martes, 30 de junio de 2020

(Día 1148) Un caso encomiable: Antonio de Robles prefirió morir a renegar de Gonzalo Pizarro. Aunque Diego Centeno, eufórico por su triunfo, pensó en ir a repetirlo en Lima, le aconsejaron que permaneciera en el Cuzco.


     (738) Quedaba otro asunto con el que Centeno no se precipitó: "Desde que entró Diego Centeno en el Cuzco, supo dónde estaba Antonio de Robles, y, por reverencia de la fiesta, no mandó sacarlo del monasterio, pero le puso vigilancia para que no se marchase a Lima. Al otro día, envió al padre Domingo Ruiz para decirle que se presentara, dándole garantías de que no se le haría ningún daño. Como no quiso hacerlo, mandó a Luis de Ribera y a Francisco Negral para que se lo trajesen a la fuerza, porque a los traidores no les valía el amparo de la Iglesia. Lo trajeron muy cercado de arcabuceros, y Centeno lo recibió con buen semblante, y, sin decirle nada, lo envió prisionero a casa del teniente Hinojosa. Se dio por hecho que pronto mandaría cortarle la cabeza. El reverendísimo obispo Juan Solano fue a casa de Diego Centeno y le rogó que le concediera la vida al capitán Antonio de Robles, pues todo lo que había hecho era por mandato de Gonzalo Pizarro. El general Diego Centeno, por complacer al obispo, dijo que le perdonaba, pero con la condición de que abandonase a Gonzalo Pizarro y se pusiese al servicio de Su Majestad. Cuando fueron a comunicárselo, respondió diciendo que prefería que Centeno le quitase la vida a negar a Pizarro, a quien tenía como un padre que le había hecho muchas mercedes. Por esto y por otras cosas que dijo con gran soberbia y contra el honor de Diego Centeno, mandó cortarle la cabeza, y también porque creyó que, si le dejaba con vida, había de revolver la ciudad y amotinar a los soldados, ya que era hombre inquieto y mal asentado". En un informe (11 de agosto de 1547), le contaba Pedro de la Gasca a Francisco de los Cobos, el poderoso secretario de Carlos V, lo ocurrido: "Llegó Diego Centeno al Cuzco, y Antonio de Robles quiso resistírsele, pero él entró en la ciudad, le prendió, arrastró e hizo cuartos de él, pues había sido muy secuaz de Gonzalo Pizarro".
     A Diego Centeno no le faltarán días amargos hasta llegar al triunfo final, pero este primer éxito después de su larga huida de las garras de Carvajal, le había dado una gran satisfacción, porque  lo consiguió con astucia, siendo la tropa de Robles seis veces mayor que la suya: "Viéndose, pues, Diego Centeno hecho señor de esta gran ciudad y de tan buen ejército, y todos puestos al servicio de Su Majestad (no fallaba: tropa derrotada, tropa asimilada), se alegró en gran manera, dando gracias a Dios por ello. Luego comenzó a pensar en cosas más altas. Platicó un día con sus capitanes y con el teniente Alonso Álvarez de Hinojosa sobre si sería bueno ir a la ciudad de Lima contra Gonzalo Pizarro, pero opinaron que era mejor esperar, porque entonces había mucho que hacer en el Cuzco. Lo que sí se hizo fue nombrar capitanes, los cuales fueron: Pedro de los Ríos, vecino del Cuzco, Juan de Vargas, hermano de Garcilaso de la Vega, estando este entonces en la ciudad de Lima con Gonzalo Pizarro, y Luis de Ribera; a Luis García San Mamés lo nombró sargento mayor, y, a Diego Álvarez del Almendral, sargento mayor". Al decir Santa Clara que Sebastián Garcilaso estaba en Lima con Gonzalo Pizarro, hace menos creíble la versión que daba su hijo, el cronista Inca Garcilaso, con respecto a su actitud cuando le perdonó la vida. Insistía en que su padre vivía con Gonzalo Pizarro, pero sin participar en las batallas. No resulta verosímil, porque, de ser cierto, se trataría de un caso único en medio de las turbulentas guerras civiles: para que no los mataran, los vencidos habían de militar en la tropa del vencedor. Santa Clara nos saca después del Cuzco, para trasladarnos a Arequipa, y contar lo que le ocurrió allí a Lucas Martínez Vegaso. Ya le dediqué una imagen a Vegaso, pero lo que narra el cronista aporta mucho para conocer mejor al personaje.

     (Imagen) ¿Era posible la lealtad inquebrantable en aquel infierno de traiciones? Hubo casos tan excepcionales como los mirlos blancos. ANTONIO DE ROBLES, el hermano del Martín de Robles, fue absolutamente fiel, pero a una causa nefasta. Estuvo al servicio de Vaca de Castro derrotando a Diego de Almagro el Mozo en la batalla de Chupas. Al llegar el virrey Blasco Núñez Vela, optó, equivocadamente, por secundar a los oidores cuando lo apresaron (aunque luego huyó), y le otorgaron, por su valía, el cargo de maestre de campo de las tropas. Después entró Gonzalo Pizarro a Lima, suplantó en el mando a los oidores, haciéndose reconocer por la ciudad como gobernador, y entonces surgió el 'flechazo' de ANTONIO DE ROBLES. Se entusiasmó con Pizarro, participaron juntos en la derrota definitiva del virrey, y, más tarde, llegó al extremo de morir por no renegar de él, como los mártires de Cristo. Francisco de Carvajal, quien, a pesar de su crueldad, era muy amigo de sus amigos, lo estimaba en gran medida. Le escribe desde Lima en octubre de 1545 a Gonzalo Pizarro, siempre con vena de literato: "Antonio de Robles hace muy rectamente su oficio de servir a vuestra señoría con su persona y hacienda, como buen criado. Ciertamente, vuestra señoría debe hacerle mercedes, porque siempre se ha expuesto mucho en vanguardia a vuestro servicio, con muy buenos resultados. Ahora se ha ofrecido al sacrificio de tan duro camino, para ir con estos despachos adonde vuestra señoría. Solo le mueve a ello la afición que tiene a servirle y verle la cara, y bien creo que está de suerte, porque debe de haber pensado lo que suelen decir: 'Hombre que tu gesto vea, jamás puede ser perdido' (quizá en el sentido de que siempre le sería fiel si le trataba bien). Por eso, vuestra señoría debe mirar estas cosas: la primera, que es vuestro servidor; la segunda, que es hermano del capitán Martín de Robles; la tercera, que es hidalgo; la cuarta, que está casado; la quinta, que, si vuestra señoría podría vivir sin él, él no puede vivir sin vuestra señoría ni vuestras mercedes; la sexta y más principal, que, aunque hubiese alguna falta en nosotros, las ha de suplir vuestra señoría como buen señor".



lunes, 29 de junio de 2020

(Día 1147) Tras su victoria, tomó posesión Diego Centeno (en nombre del Rey) de la ciudad del Cuzco, y participó como destacado protagonista en la procesión del Corpus Christi.


     (737) Como la victoria era un imán para muchos indecisos, Diego Centeno se encontró de repente con una respetable tropa: "Enseguida fueron a servirle muchos soldados que en otro tiempo habían estado bajo su bandera y seguían simpatizando con él, y, no tardando mucho, se le acercó Alonso Álvarez de Hinojosa con otros partidarios suyos, y él los recibió con gran amor y buena voluntad. De manera que, antes de que amaneciese, tenía más de doscientos ochenta hombres de a caballo y de a pie. Como le fatigaba la herida que traía en el brazo, se fue a la casa de Hernando Bachicao (ya ejecutado por Carvajal) para curarse. Dejó la guardia de la ciudad en manos del teniente Alonso Álvarez de Hinojosa (entonces ya no pintaba nada Antonio de Robles) y de Luis de Ribera, Diego Álvarez del Almendral, Domingo Ruiz (está claro que el reverendo participó en el enfrentamiento) y Francisco Negral".
     Aquella noche, la mente de Diego Centeno estaría más despierta que nunca, saboreando el triunfo y calculando las decisiones que había de tomar: "Al otro día, bien de mañana, se hizo nombrar, con el consentimiento de todo el cabildo y de los vecinos (aunque algunos desearan otra cosa), capitán general al servicio de Su Majestad, sin quitar la preeminencia que Alonso Álvarez de Hinojosa tenía (en la ciudad del Cuzco). También mandó traer los cuerpos de Alonso Pérez de Esquivel y de Martín Ruiz de Argote, que murieron en la batalla, a los cuales mandó enterrar con mucha honra en el monasterio de Nuestra Señora de la Merced". Luego reunió a todos los vecinos, incluso "a los que habían andado amedrentados de él porque habían sido sus mortales enemigos, y a todos les habló con buen semblante".
     Los tranquilizó diciéndoles que él no había llegado para saquear la ciudad, como acostumbraba a hacer Francisco de Carvajal. Empleó la diplomacia de Pedro de la Gasca, ofreciendo perdones a todos los que quisieran seguir el camino recto del servicio a Su Majestad, pero también, como hacía el hábil clérigo, amenazando con dureza a quienes siguieran actuando con rebeldía: "Pidió que todos permanecieran quietos en sus casas, pues, si alguno se atreviese a hacer algún intento de violencia, no tendría de él ninguna piedad, sino que mandaría que le cortaran la cabeza por traidor, y confiscaría sus bienes para la Hacienda de Su Majestad".
     Recordemos que era el día del Corpus, y la misa fue otro escenario de victoria, pues, como vimos, Diego Centeno había iniciado el ataque dispuesto a participar en ella o morir en el intento: "El reverendísimo obispo don fray Juan Solano (¿con qué cara le miraría Domingo Ruiz, el irritado cura vasco?) y sus clérigos, dicha la misa, anduvieron en la procesión con mucha solemnidad por tan alta fiesta, y los regidores y mayordomos del Santísimo Sacramento les dieron las varas del palio a Diego Centeno y a sus buenos compañeros, cumpliéndose así lo que él había prometido un día antes, y también porque Alonso Álvarez de Hinojosa así lo había mandado. Después de haber acabado la solemnidad de la fiesta, llevó Hinojosa a Diego Centeno y a sus leales compañeros a su casa, en donde comieron con mucho placer, hasta que, ya tarde, Centeno fue a su posada, donde le pusieron buena guarda de soldados".

