(998) El cronista da los últimos detalles
de la derrota de los indios de Alibamo: "Dentro del fuerte fue grande la
matanza de indios, pues, como los españoles los viesen encerrados y se
acordasen de las muchas pesadumbres que sin cesar les habían dado, los
apretaron malamente con la ira y enojo que contra ellos tenían, y a cuchilladas
y a estocadas, con gran facilidad, por ser gente que no llevaba protección
corporal, mataron gran número de ellos. Los demás huyeron por donde podían. De
esta manera se desembarazaron de los del fuerte en poco tiempo, y los que
pudieron pasar el río, sintiendo que estaban ya seguros, se pusieron en
escuadrón, y los nuestros quedaron de esta otra parte". Lo cual dio origen
a un desafío singular. Uno de los indios se adelantó y, dando gritos, consiguió
que los españoles entendieran que quería retar a uno de los suyos en un duelo a
muerte. Y no faltó un bravo soldado que se ofreciera voluntario: "Uno de
los nuestros, que se llamaba Juan de Salinas, hidalgo montañés, salió muy a
prisa de entre los españoles, y fue río abajo para colocarse frente al indio. Luego
puso una jara en su ballesta y apuntó al indio para tirarle, el cual hizo lo
mismo con su arco. Ambos
soltaron los tiros a un mismo tiempo. El montañés dio al indio por medio de los
pechos, de manera que fue a caer. Llegaron los suyos a socorrerle y se lo
llevaron en brazos más muerto que vivo. El indio había acertado al español por
el pescuezo, atravesándole la flecha por la cerviz, pero volvió adonde los
suyos muy contento del tiro que había hecho en su enemigo. Los indios, aunque
pudieron, no quisieron tirarle a Juan de Salinas, porque el desafío había sido
uno a uno (nobleza indígena)".
El lance individual había sido caballeroso
por ambas partes, pero otra cosa era la guerra sin cuartel: "El gobernador,
que había deseado castigar la desvergüenza y atrevimiento de aquellos indios, llamando
a los de a caballo y pasando el río por un buen vado que estaba arriba del
fuerte, los llevaron alanceando por un llano adelante más de una legua, y no habrían
cesado hasta acabar con todos, si la noche no lo impidiera quitándoles la luz
del día. Mas, aun así, murieron en este trance más de dos mil indios, y pagaron
bien su osadía para que no pudiesen quedar loándose de los castellanos que en
su tierra habían matado ni de la mucha molestia que en todo el invierno pasado
les habían dado. Habiendo seguido al alcance, se volvieron los españoles a su
alojamiento y curaron los heridos, que fueron muchos, por cuya necesidad tuvieron
que parar allí cuatro días".
Llegó el momento de partir: "Del alojamiento de Alibamo, que fue el
postrero de la provincia de Chicasa, salió Hernando de Soto con el ejército, y
caminó por un despoblado llevando siempre la vía del norte por huir de la mar (sin
duda, para evitar tentaciones de motín). Llegó a dar vista a un pueblo
llamado Chisca, el cual estaba cerca de un río grande que, por ser el mayor de
todos los que nuestros españoles en la Florida vieron, le llamaron el Río
Grande (el Misisipi). Juan Coles, en su relación, dice que este río se
llamaba, en lengua de los indios, Chucagua, y más adelante haremos más larga
mención de su grandeza, que será de admiración".
(Imagen) Pronto nos va a hablar Inca Garcilaso de que, según avanzaban los españoles, se veían obligados a utilizar todo un equipo de intérpretes porque aquello se iba convirtiendo en una torre de Babel, en la que los idiomas se multiplicaban. Había tribus dominantes, pero ninguna tenía la dimensión imperial de los aztecas y los incas. Veo un artículo (escrito por Don C. East) que hace referencia, entre otras cosas, a las principales poblaciones que ahora estamos recorriendo con Hernando de Soto por la zona de Alabama (de ahí que hubiera un poblado llamado Alibamo). Menciona nombres que acabamos de ver, aunque con la fonética inglesa, que nos resulta insegura (pero algo se parece a la que recoge Inca Garcilaso). Y va citando las tribus más importantes, aclarando a qué ramas lingüísticas pertenecían sus idiomas. Empieza con los indios Coosa, establecidos a orillas del río del mismo nombre, cuyos descendientes, junto a los Alibamo, parientes suyos, viven desde el siglo XVIII cerca de Livinston (Texas), en la reserva de indios Alabama-Coushata. El autor dice que "muchos de estos indios, junto a los de Mabila, fueron aniquilados por Hernando de Soto cuando se enfrentó al cacique Tuscaluza en una gran batalla". No obstante, los descendientes de estos indios de Mabila desarrollaron a principios del siglo XVIII un léxico comercial que tuvo mucha influencia en todas las tribus del sudeste, convirtiéndose en el modo de comunicación de todos los traficantes de la zona, blancos incluidos. Los indios Alibamos quedaron sometidos a los indios Creeks cuando estos emigraron a Alabama, "cuya tribu era la más numerosa y poderosa de todo el sudeste; hacia mediados del siglo XVII, los agresivos Creeks ocupaban extensos territorios de Alabama, Georgia, Florida y Carolina del Sur (ver imagen), sometiendo a todas las demás tribus, aunque permitiéndoles que residieran en la zona. A pesar del poderío de los Creeks, sufrieron una rebelión interna, en la que surgió una nueva tribu, formada por los famosos Semínolas. Lingüísticamente, se podrían reducir todos los idiomas de los indios que conocieron Hernando de Soto y sus hombres a unas cinco ramas principales, pero, cada una de ellas, con muchas derivaciones dialectales. No son de extrañar, pues, las dificultades que encontraba el bueno de JUAN ORTIZ (el inspirador de la historia de Pocahontas) en su labor de intérprete oficial de los españoles.
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