sábado, 17 de abril de 2021

(Día 1397) Sabiendo de la falsedad de Tuscaluza, Hernando de Soto le envió unos mensajeros para hacerle caer en una trampa. Casualmente, los indios comenzaron entonces su ataque, dando origen a la terrible batalla de Mabila.

 

     (987) Un grupo de los principales indios de Tuscaluza era partidario de esperar el ataque contra los españoles hasta que se hubiese juntado todo su ejército. Estaban convencidos de que los derrotarían, y deseaban sentirse orgullosos de haber  hecho una proeza. Pero se impuso el criterio de quienes preferían tener una victoria sin pagar un alto precio de víctimas. Mientras los indios deliberaban, Hernando de Soto intentó, inútilmente, hacerle caer a Tuscaluza en un trampa:  "El gobernador le envió un recado con Juan Ortiz diciendo que viniese a almorzar, porque siempre habían comido juntos. Juan Ortiz lo dio a la puerta de la casa donde estaba el cacique, porque los indios no le dejaron entrar dentro. Los cuales respondieron que luego saldría su señor". Pero pasaba el tiempo y Tuscaluza  no aparecía. Ortiz repitió su petición dos veces más, y la última hizo el efecto de una espoleta que desencadenó  la batalla: "Entonces salió de la casa un indio, que debía ser el capitán general, y, con una soberbia extraña, dijo: '¿Que hacen aquí estos ladrones pidiendo a Tascaluza, mi señor, que salga, y hablando con tan poco miramiento como si hablaran con otro como ellos?. Por el Sol y por la Luna, que ya no hay quien sufra la desvergüenza de estos demonios, y será motivo de que por ello mueran hoy hechos pedazos'. Apenas había dicho estas palabras el capitán, cuando otro indio le puso en las manos un arco y flechas para que empezase la pelea. El general indio, echando sobre los hombros las vueltas de una muy hermosa manta de martas que al cuello traía abrochada, tomó el arco y, poniéndole una flecha, encaró con ella para tirarla a un grupo de españoles que en la calle estaban. El capitán Baltasar de Gallegos, que acertó a hallarse cerca, viendo su traición y la de su cacique, echó mano a su espada y le dio una cuchillada por encima del hombro izquierdo que le abrió todo aquel cuarto, y, con las entrañas fuera, cayó muerto".

     Fue el comienzo de una batalla que los indios estaban  a punto de iniciar: "Cuando este capitán general indio salió de la casa a decir aquellas malas palabras, ya había dejado a sus guerreros preparados para la lucha, y salieron de todas las casas unos siete mil hombres de guerra,  arremetiendo con tanto ímpetu y denuedo contra los pocos españoles que estaban en la calle principal, que los hicieron retroceder doscientos pasos. Así de feroz fue aquella inundación de indios, aunque es verdad que en todo aquel tiempo no hubo español alguno que volviese las espaldas al enemigo, sino que pelearon con gran valor y esfuerzo retirándose para atrás, porque no fue posible resistir el ímpetu cruel y soberbio con que los indios salieron de las casas y del pueblo. Un indio mozo y gentil, poniendo los ojos en Baltasar de Gallegos, le tiró con gran furia y presteza seis o siete flechas, y, viendo que con aquéllas no lo había herido, tomó el arco con ambas manos y le dio sobre la cabeza varios golpes con tanta fuerza, que le hizo correr la sangre por debajo de la celada. Baltasar de Gallegos, viéndose tan malparado, a toda prisa le dio dos estocadas por los pechos, y cayó muerto el enemigo. Se pensó que este indio mozo sería hijo de aquel capitán que fue el primero que salió a la batalla, y que habría peleado con Baltasar de Gallegos con tanto coraje por el deseo de vengar la muerte de su padre".

 

     (Imagen) La gran muchedumbre de indios comenzó su ataque contra los españoles con una superioridad numérica enorme. Terminarán venciendo los españoles, pero con un coste de sufrimientos y muertos altísimo. La batalla de Mabila va a ser épica y feroz, y los bravísimos indios no cejarán en su empeño hasta morir todos. Veamos los preocupantes inicios en boca del cronista:  "Los soldados de caballería, que, como dijimos, tenían los caballos atados fuera de la cerca del poblado, viendo el ímpetu y furor con que los indios los acometían, salieron del pueblo corriendo a tomar sus caballos. Los que se dieron mejor maña y pusieron más diligencia pudieron subir en ellos. Otros, que creyeron que no fuera tan grande la avalancha de los enemigos ni que se dieran tanta prisa en alcanzarlos, no pudiendo subir en los caballos, se contentaron con soltarlos cortando las riendas o cabestros para que pudiesen huir y no los flechasen los indios. Otros más desgraciados, que ni tuvieron tiempo de subir en los caballos ni aun de cortar los cabestros, los dejaron atados, y los indios los flecharon con grandísimo contento y regocijo. Y, como los indios eran muchos, la mitad acudió a pelear con los castellanos y la otra mitad se ocupó en matar los caballos que hallaron atados y en recoger todo el carruaje y hacienda (intendencia) de los cristianos, pues ya había llegado entonces, estando arrimada a la cerca del pueblo y tendida por aquel llano esperando alojamiento. De  toda ella se apoderaron los enemigos, sin que se les escapase cosa alguna, salvo la hacienda del capitán Andrés de Vasconcelos, que aún no había llegado (se iba acercando a Mabila con el resto de la tropa de Hernando de Soto). Los indios la metieron toda en sus casas y dejaron a los españoles despojados de cuanto llevaban, que no les quedó sino lo que sobre sus personas traían y las vidas que poseían, por las cuales peleaban con todo el buen ánimo y esfuerzo que en tan gran necesidad era menester, aunque estaban desusados de las armas por la mucha paz que desde Apalache hasta allí habían traído, y descuidados de pelear aquel día por la amistad fingida que Tuscaluza les había mostrado, pero ni lo uno ni lo otro hizo que dejasen de cumplir con su deber". Veremos que, en este primer envite, los españoles se van a reagrupar, y conseguirán que los indios tengan que replegarse en el interior del poblado. Pero esto no ha hecho más que empezar.




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