     (Imagen) Estamos viendo a Alonso Álvarez de Hinojosa abandonar a Gonzalo Pizarro y pasarse al bando de Diego Centeno y Pedro de la Gasca, leales al Rey. Alonso tuvo que ser un capitán importante, pero apenas encuentro datos suyos. Me centraré en otro conquistador, ESTEBAN PRETEL, que conoció bien a Hinojosa y lo despreciaba en una carta que le escribió en abril de 1547 a Alonso de Villacorta, diciéndole que no gobernaba bien en el Cuzco, "pues se da a la fornicación, y, si se pudiera decir por carta, le hablaría a vuestra merced de otras cosas graves y feas". Pretel aún no imaginaba que Hinojosa fuese a traicionar a Gonzalo Pizarro, pero es probable que él mismo estuviera pensando ya en hacerlo. Veamos su historial. Llegó a Perú en 1542. Sirvió a Gonzalo Pizarro, luego lo abandonó, y, tras salir derrotado en la batalla de Huarina (junto a Centeno), pudo tomarse la revancha contra él en la de Jaquijaguana. Se mantuvo fiel a la Corona luchando también contra el rebelde Hernández Girón. Poco antes, en 1550, se había casado en el Cuzco con Doña Isabel Atahualpa, hija del emperador y nacida en 1533, el mismo año en que murió su padre. Al matrimonio se le concedió una importante pensión, como se hizo con otros hijos de Atahualpa. Se trasladaron el año 1557 a Quito, porque en el Cuzco, centro del imperio inca, los indios sentían un fuerte rechazo hacia los descendientes de Atahualpa. ESTEBAN PRETEL murió en 1564, y, el año 1570, su único hijo, quedando Isabel con dificultades por habérsele anulado la pensión que tenía adjudicada. Se casó de nuevo, poco después, con Diego Gutiérrez de Medina, y, en 1573, Isabel presentó un expediente (el de la imagen) pidiéndole al Rey que se le restaurara la merced que se hacía a los descendientes de Atahualpa. En esta historia, hubo un hombre que pagó un alto precio por su constante fidelidad a Gonzalo Pizarro, el arriba mencionado Alonso de Villacorta: fue desterrado de Perú y le confiscaron todos sus bienes, los que allí tenía y los que conservaba en España.



sábado, 27 de junio de 2020

(Día 1146) Diego Centeno entró osadamente en el Cuzco con sus hombres, logrando derrotar a Antonio de Robles y a su tropa con una astuta maniobra.


     (736) Las deserciones de los partidarios de Gonzalo Pizarro se producían en cadena: "Centeno y los suyos se detuvieron para estudiar el ataque cerca de unos molinos que estaban próximo a la ciudad del Cuzco. Entonces llegó adonde ellos Francisco de Aguirre, hermano de Perucho de Aguirre (a quien había matado en Huamanga Francisco de Carvajal), con varios acompañantes, enviado por el capitán Antonio de Robles para que vigilara a Centeno y a sus hombres, pero, al verlos, se quedó con ellos. Como no volvió, pensó Robles que los habían apresado a todos. Diego Centeno se alegró mucho viendo a Aguirre y a sus soldados, y más aún cuando le dijeron que Alonso Álvarez de Hinojosa y muchos vecinos estaban deseando que entrasen en la ciudad. Luego, yendo Francisco de Aguirre como guía, entraron todos en la gran ciudad del Cuzco por la calle que llaman del Arroyo. Antes de llegar a la esquina que daba acceso a la plaza, fueron oídos por los de Robles y por los vecinos, los cuales formaron gran alboroto por dudar entre impedirles el acceso o dejarles entrar porque ellos eran suficientes para desbaratarlos. Antonio de Robles, viendo que todos mostraban grandes deseos de pelear, tomó el escuadrón de infantería y se fue a la entrada de la plaza. Estando los dos grupos a tiro de arcabuz, comenzaron a disparar, y esto se hacía a bulto, porque la noche era muy oscura. Como erraban los tiros, se fueron acercando los dos frentes hasta darse de lanzadas con las picas. Antonio de Robles, encabezando a los suyos con una pica en la mano, detuvo por un rato al pequeño escuadrón de los contrarios, y daba voces a sus hombres para que se animasen. Casi logró vencer a los de Diego Centeno, pero, por ser la calle estrecha, solo pudieron matar a un buen soldado, que se llamaba Alonso Pérez de Esquivel, de un arcabuzazo que le dieron en el pecho. Diego Centeno, como hombre animoso, tomó una pica en las manos, y arremetió contra los contrarios. Topó con Diego de Maldonado el Pobre (no era pobre, sino más pobre que el Rico), con el cual comenzó a combatir. Maldonado, que era soldado viejo, derribó a Centeno herido de dos picazos. Un soldado, para defenderlo, le alcanzó a Maldonado con un arcabuzazo en el pecho, y fue cosa extraña que la bala dio en un libro de Horas que llevaba, pasando solo hasta la misa de Nuestra Señora, que era la que siempre leía. Se levantó Diego Centeno prestamente, y siguió animando a los suyos, quienes mataron entonces a Martín Ruiz de Argote".
     El enfrentamiento estaba muy igualado, pero parece ser que la especialidad de Centeno era sorprender al enemigo: "Como seguía la lucha, Centeno recurrió a un ardid. Mandó a sus jinetes que se apearan y desenfrenasen los caballos. Lo hicieron de inmediato, y echaron los caballos por delante tras azuzarlos con las picas y las espadas en las ancas, para que desbaratasen al escuadrón de Antonio de Robles. Como los caballos eran buenos y briosos, arremetieron con gran furia, y derribaron por el suelo a muchos de los contrarios, atropellándolos, por lo cual fueron desbaratados.  Aunque Antonio de Robles pidió ayuda a los de su caballería, creyeron que intentaba huir, y así ellos, faltándoles el ánimo, se pusieron en fuga, con lo que Diego Centeno resultó vencedor".
  
     (Imagen) MARTÍN DE ROBLES era hermano, más joven, del Antonio de Robles que estamos viendo enfrentado a Diego Centeno. Nació en Melgar de Fernamental (Burgos), era hijo de Antonio de Robles y llegó a las Indias en 1535, como consta en el registro de embarque de la imagen. Fue un personaje brillante, pero alocado y chulesco, del que habrá que sintetizar su trepidante y cambiante biografía. Luchó contra Diego de Almagro el Mozo, bajo el mando de Vaca de Castro. Continuó en la legalidad al servicio del virrey Núñez Vela, pero solo hasta que fue depuesto por los oidores de Lima, a los que también abandonó para seguir a Gonzalo Pizarro cuando se apoderó de la ciudad. Y, de esta manera, fue con él partícipe en la batalla que acabó con la derrota y muerte del virrey. Ya entonces Gonzalo Pizarro, aunque le premió por sus servicios, se sentía molesto cuando le oía hablar despectivamente del Rey. Con el mismo 'estilo literario' de Francisco de Carvajal, le encantaba soltar frases sarcásticas, groseras, ingeniosas y crueles (y le costará la vida). Más tarde, se pasó al bando legítimo de Pedro de la Gasca. Vencido y muerto Gonzalo Pizarro, el gran La Gasca, después de dos años se fue a España, lo cual originó un progresivo deterioro social que desembocó en nuevas rebeliones. Los primeros sediciosos trataron de enemistar a Martín de Robles con Pablo Meneses, que ostentaba en Potosí la autoridad legítima. Utilizaron el sucio bulo de asegurarle a Robles que Meneses estaba liado con su mujer, Juana de los Ríos. Casi llegaron a enfrentarse en duelo, pero se calmaron, y hasta acordaron el extraño compromiso de que Meneses, ya de 70 años, se casara con una hija de Robles cuando cumpliera los doce. Por ley de vida, Meneses falleció pronto, y la jovencita, tras heredar a Meneses, se unió en matrimonio a un joven mayor de edad, sobrino del fallecido. Lo último que le ocurrió a Martín de Robles, fue que el virrey Marqués de Cañete, harto de sus comentarios burlescos, aunque amparándose en viejas traiciones, dio orden de que lo ahorcaran. Al Rey le sentó fatal esa injusticia, pero es lo que tiene jugar con fuego: MARTÍN DE ROBLES se jactaba de que "prefería perder un amigo a privarse de un dicho gracioso y agudo".



jueves, 25 de junio de 2020

(Día 1145) Eran muchos los que le animaban a Diego Centeno para que se apoderase del Cuzco. Se puso en marcha hacia la ciudad, donde le esperaba para hacerle frente Antonio de Robles. Con Centeno militaba, extrañamente, un complicado clérigo: Domingo Ruiz Durana.


