(1219) Las batallas no cesaban, pero, a
veces, disminuía la intensidad: "Habiendo pasado algunos meses sin
alborotos, salió el mariscal Martín Ruiz de Gamboa de la ciudad de Valdivia
para ir a Villarrica, donde se habían
descubierto unas minas, y envió por otra parte a su sobrino Andrés López de
Gamboa a la ciudad Imperial con gente de socorro por tener noticias de que se preparaban
los indios para combatirla. Este capitán llegó cuando estaban ya los enemigos
en una loma a vista de la ciudad. Y, como los vecinos se vieron favorecidos con
esta ayuda, salieron a dar contra los indios, trabaron batalla con ellos y los
desbarataron, matando a muchos. Apenas se había ganado esta
victoria cuando llegó el mariscal con el resto de la gente, y, pasados unos
días, marchó con ciento ochenta españoles y muchos indios yanaconas a
encontrarse con el gobernador Rodrigo de Quiroga (suegro suyo), que
venía con su ejército. Llegando Gamboa al valle de Congora, a una legua de la
ciudad de Los Infantes (Angol), tuvo aviso de que andaban por allí
algunos indios inquietos, por lo cual se desvió para encontrar los escuadrones
de los indios, y tuvo con ellos una refriega muy reñida. Destacó mucho en este
conflicto Rafael Portocarrero entrando el primero de todos en medio de los
enemigos, que estaban con su capitán Mellicande, los cuales serían unos
quinientos. Peleó valerosamente hasta rendir al cacique y a muchos de los
suyos, con lo cual ganó mucho prestigio entre los soldados. Finalmente, los
enemigos fueron desbaratados, con pérdida de muchos de los suyos, muertos o
presos en la batalla, que duró poco rato".
Ni que decir tiene que, a pesar de la
derrota, los mapuches 'no se arrugaban'. Partieron de allí los españoles y
llegaron al campamento del gobernador: "Con los soldados que llevaban y
los que el gobernador tenía se formó un ejército de quinientos,
a los que se habían de añadir los indios yanaconas, que eran más tres mil.
Estaba el campamento muy abastecido de vituallas, munición y armas, y mucho más
de caballos, que pasaban de diez mil los que tenían, de guerra y de servicio. Pero
el efecto que producía en los indios ver un campamento tan opulento y bien
ordenado no fue acobardarse ni rendirse, sino reforzar su orgullo para oponerse
a los españoles, convocándose unos a otros, y decidieron ir contra la ciudad de
Angol. Figuraba por entonces el capitán Pedro Fernández de Córdoba como
corregidor de la ciudad, el cual, sabiendo el alboroto que estaban preparando
los indos, salió con veinte hombres muy armados a cogerlos antes de que se
reforzasen. Pero, por mucha prisa que se dio, venía ya el capitán Guacaya con
su ejército formado precediéndoles veintiséis indios escogidos para corredores
del campo". Lo cual fue un error de Guacaya, porque sus enviados se vieron solos frente a la
caballería española, y no les quedó más remedio que pelear: "Lo hicieron como
hombres desesperados de la vida. Apenas hubo alguien en ambos bandos que no
saliese herido, ni siquiera los dos capitanes, porque el de los indios, llamado
Arruay, recibió algunas lanzadas, y Pedro Fernández de Córdoba, una que le pasó
la mano. Finalmente se hubo de volver cada escuadra por su parte,
quedando algunos indios muertos, y también un español, cuyas canillas (tibia
y peroné) se las sacaron después para hacer flautas, como acostumbran, para
tocarlas en las batallas".
(Imagen) El cacique mapuche Guacaya estaba
empeñado en tomarse la revancha, de la derrota sufrida en Angol, atacando de
nuevo a los españoles. El día 2 de febrero de 1577 se puso en marcha con mil quinientos
indios. El cronista nos cuenta la providencial actuación de LORENZO BERNAL DE
MERCADO en la batalla: "Se encontraba el capitán Bernal allí, en Angol, y,
sabiendo que llegaban los indios, se presentó a caballo ante el corregidor,
Pedro Fernández de Córdoba, y le rogó que le dejase salir al
encuentro de los indios antes de que llegasen a poner cerco. Se lo permitió el
corregidor, y le dio solamente catorce hombres. Salió Bernal con este escuadrón
pequeño, aunque grande en los bríos y experiencia. Fueron descubiertos por los
indios, los cuales, viendo que eran poca gente, se les enfrentaron con muy buen
ánimo, ordenando su ejército en forma de media luna para coger a los españoles
en medio. Pero, como Bernal era tan conocedor de los ardides de los indios,
dijo a sus soldados que acometiesen con él a una de las dos alas descuidándose
de la otra, porque ella sola se desordenaría". La estrategia resultó
perfecta: la otra fue sin orden a ayudar a los atacados, y entonces los
españoles se volvieron contra esta, lo
que a su vez provocó el desorden de la primera, creándose un revoltijo que
favorecía a los escasos españoles: "Se diría que fue una suerte la de
haber sido catorce estos soldados, pues parece un número encantado en Chile, ya
que siempre han sido de catorce sus mayores hazañas (se convirtió en un
tópico lo de Los Catorce de la Fama). Además era Lorenzo Bernal el que
dirigía la 'danza'. Le mataron el caballo, pero él se levantó e hizo de las
suyas con la espada en la mano. Y eran tan nobles los pocos soldados que
llevaba, que le insistieron en que subiese a caballo, para lo que se quedó a
pie uno de ellos. También se señaló mucho NUÑO FERNÁNDEZ RASURA, matando él
solo gran número de indios, y ejercitando su ánimo, que era mucho y muy
conocido. Aunque el esfuerzo de los nuestros era tan grande, recibían heridas y
sentían el cansancio por ser muchos los contrarios, los cuales no cesaban de atacar.
Y se habrían visto en mayor aflicción si no les llegara la ayuda de Dios y su
gloriosa Madre, y la de algunos indios amigos. Con este socorro, comenzaron a
desmayar los indios, y al poco rato volvieron las espaldas con pérdida de
trescientos hombres y del cacique Guacaya, quedando los nuestros con gran
regocijo y reconociendo lo mucho que a la Virgen se le debía, a cuyo templo
acudieron todos a celebrar la victoria y dar las gracias a Ella y a su Hijo".
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