(992) Como indiqué, había otro origen de
la desmoralización: "A este disgusto se añadió la fiereza increíble de la
batalla de Mabila, que les había asombrado, por lo que deseaban dejar la tierra
en cuanto pudiesen, pues decían que era imposible domar gente tan belicosa ni
sujetar hombres tan libres, que por lo que hasta allí habían visto les parecía
que ni por fuerza ni por maña podrían hacer con ellos que entrasen debajo del
yugo y dominio de los españoles, que antes se dejarían matar todos y que no
había para qué andarse gastando poco a poco en aquella tierra sino irse a otras
ya ganadas y ricas como el Perú y México donde se podrían enriquecer sin tanto
trabajo, para lo cual sería bueno, luego que llegasen a la costa, dejar aquella
mala tierra e irse a la Nueva España (México). Estas cosas, y otras
semejantes, murmuraban entre sí algunos pocos de los que hemos dicho. Y no
pudieron tratarlas tan en secreto que no las oyesen algunos de los que con el
gobernador habían ido de España y le eran leales amigos, los cuales le dieron
cuenta de lo que en su ejército pasaba y cómo hablaban firmemente de salirse de
la tierra luego que llegasen donde hubiese barcos".
Al prestigioso Hernando de Soto le parecía
increíble que hubiera indicios de motín: "El gobernador no quiso, en cosa
tan grave, dar entero crédito a los que se la habían dicho sin primero
certificarse en ella por sí mismo. Con este cuidado dio en rondar solo de
noche, y más a menudo de lo que solía, y en hábito disimulado, para no ser
conocido. Andando así, oyó una noche al tesorero Juan Gaytán y a otros que con
él estaban en su choza que decían que, llegando al puerto de Achusi, donde
pensaban hallar los navíos, se habían de ir a la tierra de México o del Perú, o
volverse a España, porque no se podía llevar vida tan trabajosa para conquistar
tierra tan pobre y mísera. Lo cual sintió el gobernador gravísimamente, porque comprendió
que los suyos querían desampararlo, como lo hicieron al principio de la conquista
del Perú con el gobernador y marqués don Francisco Pizarro, quien se quedó con
solo trece hombres en la isla de Gorgona, y que, si los que entonces tenía se
le iban, no tenía posibilidad de hacer un nuevo ejército y quedaba descompuesto
de su grandeza, autoridad y reputación, gastada su hacienda en vano y perdido
el excesivo trabajo que hasta allí habían pasado en el descubrimiento de
aquella tierra".
Aquello fue para el extraordinario
conquistador un gran mazazo que no se esperaba, y tomó, sin consultar a nadie,
una decisión tajante: "Las cuales cosas, consideradas por un hombre tan
celoso de su honra como lo era el gobernador, causaron en él precipitados y
desesperados efectos, y, aunque por entonces disimuló su enojo, reservando el
castigo para otro tiempo, quiso de inmediato evitar que se hiciera lo que deseaban
quienes tenían sus ánimos flacos y acobardados. Y así, con toda la buena
industria que pudo, sin dar a entender cosa alguna de su enojo, dio orden de
volver a entrar tierra adentro y alejarse de la costa, para quitar a los mal
intencionados la ocasión de desvergonzársele y amotinar a toda su gente".
Una decisión tan inesperada, repentina y sin explicaciones, cuando ya faltaba
poco camino para llegar al ansiado puerto de Achusi, tuvo que ser demoledora
para todo el ejército.
(Imagen) Los españoles ganaron la batalla
de Mabila, pero las consecuencias van a ser fatales para la expedición, y más
todavía para el gran Hernando de Soto, que lo perderá todo, incluso la vida.
Unas intrigas de motín lo alarmaron. Dice Inca Garcilaso: "Esta fue la
causa principal de perderse este caballero y todo su ejército. Y, desde aquel
día, como hombre descontento a quien los suyos habían traicionado sus
esperanzas, cortando el camino a sus buenos deseos y borrando el plan que para
poblar la tierra tenía hecho, nunca más acertó a hacer cosa que bien le saliese,
ni se cree que la pretendiese, sino que, movido por el desdén, anduvo de allí
adelante gastando el tiempo y la vida sin fruto alguno, caminando siempre sin
orden ni concierto, como hombre aburrido de la vida, deseando se le acabase,
hasta que falleció según veremos adelante. Perdió su contento y esperanzas, y,
para sus descendientes y sucesores, perdió lo que en aquella conquista había
trabajado y la hacienda que en ella había empleado, provocando que fracasasen todos
los que con él habían ido a ganar aquella tierra. Perdió asimismo el haber dado
principio a un grandísimo y hermosísimo reino para la corona de España, y el
haberse aumentado la Santa Fe Católica, que es lo que más se debe sentir. Porque
habría sido muy acertado, en negocio tan grave, tomar consejo de los amigos que
tenía, de quien podía fiarse, para hacer con prudencia y buen acuerdo lo que al
bien de todos más conviniese. Podía este capitán haber remediado aquel motín castigando
a los principales culpables, con lo cual escarmentarían los demás de la liga,
que eran pocos, en lugar de perderse y dañar a todos los suyos por gobernar
solamente con su parecer apasionado, que causó su propia destrucción. Y así,
aunque era tan discreto como hemos visto, hizo del problema causa propia, y de
forma apasionada, por lo que no pudo regirse y gobernarse con la claridad y
juicio libre que las cosas graves requieren, olvidando que, quien huyere de
pedir consejo, debe desconfiar de acertar". A pesar de que estaban arraigando pensamientos de motín,
aún no había cuajado una intención seria, por lo que la
fuerte autoridad que Hernando de Soto tenía como gobernador le permitió obligar
a todo el ejército, sin consultarlo con nadie, a desechar el viaje desde Mabila
hasta el cercano puerto de Achusi (actualmente,
Mobile, a unos 150 km de distancia), y ponerse en marcha por una ruta
nueva.
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