     (735) Le mandaron recado a Diego Centeno desde el Cuzco para que se acercara de noche a la ciudad: "Le decían que ellos le iban a ayudar con sus personas y haciendas, porque, en cuanto llegara, se pondrían ellos debajo de su bandera, que era lo que más deseaban. También le avisaban de que, tras llegado de Lima Antonio de Robles, había juntado más de doscientos hombres para llevárselos a Gonzalo Pizarro, y de que en la zona de las Charcas esperaban unos 400 hombres la llegada de Alonso de Mendoza y Juan de Silvela, capitanes de Pizarro, para irse juntos a Lima. Le pedían a Centeno que, si quería acertar en todo, tenía que llegar al Cuzco antes de que Antonio de Robles y los suyos se fuesen a Lima, porque, juntando los hombres de las Charcas y los del Cuzco, se podrían hacer muchas cosas buenas en servicio de Su Majestad".
     A Diego Centeno le encantó la idea de hacerse con tantos hombres, porque los suyos eran pocos y mal armados: "Partió hacia el Cuzco sin tener más armas que ocho arcabuces, siendo las picas medias astas que tenían en las puntas atadas unos cuchillos grandes y medias espadas, pero, al menos, todos tenían buenos caballos. Se dijo en el Cuzco que Diego Centeno venía con más de cuatrocientos soldados, y que él venía por delante con cincuenta arcabuceros. Muchos vecinos del pueblo lo dieron por cierto, lo cual llegó a oídos del capitán Antonio de Robles, que acababa de partir, por lo que volvió con sus hombres y se dispuso a defender la ciudad y matar a Centeno. Por su parte, Hinojosa y los de su bando fingían que se preparaban muy bien para la venidera batalla, y pedían con grande bravosidad que Diego Centeno entrase en la ciudad".
     Centeno practicó la estrategia de las apariencias: "Dos días después se puso encima de un cerro que está junto al Cuzco, y alzaron cuatro banderas y dos estandartes para que creyeran que tenía más gente que la que se decía. Luego les dijo a sus leales compañeros que esperaba en Dios sacar (en procesión) al día siguiente (iba a ser la fiesta del Corpus Cristi) las varas del Santísimo Sacramento, o morir en el empeño". Sigue diciendo Santa Clara que luego Diego Centeno arengó a sus hombres, dándoles confianza en la victoria, "para acometer este tan temerario hecho". Añade que, después de pasada la medianoche, se fueron todos junto a la ciudad, y cita los nombres de sus principales capitanes: Luis de Ribera, Alonso de Esquivel, Diego Álvarez del Almendral, Francisco Negral, Pedro Ortiz de Zárate y Domingo Ruiz, al que llamaban el Padre Vizcaíno (era clérigo), y llevaba una bandera.
     Ya que se menciona, entre los hombres de Centeno, al clérigo Domingo Ruiz el Vizcaíno, diré algo de este peculiar personaje. Junto a otros vascos participó en dos planes para matar en el Cuzco al pizarrista Alonso de Toro. En el primero, falló el lanzamiento de una lanza, y, del segundo, le avisaron a Alonso, el cual se limitó a desterrar al clérigo. Ahora le vemos portando una bandera, y un dato posterior confirma que añoraba el cargo de alférez. A Diego Centeno no le pareció apropiado concedérselo, y se lo otorgó a Diego Álvarez. En un informe, Pedro de la Gasca dice: "El clérigo se indignó con los dos, y, para apaciguarle, lo dejaron en manos del obispo del Cuzco, quien contestó que tal cargo no era osa permitida a un clérigo, con lo cual se sosegó".

     (Imagen) El clérigo DOMINGO RUIZ DURANA, nacido en Arechavaleta (Álava), fue un personaje especial. Le preocupaba más la riqueza que la salvación de las almas. Hemos visto que quiso el cargo de teniente en las tropas de Diego Centeno, pero se lo negó basándose en el criterio del obispo del Cuzco, Juan Solano, quien consideró que era impropio de un sacerdote (Domingo había sido también canónigo en Santiago de Compostela). Contradictoria decisión la del obispo (famoso por su fuerte carácter), ya que él batalló después, arma en ristre, contra Gonzalo Pizarro. Lo asombroso es que, aunque apenas se conoce, Domingo Ruiz, descontento con los repartos de encomiendas de indios que había hecho Pedro de la Gasca, encabezó una minirrebelión con varios amigos vascos. Fueron derrotados y castigados. A Domingo lo enviaron a España, y aquí se le sigue el rastro a través de las reclamaciones judiciales que promovió para limpiar su buen nombre. Presentó un informe de sus méritos y servicios, haciendo constar que "sirvió en la instrucción de los habitantes de algunos pueblos de Perú, que le había encargado el Marqués don Francisco Pizarro, hasta la llegada del virrey Blasco Núñez Vela; a este le acompañó en la persecución de Gonzalo Pizarro, hasta que este dio la batalla al virrey y consiguió darle muerte". Esto último deja claras sus andanzas militares. En 1550 pidió al Papa que se le rehabilitara como clérigo, por haberle sancionado el obispo del Cuzco al abandonar su ministerio para enfrentarse en Perú a la rebelión de Gonzalo Pizarro. En 1551, se citaba a los testigos del pleito habido entre el obispo del Cuzco y el clérigo Domingo Ruiz. El peleón sacerdote aún vivía el año 1561, y se vio entonces sujeto a una demanda poco honrosa, ya que le reclamaban dos casas con sus tierras, de las cuales se había apropiado. El documento de la imagen indica que partió para las Indias el año 1538, así como su lugar de origen. el nombre de sus padres, y que dos vecinos de Escoriaza (Guipúzcoa) daban fe de que no era de los que tenían prohibido hacer el viaje (judíos, musulmanes o herejes). 



miércoles, 24 de junio de 2020

(Día 1144) El prestigio de Diego Centeno hizo que pronto se le unieran importantes capitanes, y decidieron apoderarse del Cuzco, donde encontraron después un ambiente favorable.


     (734) Las nuevas noticias fueron un revulsivo de esperanza para Diego Centeno. Por fin podría abandonar su encierro, y organizarse para reemprender la lucha contra Gonzalo Pizarro. Tras salir de la cueva, Centeno, Ribera y el mensajero fueron a un pueblo que está entre las ciudades del Cuzco y Arequipa, donde los recibieron muy bien: "Más tarde, Diego Álvarez del Almendral y sus compañeros aceptaron bajo juramento a Diego Centeno como capitán general de Su Majestad, para que fuese a luchar contra el tirano, con lo cual, comenzó a hacer gran llamamiento de gente para que viniese a servir a Su Majestad. Sabida por muchas partes la salida del capitán Diego Centeno, les pesó en gran manera a muchos que le querían mal, pero otros, muy contentos, le fueron a servir desde diversas ciudades".
     Como, de momento, no contaban con mucha gente, siendo entre todos unos cuarenta, tuvieron dudas sobre dónde podría ser más eficaz su actuación: "Con el parecer de Diego Álvarez del Almendral y de Luis de Ribera, acordaron ir al Cuzco. Previamente, escribieron a los amigos que, en aquella ciudad, consideraban grandes servidores de Su Majestad, y que también mostraron ser muy fieles a Centeno en el tiempo de mayor peligro, cuando estaba vivo Alonso de Toro. Enviaron con las cartas a alguien en quien confiaban, y para que hiciese de espía, especialmente observando las intenciones de Alonso Álvarez de Hinojosa, teniente en aquel lugar del gran tirano. El mensajero llegó al Cuzco cuando se estaba preparando gente para enviársela a Gonzalo Pizarro. Tras dar las cartas a sus destinatarios, se reunieron muchas veces en casa de Tomás Vázquez".
      Este dato aclara un punto clave en la biografía de Tomás Vázquez (al que ya le dediqué una imagen). Siempre fue un pizarrista inconmovible. En la imagen conté que su fidelidad acabó al llegar Pedro de la Gasca, pero ahora vemos el momento concreto en que eso ocurrió. El hecho de que se reunieran en su casa partidarios de Centeno es prueba evidente de que ya formaba parte de ese grupo secreto, traicionando a Gonzalo Pizarro. Tras la muerte de este, se convirtió de nuevo en rebelde a la Corona, sirviendo a Francisco Hernández Girón, a quien también traicionó, dejándolo desamparado frente a tropas realistas, ya que era su hombre más importante. De manera que, entre otras cosas, Tomás Vázquez resultó un temible superviviente nato.
     Los reunidos en casa de Vázquez esperaron a un momento mejor: "Platicadas muchas cosas entre ellos, determinaron no hacer nada tan pronto, porque entonces estaba en la ciudad Antonio de Robles, enviado por Gonzalo Pizarro para que le llevara gente a la ciudad de Lima. Pero, deseando sacar adelante lo que pensaban hacer, lo hablaron con Alonso Álvarez de Hinojosa, el teniente en el Cuco de Gonzalo Pizarro. Viendo Hinojosa que ellos eran de los más principales hombres de la ciudad, y sabiendo que La Gasca venía con grandes poderes, se ofreció a ser del bando de Diego Centeno. Se preciaba de ser un leal vasallo de su Majestad y que estaba a mal con las cosas de Gonzalo Pizarro, y mucho más con las de Francisco de Carvajal. También le dolía que el gran tirano, sin fiarse de él, le tuviese en tan poco como para haber enviado al capitán Antonio de Robles, siendo un soldado de poca edad, para que fuese general de la gente que allí estaba juntando. Por todo eso, decidió escribir a Diego Centeno para que se animase a venir pronto a la ciudad con toda la gente que tenía, poca o mucha, pues sería muy bien recibido".
En alguna crónica se indica que Gonzalo Pizarro, no solo le había hecho ese encargo a Antonio de Robles, sino que, además, era enviado al Cuzco como teniente suyo en la ciudad, quitándole el puesto que Alonso Álvarez de Hinojosa ocupaba tras la muerte de Alonso de Toro.

