(1216) Con los éxitos que iba teniendo el
capitán Pedro de Aranda Valdivia, aumentaban su prestigio como militar y sus
deseos de conseguir más y mayores victorias. De manera que dejó en Ranco a un capitán con veinte hombres, y él partió
de inmediato con otros treinta soldados
y buen número de indios amigos, el día 8 de mayo de 1576, para derrotar a los indios y hacerse con el
fuerte de Renigua. Como se le habían unido
más soldados y nativos procedentes de
la ciudad de Valdivia, pudo formar un escuadrón de setenta de a caballo
y otro de indios, y llevó a cabo en primer lugar el ataque al fuerte de Guaron,
donde había dos mil enemigos preparados para defenderse. Los cuales, al ver que
que la tropa de los españoles era demasiado numerosa, se retiraron a otro lugar
de difícil acceso para los caballos y más protegido por todas las partes, ya
que, por un lateral era montañoso y el otro estaba al borde de una laguna:
"Mandó Pedro de Aranda hacer cuatro canoas, y fue luego navegando por la
laguna para hallar un lugar de fácil acceso, de manera que la tropa que iba por
tierra pudiese también entrar en el fuerte con el amparo de los que iban en las
canoas. De esta forma, se atacó el fuerte por ambas partes, trabándose una sangrienta
pelea. Fue tal el aprieto en que se
vieron los indios, que su mayor cuidado fue mirar cada uno por dónde podía
evadirse, pues era casi tan difícil la salida para ellos como lo había sido la
entrada para los nuestros. Pero, aun así, resultaron muchos de ellos muertos y
otros presos, a los cuales se les hizo justicia con ejemplares castigos para
escarmiento de los demás rebelados. Fue muy valorada esta victoria en toda la
tierra, y en particular en Valdivia, donde se hicieron devotas procesiones dando
gracias a Nuestro Señor por ella, y alegres regocijos en significación del
contento que de ella procedía. Estuvieron en este enfrentamiento, y en los
pasados, Rodrigo de Sande, Hernando de Aranda Valdivia, Francisco de Herrera
Sotomayor, Juan de Matienzo, Juan de Alvarado el Mozo, Alonso
Domínguez de Blanca y don Alonso Mariño de Lobera, entre los demás caballeros
que están arriba nombrados". (El último mencionado, Alonso
Mariño de Lobera y Miranda, era hijo de nuestro cronista, Pedro Mariño de
Lobera. Nació en Chile en 1550, donde murió el año 1590, cuatro antes que su
padre).
Ocurrió por entonces otro incidente, que
el cronista considera providencial: "El capitán Arias Pardo Maldonado, estuvo
ausente de este enfrentamiento por permisión divina, yendo a Villarrica, donde
era corregidor, para evitar algo que se iba tramando entre los indios. Uno de
ellos, llamado don Juan Vilinango (estaba bautizado), cacique principal
y gran hechicero, tanto que era tenido por los indios como inmortal, intentó
destruir la ciudad matando a todos los moradores de ella. Con este fin envió
mensajeros a los pueblos comarcanos, para que, en su nombre, pidiesen a los
indos que vinieran a ayudarles en su intención, y, como su persona tenía tanta
autoridad en todas partes, se juntaron unos doce mil. Para efectuar su
propósito, utilizó las procesiones de la Semana Santa, con cuyo excusa metió
este cacique a los doce mil, pensando ejecutar lo decidido el último día de la
Pascua, y para hacerlo hacerlo con mayor seguridad, se confederaron con los
yanaconas que servían a los españoles, los cuales habían de coger las sillas y
frenos a sus amos para que no fuesen señores de sus caballos, que era lo mismo
que dejarlos sin pies y manos".
(Imagen) Juan Vilinango, el carismático
líder, a pesar de ser cristiano, convenció a dos mil indios para matar a todos
los españoles de Villarrica, incluso con la complicidad de los nativos que
servían a estos. Pero se le complicaron las cosas: "Quiso Dios que todo se
descubriera por medio de un indio del Perú, yerno del mismo Vilinango, el cual,
por tener más arraigada la ley de Cristo, no quiso permitir tan gran traición y
dio aviso al corregidor Arias Pardo Maldonado. Este, por ser hombre discreto y
buen cristiano, pidió que se dijese una misa solemne, e hizo que se juntase la
mayor parte de la ciudad. Estuvo él allá con la mayor devoción que pudo, comunicó
con algunas personas lo que se tramaba, se fue luego derecho al lugar donde
estaba Vilinango con los caciques conjurados, siendo doce en total, y los apresó.
Luego buscó información sobre sus intentos, los cuales se pusieron de
manifiesto por confesión de muchos de ellos, y en particular por la de un
cacique que hablaba español, llamado don Martín Vilinango. Por ser un asunto
con tantos implicados, lo consultó el corregidor con algunas personas serias, y
llevó a algunos religiosos que preparasen para morir a los presos. Al amanecer,
mandó ahorcar a los caciques en la plaza de la ciudad. Cuando los indios lo
supieron, les brotó la ira, fueron a un lugar en el que había muchas casas vacías
que solían usar los españoles, y las
quemaron todas salvo una, donde ellos se juntaron para preparar la guerra. Tuvo
el capitán Arias Pardo Maldonado noticia de esta rebeldía, y envió con gran
presteza a un capitán llamado Juan de Almonacid con alguna gente que lo
remediase. La cual, habiendo caminado toda la noche, llegó antes de amanecer a
la casa, donde estaban los indios totalmente descuidados y dormidos. Y, aunque
al punto en que los nuestros llegaron a la puerta comenzaron algunos indios a
alborotarse, les valió de muy poco, por haberla cerrado el capitán por fuera,
sin dejarles portillo por donde pudiesen evadirse. Para acabar de una vez con
ellos, dio fuego a la casa, queriendo quemarlos con ella, como lo hizo, sin
escapar hombre de los ciento setenta que dentro estaban. Al alarido que estos
levantaron con la agonía de la muerte, acudieron los indios que se hallaron más
cercanos, y, juntándose quinientos de ellos, trabaron furiosa refriega con los
nuestros, arremetiendo como tigres con la ira que tenían por ver quemados a los
suyos tan lastimosamente, pero lo que consiguieron fue dejar allí las vidas la
mayoría, escapando muy pocos, y estos en
situación de quedar escarmentados". Ocurrió en Villarrica, y queda claro
que la lucha contra los mapuches era feroz.
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