lunes, 19 de abril de 2021

(Día 1398) La batalla era feroz. Los indios se hicieron fuertes dentro de su poblado, y los españoles lo incendiaron. La osadía de Diego de Soto, sobrino del gobernador, le costó la vida. Otros españoles escaparon milagrosamente de una casa india.

 

     (988) Los pocos que pudieron coger sus caballos, fueron rápidamente a ayudar a los que, a pie, estaban aguantando el tremendo ataque de los indios: "Arremetieron para resistir la furia con que los indios perseguían a los españoles, los cuales, por mucho que se esforzaban, no podían evitar que los indios los hiciesen retroceder por el llano adelante hasta que vieron a los de a caballo enfrentarse a ellos. Entonces los enemigos se detuvieron algún tanto, y dieron lugar a que todos los nuestros se juntasen, y, hechos dos cuadrillas, una de infantes y otra de caballos, atacaron a los indios con tanto coraje y vergüenza de la afrenta pasada, que no pararon hasta volverlos a encerrar en el pueblo. Pero, queriendo entrar dentro, fue tanta la flecha y piedra que de la cerca y de sus troneras llovió sobre ellos, que les convino apartarse de ella".

     Se repitió la escena, y volvió a ocurrir lo mismo. En cuanto se retiraban los españoles, salían de la cerca  los indios para atacarlos, por lo que fue necesario emplear otra estrategia de ataque: "En adelante los de a pie se retiraban más lejos de lo que les obligaba el ataque de los indios, fingiendo temor, y de esa manera tenían los de a caballo más campo y lugar donde poder alancear a los indios. De esta suerte, acometiendo y retirándose ya los unos, ya los otros, a manera de juego de cañas (torneos deportivos), aunque en batalla muy cruel y sangrienta, y otras veces a pie quedo, pelearon indios y españoles tres horas con muertes y heridas que unos a otros se daban rabiosamente".

     También los indios cambiaron de táctica, y, en lugar de salir del poblado al ataque, decidieron encerrarse en él: "El gobernador, viendo a los indios encerrados, mandó a sus hombres que, tomando rodelas para su defensa y hachas para romper las puertas, acometiesen al pueblo e hiciesen lo que pudiesen por ganarlo. Los indios, viendo que los castellanos iban entrando en el pueblo, que ellos tenían por inexpugnable, peleaban desesperadamente. Los españoles, por temor a que los enemigos volviesen a ocupar las casas que ellos iban ganando, acordaron pegarles fuego. Así lo hicieron y, como eran de paja, se levantó grandísima llama y humo que provocó que aumentara la mucha sangre, heridas y mortandad que en aquel pueblo tan pequeño hubo. Muchos de los indios fueron, con la intención de disfrutar de sus despojos, a la casa que habían cedido al gobernador para su servicio. Pero en la casa hallaron buena defensa, porque había dentro tres ballesteros y cinco alabarderos que solían acompañar al gobernador, su recámara y servicio, y un indio de los primeros que en aquella tierra habían apresado, el cual era ya amigo y fiel criado y, como tal, traía su arco y flechas para cuando fuese necesario pelear contra los de su misma nación. Estaban asimismo en la casa dos sacerdotes y dos esclavos. Toda esta gente se puso en defensa de la casa: los sacerdotes con sus oraciones y los seglares con las armas. Y pelearon tan animosamente que no pudieron los enemigos ganarles la puerta, hasta que llegaron peleando el gobernador, sus capitanes y soldados y retiraron de ella a los enemigos, con lo cual quedaron libres los de la casa, y fueron luego al campo dando gracias a Dios por haberlos librado de tanto peligro".

    

     (Imagen) Entre los refuerzos que les iban a llegar pronto a los españoles, estaba DIEGO DE SOTO, sobrino del gobernador y cuñado del tristemente fallecido Don Carlos Enríquez (como acabamos de ver). Y sufrirá también una desgracia: "Al saber lo que le había sucedido a su cuñado, sintiendo el dolor de tanta pérdida y con deseo de vengarla, entró en el pueblo, y llegó donde la batalla andaba más feroz y cruel, que era en la calle principal. En aquel lugar, peleó Diego de Soto más para imitar la desdicha de su cuñado que para vengar su muerte, pues no era tiempo de venganzas, sino de sortear la ira de la fortuna militar, la cual parece que, con hastío de haberles dado tanta paz en tierra de tan crueles enemigos, había querido darles en un día toda junta la guerra que en un año podían haber tenido, y quizá no les hubiera sido tan cruel como la de solo este día, según veremos adelante, pues, para batalla de indios y españoles, pocas o ninguna ha habido en el Nuevo Mundo que igualase a ésta, así en la obstinada porfía del pelear como en el espacio de tiempo que duró, si no fue la del confiado Pedro de Valdivia, que contaremos en la historia del Perú, si Dios se sirve de darnos algunos días de vida. Pues como decíamos, el capitán Diego de Soto llegó a lo más recio de la batalla y, apenas hubo entrado en ella, cuando le dieron un flechazo por un ojo que le salió al colodrillo, del que cayó luego en tierra, y, sin habla, estuvo agonizando hasta el otro día, muriendo sin que hubiesen podido quitarle la flecha. Así fue como vengó a su pariente don Carlos, para mayor dolor y pérdida del gobernador y de todo el ejército, porque eran dos caballeros que dignamente merecían ser sobrinos de tal tío (Hernando de Soto)". Veremos pronto que la moral de gran parte del ejército se irá deteriorando por dos razones: no acababan de encontrar las riquezas esperadas, y, por si fuera poco, esta terrorífica batalla que estamos viendo, aunque ganada, lo será con un tremendo saldo negativo, por el alto precio pagado en heridos y muertos, prueba evidente de que aquellos indios eran de una bravura inaudita, y luchar contra ellos resultaba casi suicida. El libro de la imagen define lo que fue la trayectoria del gran HERNANDO DE SOTO, porque conquistó con éxito en Centroamérica y en Perú, y, fracasando, en La Florida, pero siempre heroicamente.




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