     (Imagen) Hemos hablado varias veces de PEDRO DE PUELLES, pero nos queda por conocer sus andanzas hasta que, bajo el mando de Gonzalo Pizarro, se convirtió en amo y señor de la ciudad de Quito. Buen momento para hacerlo, puesto que le acabamos de ver muriendo. Fue un líder nato, valiente y hábil, pero sin escrúpulos y cruel, porque solo le interesaba la victoria. Nació en Sevilla el año 1500. En torno al año 1530, andaba luchando y aprendiendo con el gran capitán Pedro de Alvarado (otro implacable) por la zona de Nicaragua y Guatemala. Con él llegó a Perú, donde Alvarado comprendió que se había metido en corral ajeno, y volvió a Guatemala.  Dejó gran parte de la tropa en Perú tras una negociación, y sus hombres se unieron a Diego de Almagro, el cual fundó Quito en 1534, ciudad clave en la historia de Puelles, a quien le dieron allí entonces el puesto de regidor. Tras partir Almagro hacia la terrible aventura de Chile, Pedro de Puelles se puso a las órdenes de otro capitán brillante y cruel, Sebastián de Belalcázar, el cual le confió a Puelles la fundación de Puerto Viejo, para tener un enlace más accesible hacia el océano Pacífico. El año 1538, Francisco Pizarro nombró gobernador de Quito al hábil y sensato Lorenzo de Aldana (con la intención de tener a raya las ambiciones de Belalcázar). Teniendo que partir Aldana a Popayán con la misma misión, le dejó provisionalmente en su cargo a Pedro de Puelles. Asesinado Pizarro, y llegado de España Vaca de Castro para poner orden y hacer justicia, Pedro de Puelles se puso a su servicio y luchó contra Diego de Almagro el Mozo en la batalla de Chupas (año 1542: derrota y muerte del Mozo). Llegado el virrey, Pedro de Puelles se enroló en su ejército con el mando supremo, maestre de campo, pero, después, se unió a la protesta general contra la Leyes Nuevas, y se unió a Gonzalo Pizarro. Como les pasó a casi todos los traidores, apenas queda rastro de él en los archivos. En PARES solo aparecen cuatro documentos, expedientes ajenos en los que se le cita de pasada, como el de la imagen. En él contaba Pablo de Torres, obispo de Panamá, poco después de que ocurriera, lo que ya sabemos: Pedro de Puelles ahorcó a una mujer, y eso le costó la vida.



(Día 1143) Los éxitos de Pedro de la Gasca hicieron que los amigos de Centeno le convencieran de que saliese de la cueva en la que estaba escondido y volviera a liderar una tropa contra Gonzalo Pizarro.


     (733) Como ahora vemos a Diego Álvarez del Almendral protagonizando la 'machada' de iniciar lo que va a ser un nuevo resurgir del escondido Diego Centeno, para organizar una tropa y volver a enfrentarse a la de Francisco Carvajal, vendrá bien recordar un hecho que dejó clara la valentía de su carácter. Formó parte de la expedición que dirigía Diego de Robles por tierras de Tucumán. Muerto Robles de un flechazo envenenado, se hizo con el mando, injustamente, Francisco de Mendoza, un capitán joven, valiente y despótico. Almendral era incapaz de soportar a un tirano, y lo mató, arriesgándose a que fuese condenado a muerte. Pero no le castigaron, porque se consideró justificada su reacción (le veremos morir en la batalla de Huarina).
     Muy escondido debía de estar Diego de Centeno en la cueva con su maestre de campo, Luis de Ribera (también morirá en Huarina), porque apenas tenían noticias de los grandes acontecimientos ocurridos desde la llegada de Pedro de la Gasca. Probablemente se debería a un propósito firme de que Francisco de Carvajal no pudiera encontrarlos, pues supondría una muerte segura, y, sin duda, eran muy pocos y muy fieles los que estaban al tanto del secreto lugar en que se escondían. Quien velaba por ellos era un cacique de la encomienda de indios que tenía, cerca de Arequipa, el capitán Miguel Cornejo (a quien ya le dediqué una imagen). El mensajero enviado por Diego Álvarez de Almendral puso al corriente a Diego Centeno y a Luis de Ribera de la petición de Almendral y su grupo de amigos, así como de todas las positivas novedades que estaban dejando a Gonzalo Pizarro en situación de inferioridad contra las hábiles maniobras de Pedro de la Gasca.
      Digamos de paso que, a medida que avanzamos en esta historia, aumenta la admiración por Pedro de la Gasca. Era un hombre con gran experiencia en situaciones políticas muy complicadas. Pero no nunca tuvo un puesto militar. Su vida había estado centrada en el ambiente religioso, jurídico y político, sin haber empuñado jamás una espada, y sin que su contrahecho cuerpo valiera para los enfrentamientos físicos, algo que, por prestarse a las burlas, da más mérito aún a su capacidad de liderazgo. Pero todo lo superaba con su inteligencia, sentido común y valentía. Se necesitaba un carácter heroico para hacerse cargo de la envenenada misión que le había confiado Carlos V. Fue a las Indias sabiendo que el virrey Blasco Núñez Vela estaba fracasando. Se enteró durante el viaje de que había sido asesinado, y, sin dar un paso atrás, se centró en su misión. Cuando llegó a su destino, Gonzalo Pizarro era de hecho, y en virtud de la fuerza, un ilegítimo pero triunfante gobernador de Perú, con un poderoso ejército, experimentado y vencedor. Pedro de la Gasca tenía que empezar de cero. Y ahora vemos que, poco a poco y de acierto en acierto, va desmoronando todo lo conseguido por su enemigo, mientas que él, venciendo, pero sobre todo convenciendo, se fortalece más cada día. La gran jugada inicial, el primer golpe decisivo que le dejó claro a Gonzalo Pizarro que se le venía el mundo encima, fue la habilísima maniobra de quitarle su poderosa flota, entregada en bandeja por sus propios capitanes, hipnotizados por sus ofrecimientos y sus perdones. La rebeldía era siempre un suicidio. El brutal pero lúcido Francisco de Carvajal se lo dijo a Gonzalo Pizarro: "Si matamos a este, luego vendrá otro".

     (Imagen) Nadie se acuerda ya de PEDRO DE FRUTOS, natural de Roa (Burgos). Fue protagonista de una muy triste historia, de esas en las que el principal culpable queda libre de castigo. Casi lo único que se conoce de Pedro es su tragedia, pero, sin duda, tuvo importancia como militar. Figuró como uno de los fundadores de Quito (Ecuador), y se asentó permanentemente en la ciudad, ejerciendo el notable cargo de alguacil mayor. Tuvo la suerte, y la desgracia, de casarse con una mujer muy guapa. Un par de años después participó con sus armas en la derrota del virrey Blasco Núñez Vela. Sin duda viviría el hecho con euforia, pero dio pie a su tragedia. Gonzalo Pizarro y sus tropas, después de entrar vencedores en Quito, celebraron el acontecimiento de manera desenfrenada. Dicen las crónicas: "Al verse Gonzalo Pizarro señor de aquellas provincias de Quito, comenzó a presumir más que hasta entonces, dando, como rey, a besar la mano a todos, entre regocijos generales, y viviendo él y los suyos en total desorden. Gonzalo tenía conversación con una mujer que era hija de un vecino de Quito, con el cual había ido a la dura campaña del Amazonas. Estaba casada con Pedro de Frutos, al cual envió Gonzalo a las minas de oro para tener él mayor facilidad. La dejó preñada, y, temiendo que el marido la mataría si así la hallase, mandó Gonzalo Pizarro a un griego criado suyo que lo matase. Y así lo hizo. Gonzalo Pizarro le dio mil pesos al griego para que fuese a su tierra. Pedro de la Gasca lo supo cuando vino a Perú, y, tras haberlo comunicado, apresaron al griego, y, por sentencia del Consejo de Indias. fue ahorcado en Valladolid". Hay diferentes versiones del hecho, pero, sin duda, la historia tiene un fondo cierto. Hasta es posible que, aunque nadie lo dice, la protagonista fuera María de Ulloa, por coincidir en el tiempo y lugar, y por haber quedado embarazada (el jolgorio en Quito fue a principios de 1546, y nueve meses después María dio a luz a su malograda niña). Por si fuera pequeño el castigo, Pedro de la Gasca incluyó a Pedro de Frutos en la lista de los calificados en sentencia, después de muertos, como traidores, con la pena añadida de la confiscación de todos sus bienes.



martes, 23 de junio de 2020

(Día 1142) Diego de Urbina afirmaba que Pedro de Puelles tenía intención de ponerse al servicio del Rey, pero los informes redactados por Pedro de La Gasca parecen indicar que no era cierto. Muchos otros lo iban haciendo.


