martes, 20 de abril de 2021

(Día 1399) En la batalla, fue herido Hernando de Soto, quien exhibió su valentía, bravura y destreza. Lo mismo mostraron los indios, prefiriendo morir en el horror del pueblo incendiado a rendirse. Hasta sus mujeres lucharon con ahínco.

 

     (989) En medio de la horrenda batalla, Hernando de Soto se comportó como lo que era, un valiente y ejemplar líder: "El gobernador, que había peleado ya cuatro horas a pie delante de los suyos, salió del pueblo y, subiendo en un caballo para con él acrecentar el temor a los enemigos y el ánimo y esfuerzo a los suyos, y acompañado del buen Nuño Tovar, que también venía a caballo, volvió a entrar en el pueblo, y ambos caballeros, invocando a Nuestra Señora y al Apóstol Santiago, y, dando grandes voces a los suyos para que les hiciesen sitio, pasaron atacando de un cabo al otro del escuadrón de los enemigos, y revolvieron sobre ellos alanceándolos a una mano y a otra como valientes diestros caballeros que eran". Este párrafo confirma que, como ya adelantó el cronista, Nuño Tovar, a pesar de que el gobernador Soto le había quitado el rango militar que tuvo, por haberse casado sin permiso con Leonor de Bobadilla, fue uno de los capitanes más valiosos de la campaña, en la que, curiosamente, morirá luego de enfermedad, como el mismo Hernando de Soto.

     Pero era muy difícil salir bien librado de la puntería de aquellos indios flecheros: "En estas vueltas y revueltas, al tiempo que el gobernador se asentaba sobre los estribos para dar una lanzada a un indio, otro que se halló a sus espaldas le tiró una flecha por cima del arzón trasero y le acertó en lo poco sin protección que el general descubrió entre el arzón y las coracinas y, aunque tenía cota de malla, se la rompió la flecha, y el buen general, por no dar a entender que estaba herido, y porque con la prisa de pelear no tuvo lugar de quitarse la flecha, luchó con ella todo lo que la batalla después duró, que fueron casi cinco horas, sin poder acomodarse sobre la silla, que no fue poca prueba de la valentía de este capitán y de la destreza que como jinete tenía". Era famoso por ambas cosas, y recordemos que, siendo el primer español que vio cara a cara a Atahualpa, las exhibió ante él, con la mala fortuna de que, por asustarse de los inocentes quiebros del caballo los indios de su guardia personal, fueron ejecutados por el gran emperador inca.

     El poblado indio estaba ardiendo por todo los sitios, y las consecuencias fueron horribles: "El fuego que se puso a las casas iba creciendo por momentos y hacía mucho daño en los indios porque, como eran muchos y no podían pelear todos en las calles y plaza porque no cabían en ellas, lo hacían de las azoteas y allí los cogía el fuego y los quemaba o les forzaba a que, huyendo de él, se despeñasen. No hacía menos daño en las casas que tomaba por la puerta que, como se ha dicho, eran salas grandes con no más de una puerta, y, como el fuego la ocupaba, los que estaban dentro, no pudiendo salir fuera, se quemaban y ahogaban con el fuego y con el humo, y de esta manera perecieron muchas mujeres que estaban encerradas en las casas. En las calles no era menos perjudicial el fuego, porque el viento lanzaba por veces la llama y el humo sobre los indios y les cegaba la vista, lo cual ayudaba a que los españoles los llevasen hacia el interior del poblado sin resistencia alguna. Otras veces volvía el viento a favor de los indios contra los cristianos, y hacía que recuperasen cuanto de la calle habían perdido. Así andaba el fuego favoreciendo ya a los unos, ya a los otros, y haciendo crecer la mortandad de la batalla".

 

     (Imagen) Fueron muchas las razas de nativos de las Indias que resultaron conquistables, aunque no sin esfuerzo y a base de grandes riesgos. Pero se podría decir que hubo dos especialmente problemáticas para los españoles: los araucanos o mapuches, de Chile, y estas tribus de los actuales territorios norteamericanos, que coinciden también en haber aprendido pronto a criar caballos y montarlos. Todos los indios del cacique TUSCALUZA preferían  morir a perder su libertad, con una terquedad numantina. Llegó el momento en el que era necesario que lucharan también sus mujeres: "Llevaban ya siete horas peleando sin cesar con crueldad y rabia contra los españoles. Viendo los indios que muchos de los suyos habían muerto a fuego y hierro, y que, por faltar quien pelease, enflaquecían sus fuerzas y crecían las de los castellanos, llamaron a las mujeres y les mandaron que, tomando armas de las muchas que por las calles había caídas, hiciesen lo posible por vengar la muerte de los suyos, y que, si no lograsen vengarlos, al menos hiciesen como todos: morir antes que ser esclavos de los españoles. Cuando les mandaron esto a las mujeres, ya muchas de ellas hacía buen rato que valerosamente andaban peleando entre sus maridos; pero, con el nuevo mandato, no quedó ninguna que no saliese a la batalla tomando las armas que por el suelo hallaban, que asaz había de ellas. Cogieron en sus manos muchas espadas, partesanas y lanzas de las que los españoles habían perdido y las emplearon contra sus dueños, hiriéndolos con sus mismas armas. También tomaban arcos y flechas, y no las tiraban con menos destreza y ferocidad que sus maridos, se ponían delante de ellos a pelear, y determinadamente se ofrecían a la muerte con más temeridad que los varones, y con toda rabia y despecho se enfrentaban a las armas de los enemigos, mostrando bien que la desesperación y ánimo de las mujeres, en lo que han determinado hacer, es mayor y más desenfrenado que el de los hombres. Sin embargo los españoles, viendo que aquello hacían las indias con deseo más de morir que de vencer, se abstenían de herirlas y matarlas, pues tenían en cuenta que eran mujeres". La imagen muestra la piedra labrada que le han dedicado en el Condado de Tuscaloosa (Estados unidos) al correoso cacique Tuscaluza, del que nunca más se supo después de esta terrible batalla de Mabila que estamos viendo.




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