capitán Rodrigo de Quiroga el Mozo (al parecer, sobrino del gobernador). Aunque los pusieron en apuros a los españoles por ser la zona muy estrecha, se retiraron pronto: "Pero, habiendo los nuestros salido a lo llano, se hizo castigo ejemplar en algunos de los rebelados, aunque algo de paso, porque pretendía el gobernador llegar presto a Tomelmo, donde asentó sus reales para proseguir las cosas de la guerra. No estaban los adversarios torpes en convocarse unos a otros, y se juntaron más de ocho mil para no dejarse sujetar por los españoles, poniéndose luego en emboscada en las lomas de Longonaval, por donde había de pasar el gobernador con su ejército. Pero, como Lorenzo Bernal les adivinaba sus intenciones, mandó soltar un caballo cerca de donde ellos estaban para que creyesen que les atacaban los españoles, y, alarmados, saliesen de su emboscada. Y sucedió como lo había imaginado, de suerte que los indios hubieron de desamparar aquel lugar porque ya no podían sorprender repentinamente a los  nuestros. Aunque la escuadra en que venía al mando el mestizo llamado Alonso Díaz y la de Miguel Caupe (ambos cristianizados) se fueron retirando, todavía tuvo ánimo para acometer un indio llamado don Juan (también cristiano), el cual, con solo cien indios, dio una noche contra los reales de los españoles poniendo fuego a algunas tiendas, con harto daño de las alhajas que en ellas había, aunque quiso Nuestro Señor que el fuego no cundiese más. Tuvo el gobernador tanto coraje por esto, que salió él mismo en persona a castigar este atrevimiento, y, habiendo examinado el territorio por espacio de una legua, se  lo confió a su sobrino Rodrigo de Quiroga para que no parase hasta dar con los contrarios. Se dio tan buena maña este capitán, que enseguida encontró a los indios agresores, de los cuales mandó el gobernador matar algunos, y empalar a su capitán, pues en otras ocasiones había sido apresado y perdonado".

 

     (Imagen) Sirva la presente imagen para ver la crueldad de los indios, y que, algunas veces, también eran compasivos: "Siendo los indios de Mareguano los más difíciles de pacificar, determinó el gobernador entrar en su territorio aprovechando que entonces eran muchos los soldados de los que disponía. Lo primero con que toparon los nuestros fue con una cuadrilla de indios desarmados que andaban con otros pensamientos, pues se ocupaban en cosas concernientes a su hacienda, y los apresaron. Esto fue de gran pesadumbre para un cacique llamado Ulpillan, que tenía entre los presos algunos parientes y mujeres suyas, y, viéndose afligido con esta desgracia, se valió de un español llamado Juan de Fuentes, a quien él había apresado en una batalla, el cual lo consoló con firme promesa de remediar su mal escribiendo una carta al gobernador en un pedazo de cuero con un palo en lugar de pluma, la cual llevó un indio enviado por el cacique con más miedo que vergüenza. Y, aunque el gobernador entendió la letra, comprendió la dificultad que suponía escribir en un cuero, y, para remediarlo, le dio al indio papel y tinta para el autor de la carta. El cual escribió por extenso en el papel acerca de su cautiverio, suplicando a su señoría que lo rescatase a cambio de aquella gente que habían tomado. Se interesó aún más el gobernador en este asunto por cuanto apreció el tratamiento que el cacique había tenido con Juan de Fuentes, como si fuera un hermano suyo, y no un enemigo. No fue poco venturoso este soldado hasta entonces en su cautiverio, pues es costumbre de los indios despedazar de inmediato al español que tienen en sus manos, de manera que son contados los que han quedado libres habiendo caído una vez en ellas.  De los cuales fue el primero Antonio de Rebolledo, que estuvo dos años preso en la isla de la Mocha, y Juan Sánchez, que había sido apresado en una de las batallas del gobernador Valdivia, y don Alonso Mariño de Lobera, que estuvo cinco días preso entre los adversarios, con tres heridas peligrosas, y quedó libre de las prisiones por la buena diligencia de su padre, DON PEDRO MARIÑO DE LOBERA (el propio cronista), que se atrevió a sacarle con solo nueve de a caballo y catorce arcabuceros que llevaba el capitán Lamero, los cuales dieron a los indios batalla campal y liberaron al capitán con otro compañero suyo, hijo del capitán Rodrigo de Sande. Efectuado el rescate de Juan Sánchez, anduvo el ejército español por todo  aquel territorio durante el mes de febrero del año 1578, sin cesar de destruir sementeras, huertas y ganados para oprimir a los indios con intento de reducirlos a la paz, que era lo único que se deseaba".




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