     (732) Santa Clara expone luego un tema discutido: "Acerca de la muerte de Pedro de Puelles, Diego de Urbina dijo muchas veces y con grandes juramentos que, si Rodrigo de Salazar no se hubiese anticipado matándolo tan pronto, se habría puesto al servicio de Su Majestad de ahí a pocos días, en una fiesta en la que iba a invitar a toda la vecindad, y a los capitanes y soldados, para hacerlo. También dijo que él, Pedro de Puelles y Rodrigo de Salazar lo habían platicado muchas veces, y que todo lo que decía Puelles públicamente en favor de Gonzalo Pizarro, había sido para engañar a los muchos seguidores que tenía en la ciudad. Otros dicen lo contrario, ya que Puelles estaba preparándose para ir a Lima y tampoco terminó de hacer su testamento. Sea lo uno o lo otro, Dios lo sabe, y lo cierto es que lo mataron a puñaladas y le hicieron cuartos, como merecía".
     Sin embargo, Pedro de la Gasca, que recibió pronto la noticia de la muerte de Pedro de Puelles, se lo comunicó en una carta del 11 de agosto de 1547 a Francisco de los Cobos, el poderoso secretario de Carlos V, y no hizo ninguna mención a que Puelles pensara abandonar a Gonzalo Pizarro. En un breve párrafo, lo explica: "Con las noticias de que Lorenzo de Aldana y los otros capitanes se habían pasado al bando de Su Majestad, Rodrigo de Salazar se animó a servir al Rey y hacerse con el mando en la ciudad de Quito. Se concertó con algunas personas para matar a Pedro de Puelles. Salazar, que era uno de sus capitanes, entró con Andrés Morillo y otros en una cámara donde estaba Puelles, y lo mataron a estocadas. Salieron dando vivas al Rey, y, a Pedro de Oña, teniente de Pedro Puelles, lo mataron por dar vivas a Pizarro. Salieron dando vivas al Rey, y lo mismo respondieron todos los del pueblo, excepto dos o tres que daban vivas a Pizarro, siendo uno de ellos Diego de Ovando, al cual ejecutó Rodrigo de Salazar".
          Santa Clara sigue con el rosario de deserciones que iba sufriendo Gonzalo Pizarro (asombra el éxito de Pedro de la Gasca).: "Fue muy grande la rapidez con que se se extendieron por todas las tierras del Perú las noticias de los alzamientos que los tenientes, capitanes y soldados habían hecho en muchas partes contra el tirano (de paso, aclaro que el grado de teniente era superior al de capitán, porque se trataba del representante de la máxima autoridad). Cada uno pretendía ganar honra y reputación poniendo su vida y hacienda al servicio de su Majestad. En un pueblo llamado La Nasca se habían juntado ciertos hombres leales, llamados Diego Álvarez del Almendral, Alonso de Esquivel, Juan de Segovia y el padre Domingo Ruiz, vizcaíno (vasco), los cuales estuvieron escondidos por los montes y despoblados por miedo a Gonzalo Pizarro y a su Maestre de Campo, Carvajal. Habían visto una carta que Juan de Badajoz enviaba desde Lima a un amigo que estaba en Arequipa".
     El contenido de la carta trataba de todo lo que ya sabemos sobre las trascendentales consecuencias de la llegada de Pedro de la Gasca: "Luego Diego Álvarez del Almendral echó sus pensamientos en alto, sacó una bandera que tenía liada, y dijo en alta voz que la alzaba en nombre de Dios y de su Majestad y que se nombraba capitán de Diego Centeno. Después se la dio al padre Domingo Ruiz, diciéndole que se la entregaba y le nombraba alférez de Su Majestad, hasta que otra cosa dispusieren Pedro de la Gasca o Diego Centeno.
Los reunidos eran unos diez hombres: "Como eran pocos, le enviaron luego recado, para que se juntase con ellos, al general Diego Centeno, que estaba metido en una cueva con Luis de Ribera y con Guazo, su criado"

     (Imagen) También el capitán DIEGO DE OVANDO mencionó a María de Ulloa diciéndole a Gonzalo Pizarro que se encontraba bien. Por su parte, el trágico Pedro de Puelles, en otra carta para Pizarro, le contó un detalle humano de la pobre María. Dos capitanes de Puelles se enzarzaron en una pelea sangrienta. Los apresó, y les ahorró un duro castigo "porque ella me pidió que, como celebración de haber alumbrado, gracias a Dios (la niña que se le murió enseguida), los perdonase, y yo, por complacerla, lo hice". Pero hablemos de DIEGO DE OVANDO, al que se le confunde (incluso en el registro de las cartas que guardaba Pedro de la Gasca) con otro capitán del mismo nombre. Era mestizo, y nacido en la caribeña Isla Española (Santo Domingo), algo que La Gasca aclara (la imagen es del siglo XVI). En la correspondencia de Gonzalo Pizarro, aparece Diego como un fiel seguidor, y Pedro de Puelles le dio a Pizarro muy buenos informes suyos. Este archivo de La Gasca revela que incluso murió a manos del peligroso Rodrigo de Salazar por defender la causa de Gonzalo Pizarro (año 1547). Hay un impresionante informe de Pedro de la Gasca en el que comunica al Consejo de Indias, tras la derrota y muerte de Gonzalo Pizarro, que se sometió a juicio a varios rebeldes ya muertos, en el que fueron declarados traidores y se confiscaron sus bienes. Entre ellos menciona a "Diego de Ovando, mestizo, nacido en La Española y vecino de Trujillo". Diego, en otra carta para Pizarro, confirma que Puelles no pensaba traicionar a Gonzalo Pizarro, pues "está preparado para llevarle cuatrocientos hombres bien armados". Otro dato curioso es el de que, poco antes de la muerte de Puelles, ya hubo un atentado contra él por parte de "algunos hidalgos a los que se les dio el trato que merecían". DIEGO DE OVANDO tuvo otra responsabilidad que lo inculpaba como servidor del rebelde Gonzalo Pizarro Pizarro, y Pedro de la Gasca la recoge en su informe:  "En cumplimiento de lo que se le mandó, había dado garrote a Blas de Vega y a Hoyos, por haberse puesto al servicio del virrey. Cuando lo hizo, los dos vivían en su casa sirviéndole en todo lo que podían".



lunes, 22 de junio de 2020

(Día 1141) Rodrigo de Salazar, el Corcovado, se hizo con el poder en Quito. Luego, Pedro de la Gasca lo confirmó como gobernador, y le concedió el mando para una futura expedición a las tierras amazónicas.


     (731) Terminé la imagen anterior diciendo que Rodrigo de Salazar no solo le arrebató la vida a Pedro de Puelles, sino también el cargo de gobernador de Quito. No se lo dieron de inmediato, porque tenía que confirmarlo Pedro de la Gasca, pero, según nos cuenta Santa Clara, muerto Puelles, se hizo con el control de la ciudad: "Rodrigo de Salazar, ya como cabeza del ejército, habló largamente con los soldados de la venida del presidente Pedro de la Gasca y de las buenas concesiones que traía, y les pidió que, como ya se habían puesto todos los leales en manos del presidente, que lo hicieran ellos también, y así lo hicieron. Hecho esto, Rodrigo de Salazar se fue con doce arcabuceros al monasterio de San Francisco y sacó de allí a Francisco de Ovando, al cual, sin admitirle disculpa, le mandó confesar, y después le hizo cortar la cabeza en medio de la plaza. También hizo que Pedro Puelles fuese traído a la picota; lo trajeron muerto y medio arrastrando, le fue cortada la cabeza y le confiscaron todos sus bienes para la Hacienda Real. Luego le hicieron cuartos, los cuales fueron puestos por los caminos reales, y las tripas se quedaron allí, junto a la picota, pues ninguno fue osado de enterrarlas, por el miedo que tenían, y dicen como cosa cierta que fueron comidas por un perro". Santa Clara lo cuenta tan crudamente porque le parece que hubo una misteriosa justicia en su destino, pues dice que Puelles fue un hombre cruel, y pone como ejemplo que él le indicó a Benito Suárez de Carvajal dónde había quedado herido el virrey, sabiendo que iría de inmediato a matarlo para vengar la muerte de su hermano Illán Suárez de Carvajal.
     Las 'conversiones' de rebeldes arrepentidos se iban produciendo en cadena, como un presagio fatal del triste destino de Gonzalo Pizarro: "Rodrigo de Salazar envió a un soldado para que alcanzara al capitán Juan de Lunar, quien, por mandato de Pedro de Puelles, iba a castigar a vecinos y soldados de Guayaquil que se habían alzado contra Gonzalo Pizarro. Partió con un mensaje, en el que Salazar le pedía a Juan de Lunar que volviese para darle obediencia como a capitán general y justicia mayor de Su Majestad, porque había sido nombrado por todo el pueblo de Quito. Cuando recibió el mensaje, Juan de Lunar no se atrevió a seguir adelante, y volvió a la ciudad rápidamente. El soldado continuó hasta la ciudad de Guayaquil".
     En Guayaquil estaba al mando Pablo de Meneses. Todos eran leales al Rey y se alegraron mucho con las noticias del mensajero. Meneses le pidió que fuera hasta Manta, donde estaba entonces Pedro de la Gasca, para informarle de todo. La reacción del sabio clérigo fue de entusiasmo, y escribió de inmediato a los de Quito, alabándoles por su decisión. Al mismo tiempo, enviaba un regalo para Salazar: le confirmaba como capitán general y justicia mayor de Quito y su comarca. Un año después, Pedro de la Gasca, en un informe al Consejo de Indias, habla de otro regalo: "Le he encargado a Rodrigo de Salazar, el que mató a Pedro de Puelles, la conquista de la zona de Zumaco, que es por donde Gonzalo Pizarro fue a la tierra de la Canela (en tierras amazónicas). Se le ha hecho capitán general y justicia mayor de dicha conquista, quedando pendiente del beneplácito de Su Majestad". Lo que no impedía que siguiera con esos mismos cargos en Quito, los cuales ejerció hasta el año 1556.

