jueves, 1 de abril de 2021

(Día 1383) Juan de Añasco y sus hombres encontraron, por fin, un pueblo con muchas provisiones, pero los indios que los acompañaban mataron a casi todos los habitantes por ser enemigos suyos. Patofa castigó duramente a un indio suyo por intentar huir.

 

     (973) La situación de los soldados de Hernando de Soto y de los indios que los acompañaban se estaba haciendo insostenible por el hambre. No les quedaba más remedio que esperar confiados en que los cuatro capitanes que había enviado Soto con hombres, por sitios diferentes, en busca de comida encontraran provisiones suficientes: "Los capitanes caminaron seis días. Tres capitanes de ellos no hallaron cosa digna de memoria, sino hambre y más hambre. Sólo el contador (y capitán) Juan de Añasco tuvo mejor dicha, pues, yendo río arriba, al fin halló un pueblo asentado en la ribera, en el que había poca gente, pero mucha comida para pueblo tan pequeño, y, después, subieron en las casas más altas y descubrieron que, de allí adelante, estaba poblada la tierra de muchos pueblos grandes y pequeños, con muchas sementeras a todas partes, de que los nuestros dieron gracias a Dios, y ellos y los indios mataron la hambre que llevaban. Pasada la media noche, despacharon cuatro de a caballo para dar aviso al gobernador de lo que habían descubierto. Los cuatro españoles volvieron con la buena nueva y, para ser creídos, llevaron muchas mazorcas de maíz".

     Con el capitán Juan de Añasco, iba un grupo de indios bajo el mando de Patofa, su jefe militar, el cual empezó a cumplir el mandato de su cacique, Cofaqui, y se vengó de viejos enemigos:  "El general Patofa y sus indios, la noche que durmieron en el pueblo, lo más secretamente que pudieron, sin que los españoles supiesen cosa alguna de su hecho, lo saquearon, y robaron el templo, donde tenían sus mayores riquezas. Mataron a todos los indios que dentro y fuera del pueblo había, sin perdonar sexo ni edad, y a los que así mataban les quitaban los cascos de la cabeza (las cabelleras), de las orejas para arriba, con admirable destreza. Se llevaban estos cascos para que viese su curaca Cofaqui la venganza que en sus enemigos habían hecho de las injurias recibidas, porque, según después se vio, este pueblo era de la provincia de Cofachiqui, que tan deseada había sido de los españoles y tanta hambre les había costado el descubrirla".

     Veremos si estos hechos tendrán consecuencias, pero, ya de entrada, por si acaso, emprendieron el retorno hacia el campamento de Hernando de Soto: "El día siguiente, a medio día, salió Juan de Añasco del pueblo con todos sus españoles e indios, pues no osaron esperar en él al gobernador, temiendo que se juntasen gran número de gente de aquella tierra y los mataran a todos, pues no eran suficientes para resistirlos, por lo cual les pareció más seguro volver a donde estaba el gobernador".

     Todo hace suponer que la brutalidad que hicieron los indios en el poblado les acarreará problemas a los españoles, pero, de momento, Inca Garcilaso no hace  ningún comentario. Juan de Añasco se juntó, para el regreso, con los otros tres capitanes: "Los cuatro caballeros, que con la relación y buena nueva de haber hallado comida y tierra poblada dejamos en el camino, llegaron donde el gobernador estaba, habiendo caminado en un día, a la vuelta, lo que habían caminado en tres a la ida, que fueron más de doce leguas, y le dieron aviso de lo que habían descubierto".

 

     (Imagen) Vamos viendo que las venganzas entre las tribus indias solían ser terribles, acostumbrando arrancar las cabelleras a los enemigos muertos. El cronista nos da también un ejemplo de la dureza con la que castigaban los jefes a sus indios rebeldes. Así lo cuenta: "Ocurrió días atrás que, yendo los españoles por despoblado, un indio de los que llevaban carga, movido de cobardía o por otra causa que él se sabía, acordó huir. El español a cuyo cargo iba, dio cuenta de ello a Patofa, el general indio, el cual mandó a cuatro de los suyos que, a toda diligencia, fuesen a por aquel indio y se lo trajesen maniatado. Los indios lo alcanzaron, volvieron al real y lo pusieron delante de su capitán. El cual, después de haberle afeado en presencia de sus soldados su cobardía, el desacato a su cacique, el poco respeto a su capitán general y la traición y alevosía que a sus compañeros y a toda su nación había hecho, le dijo: 'No quedará tu delito y maldad sin castigo, para que otros no tomen de ti mal ejemplo'. Diciendo esto, mandó que lo llevasen a un arroyo pequeño, y, Patofa presente, le quitaron la poca ropa que llevaba, sin dejarle más que los pañetes. Luego, por mandato del capitán, trajeron muchas varas de árboles, y le dijo al indio: 'Échate de pechos sobre ese arroyo y bebe toda esa agua, y no ceses hasta que la agotes'. Mandó a cuatro indios que, en alzando la cabeza del agua, le diesen con las varas hasta que volviese a beber, e hizo que le enturbiasen el agua para que la bebiese con mayor pena. El indio, puesto en el tormento, bebió hasta que no pudo más, pero los verdugos le daban, en parando de beber, cruelísimos varazos, de la cabeza a los pies, y no cesaban de darle hasta que volvía a beber. Algunos parientes suyos, viendo el castigo tan riguroso y sabiendo que no había de parar hasta haberlo matado, fueron corriendo adonde Hernando de Soto, y, echados a sus pies, le suplicaron que tuviese piedad del pobre pariente. El gobernador envió un mensaje al capitán Patofa pidiéndole que cesara el castigo tan justificado y no pasase adelante con su enojo. Con lo cual dejaron, ya medio muerto, al indio que sin sed había bebido tanta agua". De inmediato llegarán Soto y los suyos, recorridos ya unos 1.000 km, a COFITACHEQUI (subrayado en la imagen con una raya roja), lugar que el cronista viene llamando Cofachiqui, y donde, en lugar de cacique, habrá cacica.




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