lunes, 26 de abril de 2021

(Día 1404) También vencieron los españoles en la durísima batalla de Chicasa, pero a un alto precio: perdieron muchos caballos, y murieron cuarenta soldados y la única mujer española que los acompañaba.

 

     (994) Aunque a los indios les había ido bastante bien en su ataque, vieron que se cambiaban las tornas, porque la reacción de los españoles había sido muy valiente y eficaz, a pesar del gran castigo que sufrieron: "Al no poder frenar la fuerza de los españoles, volvieron las espaldas huyendo a todo correr. Acabada esta furiosa batalla, la cual duró más de dos horas, el gobernador dio la vuelta para ver el daño que los indios habían hecho, y halló más del que se pensó, porque hubo cuarenta españoles muertos y cincuenta caballos (por si fuera poco lo perdido en Mabila). Alonso de Carmona dice que fueron ochenta los caballos entre muertos y heridos, y que más de veinte de éstos murieron quemados o flechados en las mismas pesebreras donde estaban atados". También algunas previsiones para la alimentación, e incluso con vistas al desarrollo de futuras poblaciones, se fueron al traste: "El  gobernador llevaba ganado prieto (probablemente porcino) para criar en la Florida, y lo tenía con mucha guarda para sustentarlo y aumentarlo, y, por tenerlo en este alojamiento de Chicasa más guardado de noche, habían hecho un corral de madera para los animales dentro del pueblo. Pero, como el fuego de aquella noche de la batalla fue tan grande, los alcanzó también a ellos y los quemó todos, escapando solamente los lechones que pudieron salir por entre palo y palo del cerco. No se sintió esta pérdida menos que las demás, pues nuestros castellanos padecían mucha necesidad de carne y, además la guardaban también para el regalo de los enfermos".

     A los españoles les asombraba la potencia con que los indios disparaban sus flechas. Penetraban en la carne de forma increíble, y, terminada la batalla, fueron al campo para examinar los caballos que habían muerto. Vieron que era extraordinaria la profundidad de las heridas que tenían todos. Pero hubo un caso tan especial, que Hernando de Soto quiso dejar constancia es un documento: "Otro tiro hallaron de extraña fuerza, y fue que un caballo de un trompeta llamado Juan Díaz, natural de Granada, estaba muerto de una flecha que le había atravesado por ambas tablillas de las espaldas y pasado cuatro dedos de ella de la otra parte. El cual tiro, por haber sido de brazo tan fuerte y bravo, pues el caballo era uno de los más anchos y espesos que en todo el ejército había, mandó el gobernador que quedase memoria de él por escrito y que un escribano real diese fe y testimonio del tiro. Así se hizo, de manera que luego vino un escribano que se decía Baltasar Hernández (que yo conocí después en el Perú), natural de Badajoz e hidalgo de mucha bondad y religión, cual se requería y convenía que lo fueran todos los que ejercitaran este oficio, pues se les fía la hacienda, vida y honra de la república. Este hidalgo en sangre y en virtud asentó por escrito y dio testimonio de lo que vio de aquella flecha, que fue lo que hemos dicho".

     Luego abandonaron aquel matadero: "Tres días después de la batalla acordaron los castellanos mudar su alojamiento a otra parte, a una legua de donde estaban, Y lo hicieron con mucha presteza y diligencia. Trajeron madera y paja de los otros pueblos comarcanos, y acomodaron lo mejor que pudieron un pueblo que (el cronista y testigo) Alonso de Carmona llama Chicasilla, donde dice que a mucha prisa hicieron sillas, lanzas y rodelas, porque todo esto les quemó el fuego, y que andaban como gitanos (es curiosa la alusión), unos sin sayos y otros sin zaragüelles. Estas palabras son todas suyas". (Inca Garcilaso era respetuoso con el texto de los demás).

 

      (Imagen) Habla el cronista de un hecho especialmente lastimoso ocurrido en Chicasa: "Además de la pena que nuestros españoles sintieron por la pérdida de los compañeros y muerte de los caballos, que eran la fuerza de su ejército, tuvieron lástima de un caso particular que aquella noche sucedió, y fue que, entre ellos, había una sola mujer española, que tenía por nombre Francisca de Hinestrosa, casada con un buen soldado que se llamaba Hernando Bautista, la cual estaba en días de parir. Pues, como el ataque de los enemigos fue tan repentino, el marido salió a pelear, y, acabada la batalla, cuando volvió a ver qué era de su mujer, la halló hecha carbón porque no pudo huir del fuego". Mejor suerte tuvo un tipo pintoresco: "Lo contrario sucedió en un soldadillo llamado Francisco Enríquez, que no valía nada, y, aunque tenía buen nombre (lucía un apellido ilustre), era un cuitado que valía más más para truhán que para soldado, de quien se burlaban muchos compañeros, el cual estaba enfermo en la enfermería, y con frecuencia lo tuvieron que llevar a cuestas. Cuando sintió el fuego y el ímpetu de los enemigos, salió huyendo de la enfermería y, a pocos pasos que dio por la calle, topó con un indio que le dio un flechazo por una ingle, que casi le pasó a la otra parte, y le dejó tendido en el suelo por muerto, donde estuvo más de dos horas. Después de amanecer, lo curaron, y en breve tiempo sanó de la herida, que se había tenido por mortal, y también de la enfermedad, que había sido muy larga y enfadosa. Por lo cual, burlándose después de él los que acostumbraban hacerlo, le decían: 'Tienes demasiada suerte, pues, para ti, que no vales dos blancas, hubo doblada salud y vida, y hubo muerte para tantos caballeros y tan principales soldados como han muerto en estas dos últimas batallas (la terrible suma de ciento  veintidós)'. Enríquez lo sufría todo y les decía otras cosas peores". Aunque los españoles, en esta enfrentamiento de Chicasa, volvieron a vencer a los indios, la mortandad que sufrieron fue muy alta, y, si  ya en la victoriosa batalla de Mabila hubo españoles desmoralizados por el número de bajas, es de suponer que entonces su moral quedara aún más resentida. Charles Cobb, el arqueólogo norteamericano de la imagen, trata de encontrar, basándose en la crónica de Inca Garcilaso, el antiguo emplazamiento de CHICASA.




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