     (Imagen) Es posible que MARÍA DE ULLOA, la amante de Gonzalo Pizarro, tuviera su origen en Ulloa (Lugo), situada en la profunda Galicia, territorio y ambiente que inspiró a Emilia Pardo Bazán para escribir su novela 'Los pazos de Ulloa'. Lo que no tiene duda es que sus ascendientes procedían de allí. En la imagen anterior, supuse que la previsible boda se malogró por la muerte de Gonzalo Pizarro. Aunque Pedro de Puelles la valoraba en extremo (le decía a Gonzalo: "Certifico a vuestra señoría que no ha desembarcado en estas tierras otra señora de tanto merecimiento"), y daba por hecho que se iban a casar, la pobre María se quedó plantada ('sedotta e abbandonata'). En una desagradable y tajante carta que le escribió Gonzalo Pizarro seis meses después, el 18 de abril de 1547, le decía: "Señora: Le escribo ahora porque me ha parecido que es bueno que vuestra merced se case. No me había descuidado, pero estaba aguardando a encontrar alguien con quien estuviese contenta, y lo he hallado; se trata de un hidalgo de mi tierra, que ha servido mucho en Perú. Se llama Pizarro de la Rúa. Lo he casado (prometido) con vuestra merced porque es muy buen soldado y tiene mi apellido. Creo que estará vuestra merced muy contenta con él, porque había otros muchos que querían esto, pero no habían servido en esta tierra, y yo no tenía ahora en qué ocuparles. Téngalo vuestra merced por bien, porque es lo que yo quiero, pues sé que no podría encontrar ninguno que fuese más a mi gusto y a su contento, ya que, hasta ahora, yo he querido que se hiciese así; y, en esto, no se insista más, porque así es mi voluntad. Le he escrito al capitán Pedro de Puelles lo que se ha de hacer. No se exceda vuestra merced nada en lo que él le mandase. Irá a su casa dentro de tres o cuatro días. A su señora madre y a la hermana de vuestra merced, deles mis saludos. Me he alegrado mucho de que su hermana esté casada, aunque no es muy valiente para defender su hacienda. Que Nuestro Señor le dé a vuestra merced hijos de bendición y contento". Seguro que le ayudó poco a MARÍA DE ULLOA estar a 1.800 kilómetros de su príncipe azul, él en Lima, y ella en Quito.



sábado, 20 de junio de 2020

(Día 1140) Le llegó la hora a Pedro de Puelles, y lo mataron los partidarios del Rey. Además, tenía muchos enemigos por los abusos que había cometido.


     (730) Rodrigo de Salazar y sus cómplices quedaron en que fuera Morillo quien le diera la primera estocada a Pedro de Puelles. Se presentaron en su casa por la mañana, fingiendo que iban para rogarle que le devolviera a Morillo una india que había ordenado quitarle. Después de entrar en su casa, Rodrigo de Salazar le explicó lo que querían, y Puelles le contestó: "Con tan buen mediador como vuestra merced, no puedo dejar de hacer lo que desea. Mandaré, pues, que se la entreguen, pues tan buen soldado es el que la reclama". Y se produjo el drama: "Entonces Morillo le dio una estocada mortal por los ijares, que le pasó de parte a parte las entrañas, y después Salazar, Tirado y Hermosillo le dieron de puñaladas mientras Puelles, a grandes voces, pedía confesión. Viendo esto, el capellán y quienes en la casa estaban comenzaron a dar grandes voces pidiendo ayuda a los de la guardia, pero, como estaban todos conjurados, ninguno acudió. Salazar y Morillo mataron a estocados al escribano y al mayordomo porque gritaban (uno de los dos, según La Gasca, era Pedro de Oña). El capellán y el camarero, que se llamaba Pedro de Morales, saltaron por una ventana; el capellán se quebró un brazo, y Morales, una pierna".
     Después los autores publicaron lo ocurrido: "Salieron a la calle y comenzaron a dar vivas a Su Majestad, gritando libertad y anunciando la muerte del tirano, por lo que los vecinos y los soldados, con armas y caballos, se fueron todos a poner en medio de la plaza. Francisco de Ovando creyó que toda aquella gente era partidaria de los sublevados, por lo cual se refugió en el monasterio de San Francisco. Sin embargo, el maestre de campo Diego de Urbina se puso en medio del escuadrón. Rodrigo de Salazar y Morillo, con los demás libertadores, se fueron también al escuadrón con las espadas desenvainadas y sangrientas, y con los arcabuces puestos a punto de guerra, dando vivas al Rey. Los soldados que estaban en la plaza, como no tenían capitanes que los acaudillasen, comenzaron también a decir voluntariamente: '¡Viva el Rey y el presidente Pedro de la Gasca, y mueran los traidores!'. Oyendo esto Rodrigo de Salazar, Morillo y los demás libertadores, se acercaron a ellos, los cuales les mostraron buena cara, principalmente el maestre de campo Diego de Urbina, porque este hombre deseaba ver el día de poder servir a Su Majestad".
     Hay que puntualizar un par de cosas. Pedro de Puelles se había ganado antes de que lo mataran muchas antipatías por haber ahorcado a una mujer que daba vivas al Rey, y más aún porque era comprensible la desenfrenada rabia de la ejecutada. Había ocurrido que, cuando mataron al virrey, su marido, Francisco Sarmiento, por miedo a los pizarristas tras saber que Gonzalo Pizarro lo había condenado a muerte, se escondió debajo del altar del convento de San Francisco, de donde lo sacó Puelles y lo ejecutó. Por otra parte, en la imagen anterior, afirmé que Diego de Urbina abandonó a Pizarro convencido por los argumentos de Pedro de la Gasca. Y así fue, pero, como hemos visto ahora, dio el paso definitivo al saber que habían matado a Pedro de Puelles, quien tenía el mando en Quito en nombre de Gonzalo Pizarro. Pero como nada era totalmente seguro en aquel clima de enfrentamientos continuos, luego nos va a hacer Santa Clara una reflexión sobre los comentarios que hubo acerca de estos cambios de bando.

      (Imagen) PEDRO DE PUELLES (nacido en Sevilla en 1500), a quien hemos visto morir trágicamente, era uno de los capitanes más estimados por Gonzalo Pizarro. El buen organizador que era Pedro de la Gasca archivaba toda la correspondencia que pudiera implicar (o exculpar) a sospechosos de ser rebeldes contra la Corona. Tenía varias cartas relativas a Pedro de Puelles, con información muy interesante. Algunos le escribieron a Puelles poniendo por las nubes a Pedro de la Gasca, y asegurando, sin base, que el Rey le había encargado reconocer a Gonzalo como gobernador de Perú. Fue el caso de Pascual de Andagoya, de cuya impresionante biografía (fue incluso cronista, además de gobernador) ya hemos hablado, y quien en su carta se muestra como fiel servidor de Gonzalo Pizarro. En un escrito de octubre de 1546, Puelles da un dato que debe de ser poco conocido. Le escribe a Gonzalo diciéndole: "Ha nacido una hija de vuestra señoría, y, al cabo de una hora, se la llevó Dios a su gloria". Menciona el nombre de la madre, María de Ulloa, y la ensalza sobremanera ("por su bondad, cordura y honra"), aunque comenta que "ella no le escribe a vuestra señoría porque también corre peligro de dar el ánima a Dios". Por lo que indica después, parece que se querían casar, pero la guerra (más la derrota y muerte) lo impidió. En otra carta, le da la noticia de que Belalcázar ha matado a Jorge Robledo, y, con lo que dice, echa por tierra las teorías de que Puelles, antes de morir, estaba a punto de servir a La Gasca: "Si lo hizo porque había entrado en la gobernación (de Pizarro), es servidor de vuestra señoría; si fue porque Robledo le dijo que era un traidor como los pizarristas, no lo entiendo". Comentando la muerte de Alonso de Toro a manos de su suegro (por haber maltratado a su hija), se muestra implacable: "Lo que más me pesa es que, quien tiene allá su señoría al mando, no haya podido matar a hombre tan ruin como aquel viejo". Ya vimos que el anciano se refugió en un convento. Pero, al final, Rodrigo de Salazar el Corcovado sí pudo matar a PEDRO DE PUELLES, sustituyéndolo después durante nueve años como gobernador de Quito (esta vez, Roma sí pagó a traidores).



viernes, 19 de junio de 2020

(Día 1139) Aunque muchos vecinos quisieron linchar a Francisco de Olmos por matar a Estacio, al final se aplacaron, y se pusieron al servicio de Su Majestad. Rodrigo de Salazar decidió matar a Pedro de Puelles.


