martes, 11 de enero de 2022

(1616) Después de tener una importante victoria contra los indios Pedro de Aranda, consiguió otra Arias Pardo Maldonado, que pone de manifiesto la ferocidad de la guerra entre españoles y mapuches.

 

    (1216) Con los éxitos que iba teniendo el capitán Pedro de Aranda Valdivia, aumentaban su prestigio como militar y sus deseos de conseguir más y mayores victorias. De manera que dejó en Ranco  a un capitán con veinte hombres, y él partió de inmediato con otros treinta  soldados y buen número de indios amigos, el día 8 de mayo de 1576,  para derrotar a los indios y hacerse con el fuerte de Renigua. Como se le habían unido  más soldados y nativos procedentes de  la ciudad de Valdivia, pudo formar un escuadrón de setenta de a caballo y otro de indios, y llevó a cabo en primer lugar el ataque al fuerte de Guaron, donde había dos mil enemigos preparados para defenderse. Los cuales, al ver que que la tropa de los españoles era demasiado numerosa, se retiraron a otro lugar de difícil acceso para los caballos y más protegido por todas las partes, ya que, por un lateral era montañoso y el otro estaba al borde de una laguna: "Mandó Pedro de Aranda hacer cuatro canoas, y fue luego navegando por la laguna para hallar un lugar de fácil acceso, de manera que la tropa que iba por tierra pudiese también entrar en el fuerte con el amparo de los que iban en las canoas. De esta forma, se atacó el fuerte por ambas partes, trabándose una sangrienta pelea.  Fue tal el aprieto en que se vieron los indios, que su mayor cuidado fue mirar cada uno por dónde podía evadirse, pues era casi tan difícil la salida para ellos como lo había sido la entrada para los nuestros. Pero, aun así, resultaron muchos de ellos muertos y otros presos, a los cuales se les hizo justicia con ejemplares castigos para escarmiento de los demás rebelados. Fue muy valorada esta victoria en toda la tierra, y en particular en Valdivia, donde se hicieron devotas procesiones dando gracias a Nuestro Señor por ella, y alegres regocijos en significación del contento que de ella procedía. Estuvieron en este enfrentamiento, y en los pasados, Rodrigo de Sande, Hernando de Aranda Valdivia, Francisco de Herrera Sotomayor, Juan de Matienzo, Juan de Alvarado el Mozo, Alonso Domínguez de Blanca y don Alonso Mariño de Lobera, entre los demás caballeros que están arriba nombrados". (El último mencionado, Alonso Mariño de Lobera y Miranda, era hijo de nuestro cronista, Pedro Mariño de Lobera. Nació en Chile en 1550, donde murió el año 1590, cuatro antes que su padre).

     Ocurrió por entonces otro incidente, que el cronista considera providencial: "El capitán Arias Pardo Maldonado, estuvo ausente de este enfrentamiento por permisión divina, yendo a Villarrica, donde era corregidor, para evitar algo que se iba tramando entre los indios. Uno de ellos, llamado don Juan Vilinango (estaba bautizado), cacique principal y gran hechicero, tanto que era tenido por los indios como inmortal, intentó destruir la ciudad matando a todos los moradores de ella. Con este fin envió mensajeros a los pueblos comarcanos, para que, en su nombre, pidiesen a los indos que vinieran a ayudarles en su intención, y, como su persona tenía tanta autoridad en todas partes, se juntaron unos doce mil. Para efectuar su propósito, utilizó las procesiones de la Semana Santa, con cuyo excusa metió este cacique a los doce mil, pensando ejecutar lo decidido el último día de la Pascua, y para hacerlo hacerlo con mayor seguridad, se confederaron con los yanaconas que servían a los españoles, los cuales habían de coger las sillas y frenos a sus amos para que no fuesen señores de sus caballos, que era lo mismo que dejarlos sin pies y manos".

 

     (Imagen) Juan Vilinango, el carismático líder, a pesar de ser cristiano, convenció a dos mil indios para matar a todos los españoles de Villarrica, incluso con la complicidad de los nativos que servían a estos. Pero se le complicaron las cosas: "Quiso Dios que todo se descubriera por medio de un indio del Perú, yerno del mismo Vilinango, el cual, por tener más arraigada la ley de Cristo, no quiso permitir tan gran traición y dio aviso al corregidor Arias Pardo Maldonado. Este, por ser hombre discreto y buen cristiano, pidió que se dijese una misa solemne, e hizo que se juntase la mayor parte de la ciudad. Estuvo él allá con la mayor devoción que pudo, comunicó con algunas personas lo que se tramaba, se fue luego derecho al lugar donde estaba Vilinango con los caciques conjurados, siendo doce en total, y los apresó. Luego buscó información sobre sus intentos, los cuales se pusieron de manifiesto por confesión de muchos de ellos, y en particular por la de un cacique que hablaba español, llamado don Martín Vilinango. Por ser un asunto con tantos implicados, lo consultó el corregidor con algunas personas serias, y llevó a algunos religiosos que preparasen para morir a los presos. Al amanecer, mandó ahorcar a los caciques en la plaza de la ciudad. Cuando los indios lo supieron, les brotó la ira, fueron a un lugar en el que había muchas casas vacías que solían usar los españoles, y  las quemaron todas salvo una, donde ellos se juntaron para preparar la guerra. Tuvo el capitán Arias Pardo Maldonado noticia de esta rebeldía, y envió con gran presteza a un capitán llamado Juan de Almonacid con alguna gente que lo remediase. La cual, habiendo caminado toda la noche, llegó antes de amanecer a la casa, donde estaban los indios totalmente descuidados y dormidos. Y, aunque al punto en que los nuestros llegaron a la puerta comenzaron algunos indios a alborotarse, les valió de muy poco, por haberla cerrado el capitán por fuera, sin dejarles portillo por donde pudiesen evadirse. Para acabar de una vez con ellos, dio fuego a la casa, queriendo quemarlos con ella, como lo hizo, sin escapar hombre de los ciento setenta que dentro estaban. Al alarido que estos levantaron con la agonía de la muerte, acudieron los indios que se hallaron más cercanos, y, juntándose quinientos de ellos, trabaron furiosa refriega con los nuestros, arremetiendo como tigres con la ira que tenían por ver quemados a los suyos tan lastimosamente, pero lo que consiguieron fue dejar allí las vidas la mayoría, escapando muy pocos, y  estos en situación de quedar escarmentados". Ocurrió en Villarrica, y queda claro que la lucha contra los mapuches era feroz.




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