sábado, 3 de abril de 2021

(Día 1385) Llegaron los españoles a Cofitachequi, y se encontraron con que quien mandaba allí era una joven cacica, la cual, amistosamente, les prometió ayudarles a pasar el río y entregarles provisiones.

 

     (975) Juan de Añasco y los treinta que le acompañaban partieron con la misión de apresar algún indio que les sirviera de información general, pero esta vez, a pesar de la confianza que le tenía Hernando de Soto, no lo va a conseguir: "Habiendo, pues, caminado casi dos leguas, oyeron en el silencio de la noche un murmullo como de pueblo que estaba cerca, y, caminando otro poco más, vieron lumbres y oyeron ladrar perros y llorar niños y hablar hombres y mujeres. Entonces se prepararon para prender algún indio por los arrabales. Yendo así todos con este cuidado, se hallaron burlados de sus esperanzas, porque el río se les atravesaba entre ellos y el pueblo. Los cristianos se detuvieron un buen rato, y hacia las doce de la noche se volvieron al real, y dieron cuenta al gobernador de lo que habían visto. El cual, luego que fue de día, salió con cien infantes y cien caballos y fue a ver el pueblo para saber lo que en él había de pro y contra para su descubrimiento".

     Y, para variar, se van a encontrar por primera vez con una cacica: "Llegando al desembarcadero de canoas que había en el poblado, Juan Ortiz y el indio Pedro dieron voces a los que estaban en la otra ribera diciéndoles que viniesen, porque  querían enviarle un mensaje al señor de aquella tierra. Los indios, viendo cosa tan nueva para ellos como españoles y caballos, a mucha prisa entraron en el pueblo y publicaron lo que les habían dicho. Poco después que los indios dieron la noticia en el pueblo, salieron seis indios principales y de buena presencia, los cuales entraron en una gran canoa".

    Cuando se presentaron ante Hernando de Soto, lo primero que quisieron saber fue si llegaba en son de paz o de guerra: "El gobernador respondió que quería paz y que les pedía solamente provisiones para pasar adelante a ciertas provincias.  Les pidió que le perdonasen las molestias que podían recibir y les rogaba le proveyesen de balsas y canoas para pasar aquel río. Los indios respondieron que aceptaban la paz y que, en lo de la comida, ellos tenían poca, porque el año pasado en toda su provincia habían tenido una gran pestilencia con mucha mortandad de gente, de la cual sólo aquel pueblo se había librado. y que eran vasallos de una señora, moza sin casar, recién heredada. Dadas estas razones, se fueron a su pueblo y dieron aviso a su señora de lo que el capitán de los cristianos les había pedido para su camino".

     En cuanto recibió la información la cacica, fue a visitar a los españoles, atravesando el río con gran boato, acompañada en una grande y lujosa canoa por ocho mujeres  nobles, yendo en otra los seis indios que habían visitado a Soto. El cronista, después de comentar que la escena parecía la forma en que Cleopatra salió a recibir a Marco Antonio, añade: "La india señora de la provincia de Cofitachequi, puesta ante el gobernador, le dijo que, a pesar de la pestilencia pasada, haría todo lo que pudiese en su servicio, y le ofreció la mitad de las 1.200 fanegas de maíz que había hecho recoger para socorrer a sus vasallos, y le dijo que, para que pasara el ejército aquel río, le proveería con brevedad de balsas y canoas de madera,  estando todo preparado para el día siguiente, y así vería el gobernador con cuánta prontitud y voluntad le servían". Es de imaginar que la llegada de un ejército tan numeroso, y de complicado bagaje de caballos y armamento, tenía que ser una gran molestia para cualquier poblado. Aquellas buenas acogidas más bien parecían recursos diplomáticos por temor a la fuerza de los españoles, aunque no hay que descartar que gente tan extraña y con tan poderosos caballos despertara gran curiosidad y admiración.

 

     (Imagen) Cuando el cronista dio el nombre de quienes iban al mando de las naves de Hernando de Soto, desde su salida de Sanlúcar de Barrameda, dijo que uno de ellos era el portugués ANDRÉS DE VASCONCELOS Y DE SILVA, quien, sin duda, estaba presente como capitán de caballería cuando tuvo lugar, como acabamos de ver, el encuentro con la cacica de un poblado de la provincia de Cofitachequi. De noble linaje, hijo de Gómez de Silva y de Guiomar Pacheco, tenía Andrés carisma personal, y lideraba a los otros portugueses que, como él, procedían de Elvás. Tampoco saldrá vivo de la gran aventura de La Florida. Cuando murió Hernando de Soto, sus hombres restantes, bajo el mando de Luis de Moscoso, emprendieron el regreso hacia México. Buscando el Misisipi durante el invierno de 1542, llegaron a Aminoya soportando un frío atroz, empapados de agua y casi desarrapados. Muchos indios y españoles enfermaron y murieron. Fue el caso de Nuño de Tovar, a quien Soto había destituido (dándole el cargo de teniente suyo a Luis de Moscoso) por casarse en Cuba con Leonor de Bobadilla, contra lo establecido para ella. Y también falleció ANDRÉS DE VASCONCELOS, así como dos parientes suyos. Los que seguían vivos llegaron pronto a la ribera del Misisipi, prepararon barcazas y fueron río abajo hasta desembocar en el Golfo de México. Ocho años después, en 1550, un hijo de Andrés,  llamado Gómez de Silva (como su abuelo), en el escrito de la imagen (enviado al Rey), reclamó los bienes que dejó tras su muerte. Dice que ocurrió cuando volvió de La Florida, sin precisar que fue 'mientras' volvía. Y manifiesta: "Poseía muchos bienes de esclavos, caballos y piezas de casa, quedando en poder de Luis de Moscoso, el  cual está en la Nueva España (México). Quiero ir allá para recobrar los bienes de mi padre (su madre también había fallecido), por lo que solicito a Vuestra Alteza que mande que se me dé licencia para mí y para dos criados míos, porque, aunque he enviado dos cédulas (órdenes) de Vuestra Alteza de que se envíen los dichos bienes a la Casa de la Contratación de Sevilla, como no hay allá (México) persona que lo solicite ni por mí lo haga, no los han querido enviar". Tenía razón en lo que dice, puesto que, efectivamente, el Rey había ordenado a la Audiencia de México que remitiera los bienes del difunto a la Casa de la Contratación de Sevilla, o que se le compensara debidamente a Gómez de Silva.




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