     (729) Resulta curioso que refugiarse en sagrado tuviera tanta eficacia, aunque no siempre funcionara el truco. Hubo jueces abusivos en las Indias que no lo respetaron, y así, por ejemplo, el gran obispo fray Juan de Zumárraga tuvo un duro encontronazo en México con el poco presentable oidor Juan Ortiz de Matienzo, quien sacó de una iglesia a alguien que huía de sus abusos, y lo ahorcó. Ahora veremos que Francisco de Olmos, después de matar a Manuel Estacio, salió bien parado. Dice Santa Clara: "Los alcaldes de la ciudad y los soldados de Estacio fueron enseguida a sacar a Francisco de Olmos de la iglesia para matarlo, pero fue muy defendido por el cura, los ocho soldados que había llevado consigo y ciertos vecinos que eran buenos amigos suyos, y, al ver que no lo podían sacar, lo dejaron allá para que muriese de hambre, y pusieron gente para que no escapase. Al verse cercado, llamó a los alcaldes y a los amigos de Estacio, y les insistió en que estaban obligados a servir a Su Majestad, recordándoles también los perdones y revocaciones que el Rey prometía a quienes lo hicieran, como ya sabían por las copias de los documentos que les había enviado Diego de Mora. Oído todo esto, se apaciguaron los del pueblo, y se pusieron al servicio de Su Majestad, porque había muchos que lo deseaban, pero no lo habían hecho porque apreciaban al capitán Estacio. Después se fueron, todos de acuerdo, a Guayaquil, y, de allí, a Cajamarca".
     Ya dije en su día que me ha sido imposible conseguir (con harta pena) el siguiente tomo del cronista Pedro Gutiérrez de Santa Clara. Como quedan pocas páginas de este, las aprovecharé al máximo. Aunque lo que dice a continuación se refiere a algo que ya conocemos, la muerte de Pedro de Puelles, gran capitán de Gonzalo Pizarro, oiremos su versión recogiendo aspectos complementarios. Puelles era el representante de Pizarro en la ciudad de Quito. Se llevó un gran disgusto cuando supo que Pedro de Hinojosa le había entregado la armada a Pedro de la Gasca: "Con gran furia bramaba y decía que él iba a matar con sus propias manos a los capitanes traidores. Como era gran amigo de Gonzalo Pizarro, comenzó a juntar gente y a preparar armas. Nombró capitanes a Rodrigo de Salazar, natural de Toledo, comúnmente llamado el 'Corcovado', y a Francisco de Ovando el 'Isleño', hijo del doctor Ovando, siendo el maestre de campo Diego de Urbina, quien había tenido el mismo cargo con el virrey Blasco Núñez Vela (y al que en algún momento traicionó), porque valía mucho para tal oficio. Puelles se encargaba de la caballería".
     Como hemos visto en otras ocasiones, algunos jugaban sucio para ganarse el favor de los líderes. Es lo que hizo el Corcovado: "Rodrigo de Salazar, por ganar reputación ante Su Majestad y con el presidente La Gasca, determinó matar a Pedro de Puelles, y se lo dijo en secreto a ciertos soldados que eran valientes, llamados Morillo, Tirado y Hermosillo, más algunos otros que estaban a mal con Puelles, y decidieron hacerlo, animados también por las noticias recibidas de que estaba a punto de llegar el presidente Pedro de la Gasca".

     (Imagen) Nadie le puede negar su gran valía al vasco DIEGO DE URBINA (del que ya hablamos), pero fue una víctima más de los comprensibles cambios de chaqueta cuando te amenazan con una decapitación. Hubo varios capitanes con el mismo nombre, pero, poco a poco, he ido definiendo su perfil. Mantuvo, en general, su fidelidad a los Pizarro. Cuando llegó el virrey, se puso a su servicio, y, sin embargo, en la batalla que acabó con la vida del alto dignatario, Diego estaba ya de nuevo en el bando de Gonzalo Pizarro, y, de hecho, fue uno de los demandados por su valerosa viuda, Brianda de Acuña. Acabamos de ver que el pizarrista Pedro de Puelles (a quien enseguida van a matar) le ha nombrado en Quito a Diego maestre de campo de sus tropas, porque, como dice el cronista Santa Clara, "valió mucho para tal oficio sirviendo al virrey". Unos meses antes de ese nombramiento, en noviembre de 1546, Diego de Urbina escribió una carta que muestra claramente su total implicación con Gonzalo Pizarro. Se la dirige desde Quito a un sobrino suyo, residente en el Cuzco. La resumo: "Señor sobrino. Mucho me ha alegrado que hayáis servido al señor gobernador (el ilegítimo Gonzalo Pizarro) y a su maestre de campo (el temible Carvajal) tan bien como me han dicho. Ya sabéis cuán buen señor es el gobernador, mi señor, y cuán bien paga a los que le sirven. Si estáis ya en Lima, poned mucha diligencia en que se sentencie un pleito mío, y hablad sobre ello con el gobernador, pues pronto lo sentenciará su Majestad (extraña ingenuidad la de aquellos rebeldes). Os pido que vengáis en el primer navío que salga para acá. Yo le he escrito al maestre de campo Carvajal suplicándole que os coloque en casa del señor gobernador, como secretario, o cualquier otra cosa. Traedle a la memoria que espero que lo haga por mí, y porque le habéis servido bien al gobernador". DIEGO DE URBINA, convencido por Pedro de la Gasca, traicionó más tarde a Gonzalo Pizarro. Parece ser que vivía en el Cuzco el año 1551, pero murió poco después, de un arcabuzazo, luchando contra los últimos rebeldes.



jueves, 18 de junio de 2020

(Día 1138) También los capitanes Juan de Saavedra y Juan Porcel se pasaron con sus hombres al bando de La Gasca. Santa Clara explica por qué Francisco de Olmos mató a Manuel Estacio.


     (728) A medida que pasaba el tiempo y que Pedro de la Gasca se acercaba a Lima, el andamiaje militar de Gonzalo Pizarro se iba tambaleando. Santa Clara narra hechos que ya hemos conocido de pasada, pero, como siempre, los condimenta generosamente. Así que escucharemos lo que dice: "Gonzalo  Pizarro envió a Hernando Alonso a Huánuco para decirle a su teniente Juan de Saavedra que viniese con la gente que había juntado, pero no quería salir de la ciudad porque, tras recibir unas cartas de Lorenzo de Aldana que lo animaban a pasarse al servicio de Su Majestad, determinó hacerlo así. Después preparó a sus hombres, haciéndole creer a Hernando Alonso que lo hacía para ir a Lima, donde estaba Gonzalo Pizarro. Salió cuatro días después con los suyos, y, en el camino les expuso su intención de irse adonde Pedro de la Gasca, explicándoles por qué lo hacía. Parece ser que los soldados lo deseaban, pues, sin que ninguno se opusiese, se le ofrecieron todos, de lo que el capitán se alegró mucho. De allí llevó a todos al pueblo de Cajamarca, menos a Hernando Alonso, Francisco de Espinosa el Zamorano, y tres soldados que no quisieron hacerlo, sino que fueron a dar noticia de ello a Gonzalo Pizarro, el cual recibió grandísimo pesar y enojo. Luego Pizarro envió a Francisco de Espinosa a Huánuco para que les quemasen las casas y les destruyesen las heredades a los que le habían traicionado". Se encontraron en un paso estrecho con resistencia de los indios, que estaban protegiendo las propiedades que tenían los españoles en Huánuco. No obstante, Francisco de Espinosa pudo volver con una pequeña partida de ganado. Gonzalo Pizarro comprendió que no tuvo más posibilidades, y luego le premió su fidelidad nombrándolo su maestresala, sustituyendo a Gómez de Solís, a quien había enviado a Panamá (quizá no supiera aún que también Solís le había traicionado).
     Asimismo, el capitán Juan Porcel (al que Santa Clara llama 'descubridor de tierras nuevas') se pasó al bando de Pedro de la Gasca, y se fue a Cajamarca con sus soldados para servirle al Rey. Recordemos que allí estaba Diego de Mora encargado de organizar nuevas tropas para ir contra Gonzalo Pizarro, a quien le quedaban pocos meses de vida. En cuanto a Porcel, ya dijimos que Pedro de la Gasca, aunque no se quejara de sus servicios, siempre le tuvo cierta desconfianza, porque había sido uno de los capitanes más adictos a Gonzalo Pizarro.
     La versión de Santa Clara sobre la muerte de Manuel Estacio (recordemos que tenía un carácter muy violento) es bastante más dramática que la que vimos anteriormente, y, además, nos muestra a su autor con más razones para hacerlo, no el simple deseo de agradar a Pedro de la Gasca: "Se rebeló contra Gonzalo Pizarro en Guayaquil su teniente, el capitán Francisco de Olmos, y envió mensajeros al capitán Manuel Estacio (que estaba reuniendo gente para ir  Lima, adonde Gonzalo Pizarro), para pedirle que se fueran juntos a servir a Su Majestad en Cajamarca. Con gran ira y enojo, Estacio les contestó diciéndoles que le iba a matar. Al saberlo, Francisco de Olmos tomó unos ocho hombres de su confianza, y fueron a ver a Estacio. Se recibieron bien, porque fueron viejos amigos sirviendo a Pizarro. Olmos fingió que solo iba a convencerle para que sirviera al Rey, y Estacio insistió en que fueran a Lima para servir a Gonzalo Pizarro. Así estaban las cosas, cuando Olmos le dio a entender que quería decirle algo en privado. Francisco de Olmos, con disimulo y tomándole la mano, le sacó fuera de su casa, y, ya solos en la plaza, lo mató a puñaladas, y se refugió en un convento".

      (Imagen) Vamos a dar un salto hasta México, porque el cronista Santa Clara, nacido en aquellas tierras, nos revela que el protagonista de la imagen anterior, Hernando de Cárdenas, anduvo por tierras aztecas con su hermano DON GARCÍA LÓPEZ DE CÁRDENAS, quien ha pasado a la historia por, entre cosas, haber descubierto el Cañón del Colorado. Tras la terrible aventura de Núñez Cabeza de Vaca recorriendo a pie miles de kilómetros por la frontera de Estados Unidos con México, contó que los indios hablaban de las riquísimas siete ciudades de Cíbola. En 1540, el Virrey Antonio de Mendoza escogió a su sobrino Francisco Vázquez de Coronado para ir a descubrirlas. Sufrieron peleas con los indios, y, a su maestre campo, Lope de Samaniego, lo mataron de un flechazo entre los ojos. Le sustituyó en el cargo DON GARCÍA LÓPEZ DE CÁRDENAS (nacido, de familia noble, en Llerena-Badajoz), y, en una situación desesperada, Coronado le envió en busca de un río del que hablaban los nativos. Iba con él Pedro de Sotomayor, quien hizo un relato de las incidencias del viaje. Fue entonces cuando (como se ve en la preciosa imagen de Ferrer-Dalmau, con Cárdenas a caballo) descubrieron el inmenso Cañón del río Colorado (446 km de longitud y 1.600 metros de altura). Dice el cronista: "Estaba la barranca tan acantilada de peñas, que apenas podían ver el río, y, desde donde se encontraban, parecía un arroyo. Estuvieron muchos días con harta necesidad de agua buscando la bajada, sin hallarla, hasta que García López se vio forzado a volverse". Ya todos juntos, Coronado y sus hombres siguieron avanzando, pero sufriendo ataques de los indios, a los que DON GARCÍA apaciguaba muchas veces con sus dotes diplomáticas, coda nada fácil, porque ya antes habían matado a tres frailes que decidieron entrar solitarios en aquellas tierras para evangelizarlas. La atormentada expedición regresó dos años después con su mito destrozado, pero habiendo obtenido importantes descubrimientos geográficos y étnicos. Poco más se sabe del resto de la vida de DON GARCÍA LÓPEZ DE CÁRDENAS.



miércoles, 17 de junio de 2020

(Día 1137) Era un reguero de deserciones. Distintos capitanes y en distintas ciudades se rebelaron contra Gonzalo Pizarro. Uno de ello fue Hernando de Cárdenas.


