jueves, 6 de enero de 2022

(1612) Terminada ya la crónica de Chile de Alonso de Góngora Marmolejo, que abarca hasta 1575, continuaremos con los 20 años siguientes, narrados por Pedro Mariño de Lobera, también testigo de los hechos.

 

     (1212) Nos acabamos de despedir (agradecidos) del cronista de Chile Alonso de Góngora Marmolejo, y vamos a continuar la historia de los hechos (que él termina el año 1575) utilizando lo que contó después Pedro Mariño de Lobera, que añadirá veinte años más de la aventura chilena. En la imagen daré más detalles sobre esta nueva crónica y sobre su autor.

     Para empezar, no estará de más recoger el breve 'retrato' que hace Mariño de Lobera del gobernador Melchor Bravo de Sarabia. A diferencia de Alonso de Góngora Marmolejo, lo trata con mucho respeto, y quizá toda la crónica peque algo de exceso de cortesía, puesto que la definitiva revisión del texto, con permiso de Mariño, fue llevada a cabo por su amigo jesuita Bartolomé de Escobar, quien, también es cierto, le dio más calidad literaria:  "Fue el doctor Sarabia natural de la ciudad de Soria, de España, hijo de padres principales y muy preparado en Derecho, habiéndose graduado como doctor con mucho reconocimiento. Fue primeramente oidor en el reino de Nápoles y después lo fue en la ciudad  de Lima, del Perú, más de veinte años, de donde pasó a Chile por Gobernador y Presidente de la Audiencia Real. Era muy menudo de cuerpo, muy sano de complexión, muy templado en el comer, muy recto en las cosas de su oficio y muy celoso en el servicio de Su Majestad. Gobernó Chile durante cinco años, teniendo allí a su mujer, doña Jerónima de Sotomayor, a su hijo Ramiriáñez (o Ramiro Yáñez) de Sarabia y a un yerno suyo, que era el general Alonso Picado, vecino de Arequipa, el cual tenía trescientos mil ducados en barras de plata, además de su renta, cuando se casó con la hija del gobernador, llamada doña Mayor de Sarabia, que es una señora de las más cabales de estos reinos. Sirvió el doctor Sarabia a su majestad en Chile dedicado a las cosas de justicia y las de guerra, ocupando en esta última su persona, la de su hijo y la de yerno, Alonso Picado, el cual, por ser, además de muy rico, extraordinariamente gastador y dadivoso, salió con menos dinero del que metió en Chile".

     Después Mariño habla del terremoto que hubo en Chile, en la zona de la ciudad de Valdivia, a finales del año 1575, al cual nos hizo referencia con bastante detalle el cronista Marmolejo. Ya de entrada, esta nueva narración, que pasaré por alto, nos sirve de aviso para lo que, probablemente, ocurrirá con frecuencia. Y me refiero a que el texto va a estar impregnado de comentarios muy cultos y providencialistas, que serán el resultado de los aportes que  el jesuita Bartolomé Escobar habría añadido a lo que redactó Mariño. Sigamos con la crónica: "Cuando ya los moradores de Valdivia, terminado el terremoto, pensaban haberse acabado sus trabajos, se les comenzó a preparar otro nuevo, casi de mayor pesadumbre que el pasado. Y fue que los indios de aquel distrito, que jamás habían tomado las armas contra españoles, intentaron en esta ocasión atacarlos para afligir más a los afligidos. Todo vino de que habían salido algunos días antes cuatro mil indios al servicio de Martín Ruiz de Gamboa, quien los llevó en su ejército para pelear con los araucanos y los tucapelinos. Como estos aprendieron a usar armas, tuvieron luego tan mala intención, que, cuando volvieron a sus tierras, las quisieron usar contra los mismos cristianos de quienes habían recibido la doctrina que profesaban. Los primeros que hicieron esto fueron los de Renigua, Lame y Quinchiba, los cuales, al iniciar la rebelión, mataron a dos españoles".

 

     (Imagen) PEDRO MARIÑO DE LOBERA fue otro de los personajes que brillaron como soldados y supieron, además, hacer una buena crónica de los hechos que vivieron directamente. Digamos algo de ambas facetas. Había nacido en Pontevedra (Galicia) el año 1528, y comenzó su recorrido militar muy joven, luchando en Francia. Se embarcó para las Indias el año 1545, alistándose de inmediato contra Gonzalo Pizarro en las tropas del gran Pedro de la Gasca. Llegó a Chile el año 1551, y militó, sucesivamente, bajo el mando de todos los gobernadores, Valdivia, Villagra, Mendoza y Quiroga. Su hijo, Alonso Mariño de Lobera, luchó también a su lado en algunas batallas, siendo apresado y herido por los indios en una de ellas, pero su padre logró liberarlo. Fue corregidor de la ciudad de Valdivia, y allí estaba, en 1575, cuando se produjo el impresionante terremoto. El poeta Pedro de Oña (de quien ya hemos hablado) elogió mucho su valía militar en el libro Arauco Domado. Luego Pedro se trasladó a Perú, donde fue asimismo corregidor en la ciudad de Camaná. En 1586, se encontraba en Lima otorgando poderes a letrados para que, yendo a Pontevedra, recogiesen los bienes de una herencia. En cuanto a su obra histórica, habrá que hacer algunos comentarios. Vamos a ver solamente la parte posterior a lo que Marmolejo ya nos ha contado. Antes de que se publicara, le confió a un amigo jesuita, Bartolomé de Escobar, que también estuvo en Chile, una revisión general de su trabajo, y el resultado fue una mejora de la redacción, más el añadido de comentarios moralizantes, propios de un clérigo. Parece ser que también el virrey de Perú García Hurtado de Mendoza tuvo interés en que colaborara el jesuita, con el deseo asimismo de que se ensalzaran sus logros cuando fue gobernador de Chile (quedó muy descontento de la versión de Ercilla en La Araucana), en lo que, sin duda, Mariño estuvo de acuerdo, ya que se tenían un aprecio mutuo. Es de suponer que, terminando la crónica de Marmolejo en 1575, Pedro Mariño de Lobera la utilizara como fuente de información en cuanto a los hechos ocurridos hasta esa fecha. El texto permaneció largamente casi en el anonimato, pues fue publicado oficialmente por primera vez el año 1865. Aunque algunos de sus datos se consideraron fabulosos, se ha podido comprobar la autenticidad de  muchos de ellos. PEDRO MARIÑO DE LOBERA falleció en Lima (Perú) el año 1594, estando casado con Francisca de Miranda. Tuvieron res hijos, Alonso, Ana e Inés Mariño de Lobera, pero se perdieron posteriormente los apellidos porque el varón no tuvo descendencia.




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