miércoles, 21 de abril de 2021

(Día 1400) Llegó el resto de la tropa de Hernando de Soto, y se incorporó a la terrorífica batalla de Mabila, en la que murieron casi todos los indios, numerosos españoles y, de extraña manera, el bravo portugués Men Rdríguez.

 

     (990) Cuando el resto de la tropa de Soto se iba acercando a Mabila, oyeron las trompetas de guerra, dieron por hecho que los españoles estaban sufriendo un ataque de los indios de Tuscaluza, y aceleraron la marcha para ir en su ayuda. Como acabamos de ver, justo al llegar ocurrió la tragedia de Diego de Soto. Sus compañeros se unieron de inmediato a la batalla, en un momento en el que muchos indios habían escapado del incendio del poblado para luchar en campo abierto: "Los españoles de la retaguardia, caballeros e infantes, llegaron y todos arremetieron a los indios que en el campo andaban peleando y, después de haber batallado gran espacio de tiempo, y a pesar de muchas muertes y heridas que recibieron, pues, aun llegado tarde, les cupo muy buena parte de ellas, desbarataron a los indios y mataron a la mayoría de ellos, aunque algunos se libraron huyendo. Ya cerca de ponerse el sol, todavía sonaban los gritos de los que peleaban en el pueblo. Al socorro de los suyos, entraron muchos de a caballo repartiéndose por las calles, pues en todas ellas había que hacer, y, arrollando a los indios que en ellas peleaban, los mataron, pues ninguno quiso rendirse ni dar las armas, sino morir con ellas luchando como buenos soldados. Este fue el último encuentro de la batalla,  con el cual acabaron de vencer los españoles al tiempo que el sol se ponía, habiendo peleado ambas partes nueve horas de tiempo sin cesar. Ocurrió el día del bienaventurado San Lucas Evangelista, año de mil quinientos cuarenta, y este mismo día, aunque muchos años después, escribí la relación de lo ocurrido".

     El cronista hace un cálculo (no se sabe hasta qué punto fiable) de los nativos que murieron en la tremenda batalla: "El número de los indios que en este rompimiento perecieron a hierro y a fuego se entendió que pasó de once mil personas, porque alrededor del pueblo quedaron tendidos más de dos mil y quinientos hombres, y entre ellos hallaron a Tuscaluza el mozo, hijo del cacique. Dentro del pueblo murieron a hierro más de tres mil indios, y las calles no se podían andar de cuerpos muertos. El fuego consumió en las casas más de tres mil y quinientas ánimas, porque en sola una casa se quemaron mil personas, ya que el fuego tomó por la puerta y los ahogó y quemó dentro sin dejarlos salir fuera, que era compasión ver cómo los dejó, y los más de estos eran mujeres. En un círculo de cuatro leguas en circuito, en los montes, arroyos y quebradas, no hallaban los españoles sino indios muertos y heridos en número de dos mil personas que no habían podido llegar a sus casas, y era lástima hallarlos aullando por los montes sin remedio alguno. Del cacique Tuscaluza, que fue el responsable de esta tragedia, no se tuvo noticia alguna, porque unos indios decían que había escapado huyendo y otros que se había quemado, y esto fue lo que se tuvo por más cierto y lo que él mejor merecía. Porque, según después se averiguó, desde el primer día que tuvo noticia de los castellanos y supo que habían de ir a su tierra, había determinado matarlos en ella, y con este propósito había enviado al hijo a recibir al gobernador al pueblo de Talisi, y con esa excusa, hacer de espía, para luego llevar a cabo la traición que pensaba hacerles".

 

     (Imagen) En la durísima batalla de Mabila, murieron la inmensa mayoría de los indios del cacique Tuscaluza, incluso su hijo, pero no se supo con certeza nada de él, pensándose que habría muerto abrasado en el incendio de la población. Inca Garcilaso dio también el dato de los españoles muertos y de los numerosos heridos: "Acabada la batalla, el gobernador Hernando de Soto, aunque salió mal herido, mandó que los españoles muertos se recogiesen para enterrarlos y que los heridos se curasen, pero había tanta falta de lo necesario, que murieron muchos de ellos antes de ser curados, porque se calculó que hubo mil setecientas setenta y tantas heridas de cura, y llamaban heridas de cura a las que eran peligrosas. Además, para curar tanta multitud de heridas, solo había en todo el ejército un cirujano, y  no tan hábil y diligente como fuera menester. Se tardó cuatro días en curarlas, y en este tiempo murieron trece españoles por falta de medios. En la batalla fallecieron cuarenta y siete, de los cuales fueron muertos dieciocho de heridas de flechas por los ojos o por la boca, pues los indios, sabiendo que tenían protegidos los cuerpos, les tiraban al rostro. Sin contar los que murieron antes de ser curados y en la batalla, perecieron después otros veintidós cristianos por la mala evolución de las curas. De manera que podemos decir que murieron en esta batalla de Mabila ochenta y dos españoles. A esta pérdida se añadió la de cuarenta y cinco caballos que los indios mataron en la batalla, que no fueron menos llorados que los mismos compañeros, porque veían que en ellos consistía la mayor fuerza de su ejército". Uno de los fallecidos tuvo una extraña muerte, y el cronista ensalza su valía: "Un portugués llamado MEN RODRÍGUEZ, hombre  de familia noble, natural de la ciudad de Yelves (Elvas), que había sido soldado en África en las fronteras del reino de Portugal, y era de la compañía del capitán Andrés de Vasconcelos, peleó todo el día a caballo como muy valiente jinete que era e hizo en la batalla cosas dignas de memoria, y, a la noche, acabada la pelea, se apeó y quedó como si fuera una estatua de palo, y sin más hablar ni comer ni beber ni dormir, pasados tres días, falleció de esta vida sin herida ni señal de golpe que le hubiese causado la muerte. Debió de  ser que se vació con el mucho pelear. Por lo cual, se decía que este buen hidalgo había muerto de valiente y animoso por haber peleado y trabajado excesivamente". (Habrá que dedicarle la imagen a este olvidado héroe).




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