(1227) Es indudable que, a la dureza y
crueldad de los mapuches en sus ataques, los españoles respondían con castigos
muy rigurosos, que, sin duda, consideraban necesarios para conseguir lo que más
deseaban: mantener una paz duradera: "La mayoría de la gente española
andaba con mucho contento de haber vencido a los enemigos en Arauco, sin cesar
de destruirles las sementeras y ganados y de despojarlos de sus haciendas,
hijos y mujeres en frecuentes asaltos. Por
entonces, le pareció al capitán Diego Mazo de Alderete, corregidor de la ciudad
de Castro, en las islas de Chiloé, que sería acertado seguir el descubrimiento
de aquel archipiélago, como se había hecho en tiempo de don García de Mendoza y
el doctor Sarabia. Y metiéndose en un bergantín con nueve españoles y treinta
indios, embocó por un brazo de mar, y vino a dar en el archipiélago, donde
halló más de mil quinientas islas (una gran exageración, aun contando
islotes mínimos; quizá Mariño de Lobera recogiera algún comentario general),
y parte de ellas tan pobladas, que pasan de doscientos mil indios los que en
ellas habitan de ordinario. Halló también gran suma de piraguas, muchas de las
cuales se acercaron al bergantín para matar a los que en él estaban, aunque les
salió muy al revés, pues los mismos agresores tiñeron el mar con sangre por
tener los españoles dos tiros de campo, cuatro arcabuceros y tres alabardas, más
sus espadas y las flechas de los indios de su compañía. Los contrarios
arrojaban dardos y piedras, y peleaban con lanzas y macanas, pero no pudieron
hacer daño a los del bergantín por falta de experiencia y destreza, lo cual
tenían valerosamente los nueve españoles, que fueron Mazo
de Alderete, Leonardo Rosa, Hernán Rodríguez de Gallegos, Andrés Aguado,
Francisco González, Manuel Álvarez, Diego Muñoz, Juan Hernández de Cepeda y
Pedro de Porras. Los españoles volvieron a sus casas al cabo de dos meses
sin más resultado que descubrir islas y derramar sangre.
Después de estas batallas tan funestas para
los indios, estaban tan bajos de moral, que ya ni los bravos mapuches de la
zona de Arauco se atrevían a preparar
nuevos enfrentamientos: "Como no había allí rumor
de enemigos, envió el gobernador a su yerno, el mariscal Gamboa, con treinta
hombres a las ciudades norteñas. Cuando llegó cerca del valle de Angol, dio con una multitud de indios de
guerra que estaban preparados para dar batalla a nuestro ejército. Acometiéndolos
repentinamente, los desbarató y mató muchos de ellos. Les quebró también cuatro
mil cántaros y más de mil tinajas del vino que ellos beben, y lo sintieron más
que la efusión de sangre de sus heridas. Habiendo conseguido
esta victoria, entró en la ciudad Imperial, envió cincuenta hombres al valle de
Langague para socorrer al capitán Juan Álvarez de Luna, y él se fue por otra
parte a castigar la muerte de Cosme de Molina, y para ello se alojó con sus
soldados a orillas de la laguna por ser sitio cómodo para acudir de él a todas
partes. Con esta novedad, se juntaron más de tres mil indios en una fortaleza
donde tenían mucha provisión de vituallas y armas de diversos géneros, así como
muchas tinajas de hierba ponzoñosa molida para envenenar sus flechas. Con esta
preparación, estaban los indios a punto para atacar el campamento del maestre
de campo Juan Álvarez de Luna, pero al ver que, a sus espaldas, estaba muy
cerca el mariscal Gamboa con cien españoles y muchos indios amigos, no osaron
desmandarse por entonces, y tuvieron que volverse a sus casas sin aprovecharse
de los preparativos que con tanta solicitud habían efectuado".
(Imagen) Acabamos de ver que al inquieto
DIEGO MAZO DE ALDERETE le entraron de repente ganas, en 1578, de hacer más
conquistas en el archipiélago de Chiloé. Él había sido en 1567, bajo el mando
de Martín Ruiz de Gamboa, uno de los fundadores de la ciudad de Castro, su
capital, y, cuando le entraron estas urgencias, tenía allí Diego el importante
cargo de Corregidor. Esta nueva peripecia de expansión la llevó a cabo con solo
ocho soldados, y el cronista Mariño dice que "volvieron a sus casas al
cabo de dos meses sin más resultado que descubrir islas y derramar
sangre". Pero la biografía de DIEGO MAZO había sido trepidante. Nació en
Tordesillas (Valladolid) el año 1517. Vivió en 1540 la tremenda aventura del
fracaso de la expedición que envió el obispo de Plasencia Gutierre de Vargas
Carvajal hacia tierras del Estrecho de Magallanes, en la que murieron casi
todos los integrantes. Él consiguió llegar vivo a Perú, donde participó en las
guerras civiles, teniendo la sensatez de integrarse en las tropas leales a la
Corona, sirviendo, sucesivamente, al trágico virrey Blasco Núñez Vela,
derrotado y muerto por los hombres de Gonzalo Pizarro, y después a Pedro de la Gasca, quien acabó con la vida de este
último el año 1548. Siempre leal al Rey, también luchó contra el último
rebelde, Francisco Hernández Girón, y, tras lograrse su derrota y ejecución, el
hiperactivo Diego Mazo llegó a Chile el año 1555. Conservaba en Lima
encomiendas recibidas como premio por sus batallas peruanas, a las que se
añadirían luego otras en Santiago de Chile. Ya nos contó Marmolejo un incidente protagonizado por Diego Mazo. El
año 1563, a Francisco de Villagra, estando moribundo, le negaban el agua que
ansiosamente pedía, ya que el médico lo prohibió por ser incompatible con algún
remedio que le había aplicado. Diego Mazo de Alderete, que estaba casado con María
de Espinosa, hermana de la mujer de Villagra, le dio toda la que quiso, y,
fuera casualidad o no, el enfermo gobernador murió poco después. Diego Mazo no
solo fue fundador en 1567 de Castro, la capital de Chiloé, sino que tuvo allí su
residencia habitual. Ese mismo año se vio envuelto en un largo pleito relativo
a la posesión de una encomienda de indios, situada en Lima, que Diego Mazo y
otro le reclamaban a Juan Gómez de Almagro (el heroico capitán de Los Catorce
de la Fama). En la imagen vemos el primer folio del muy voluminoso expediente. En
otro episodio extraño, ocurrido años después, los inquisidores acusaron a Diego
de practicar la quiromancia y decir blasfemias. A pesar de sus permanentes
aventuras de alto riesgo, DIEGO MAZO DE ALDERETE siguió vivo hasta el año 1596.
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