     (727) Le deja Santa Clara a Gonzalo Pizarro con sus angustias, y enlaza de nuevo con la misión que estaba cumpliendo Diego de Mora. Después de volver a Trujillo y conseguir que toda la ciudad pasara al bando del Rey (algunos vecinos habría que lo hicieran a regañadientes), se encargó de lo que le pidieron Aldana y los capitanes que estaban con él en los cuatro barcos: "Cuando fue a la provincia de Cajamarca, envió a todos los vecinos de aquella zona copia de los perdones que le había dado Lorenzo de Aldana, para que se pusieran al servicio del Rey, y desengañándoles de todas las falsedades que les contaban. En la villa de San Miguel, estaba Bartolomé de Villalobos, como teniente de Gonzalo Pizarro, teniendo muchos espías que le avisaban de lo que ocurría en aquellas costas. Como la gente ya sabía de los avisos que había enviado Diego de Mora, y de la pasada de Lorenzo de Aldana con los navíos hacia Lima para enfrentarse a los rebeldes, determinó el dicho Bartolomé de Villalobos irse a Lima para servir a Pizarro. Se dio la mayor prisa posible para sacar gente de aquellos lugares, y decidió seguir el camino de la sierra, porque sabía que Diego de Mora estaba en Trujillo, tras haberse puesto al servicio de su Majestad. Según marchaban, se enteró Villalobos de que se acercaban los capitanes Gonzalo de Alvarado y Juan de Saavedra (se habían pasado al bando de La Gasca) con mucha más gente que la que él tenía. Viéndose amenazado, hizo alto, sin saber qué decisión tomar".
     Entre lo que iban con Villalobos, se encontraba un hermano de Don García López de Cárdenas, el madrileño Hernando de Cárdenas, "al cual, Gonzalo Pizarro, por haberle servido un poco de tiempo en la derrota del virrey, lo casó con una viuda honrada, y le dio su repartimiento de indios". Hernando, mientras Villalobos meditaba, también él lo hacía, viendo con claridad que los propósitos de Gonzalo Pizarro, tal y como se estaban poniendo las cosas, no tenían futuro: "Decidió volverse a San Miguel, alzarse con la ciudad en nombre de Su Majestad, y prender o matar a quien estuviese allí al mando en nombre de Gonzalo Pizarro, para luego unirse al presidente La Gasca".
     Fue tanteando a la gente y logró reunir un grupo de partidarios de la idea: "Apresaron de noche a Bartolomé de Villalobos, y le importunaron para que sirviera al presidente La Gasca, alzando bandera en nombre de Su Majestad. Además, le pidieron que volviese a San Miguel y tomase allí el mando en nombre de su Majestad, y él lo aceptó, más por miedo de que lo mataran que por propia voluntad. Y así, volvieron todos a la villa y la alzaron por Su Majestad".
     Estas noticias volaban, y la idea de abandonar a Gonzalo Pizarro y servir al Rey se hizo contagiosa, dándose la circunstancia de que también hubo capitanes que prefirieron morir a traicionar al 'tirano'. Así ocurrió en Puerto Viejo: "Los del cabildo fueron con soldados a la casa de Lope Sánchez de Ayala, teniente de Gonzalo Pizarro, pidiéndole que pusiera la ciudad al servicio del Rey, y, negándose a hacerlo, lo mataron a puñaladas. Luego se presentaron en la casa del capitán Juan Morales, que estaba al mando de la guarnición, le rogaron que se uniera a ellos para servir a Su Majestad, y a él, por no querer dejar al tirano Gonzalo Pizarro, lo mataron también a puñaladas, y luego alzaron bandera por Su Majestad". (Lo ocurrido con Bernardo de Villalobos ya nos lo había contado Inca Garcilaso, pero de forma mucho más escueta).

     (Imagen) Acabamos de ver que HERNANDO DE CÁRDENAS se jugó el tipo promoviendo un motín contra Bernardo de Villalobos, a quien obligó a ponerse al servicio del Rey. Por su relación de méritos (la de la imagen), nos enteramos de que todo le salió bien, y de que tuvo una vida muy azarosa. Fue de los pocos que habían batallado en México antes de llegar a Perú. Resumo lo que cuenta: "Estuvo luchando contra los chichimecas, indios mexicanos, en Mixtón y en Jalisco, bajo el mando del virrey Don Antonio de Mendoza y de Pedro de Alvarado, hasta que los sometieron. Él llevaba a su costa soldados y caballos. Pasó luego a Perú, y sirvió al virrey Núñez Vela. De vuelta de una misión, se encontró con que habían apresado en Lima al virrey; quiso liberarlo, pero Gonzalo Pizarro lo apresó también a él y, aunque estuvo a punto de cortarle la cabeza, no lo hizo por los ruegos de algunos amigos suyos. Gonzalo fue a Quito y él intentó sublevarse con algunos compañeros en Lima, para unirse al capitán Diego Centeno, pero fueron descubiertos y apresados. Logró escapar, y, enterado de que se acercaba el presidente Pedro de la Gasca, fue a la ciudad de San Miguel, que era del bando de Gonzalo Pizarro, y consiguió ponerla al servicio de su Majestad. Cuando llegó Pedro de la Gasca, se puso bajo su mando como capitán de infantería, participando en la batalla de la derrota definitiva de Gonzalo Pizarro. Más tarde, también luchó contra el rebelde Francisco Hernández Girón". En el escrito hay algo que no coincide con lo que cuentan los cronistas. Sin duda alguna, durante un tiempo sirvió, aunque probablemente forzado, a Gonzalo Pizarro, como nos ha dicho Santa Clara. Por el documento de HERNANDO DE CÁRDENAS, sabemos que aún vivía en 1568 y que se encontraba en Madrid, aunque es muy probable que muriera poco después. Queda otro dato curioso. Santa Clara dice de pasada que era hermano de DON GARCÍA LÓPEZ DE CÁRDENAS. Si el cronista no da ninguna explicación más, el tal García tenía que ser muy conocido, y hubo alguien con ese nombre que se hizo famoso en México (de donde era Santa Clara), casi con toda seguridad hermano de Hernando de Cárdenas, quien también anduvo por aquellas tierras. Le dedicaremos la próxima imagen.



martes, 16 de junio de 2020

(Día 1136) Gonzalo Pizarro no podía digerir que Lorenzo de Aldana le hubiese traicionado facilitando la entrega de su armada a Pedro de la Gasca. Buscó desesperadamente conseguir más refuerzos, pero nadie respondió a su llamada.


     (726) Seguiremos de momento el camino que marca el cronista Santa Clara. Nos describe a Gonzalo Pizarro en una situación de desconcierto, porque veía el panorama cada vez más amenazante. Se acabó la desatada euforia producida por su brillante victoria contra el virrey Blasco Núñez Vela, y sabía, por mucho que fingiera verlo de otra manera, que el hecho de haberlo matado (algo que él no deseaba) suponía una ruptura definitiva con el Rey. Así que tocaba vencer o morir. Estaba muy preocupado por la llegada de Aldana al mando de los navíos que el traidor Hinojosa le había entregado. Se sintió desprotegido, y buscó refuerzos: "Pidió a todos sus capitanes emplazados en otros lugares que trajesen pronto a la ciudad de Lima todos los hombres y armas que tuviesen consigo. Y, con este mandato, escribió a Quito, a San Miguel, al Cuzco y a Arequipa, donde estaban al mando, respectivamente, Pedro de Puelles, Bartolomé de Villalobos, Antonio de Robles y Lucas Martín Vegaso. También mandó el aviso a Las Charcas (donde estaban Alonso de Mendoza y Juan de Silveira), Huamanga, Huánuco, Levanto, Puerto Viejo, Chachapoyas y Guayaquil, así como a las zonas por donde andaban los capitanes Proceli y Mercadillo. Pero de ninguna de estas partes le vino socorro, como luego diremos".
     Con la orden les mandaba un escrito plañidero, quejándose de la injusticia de los enemigos, y especialmente de quienes le habían traicionado, muy dolido, sobre todo, por lo que le había hecho Lorenzo de Aldana: "Bien sabéis que envié a Panamá a Lorenzo de Aldana para que desde allí fuese a España e informase a Su Majestad de cosas muy necesarias para el provecho de todos. Como mal hombre, ingrato y olvidado de todos los beneficios que yo siempre le hice, ha entregado la flota mía a Pedro de la Gasca, y él viene ahora, hecho capitán, contra nosotros, para destruir nuestras vidas". Siente tanto odio contra Aldana, que le echa la culpa de que Pedro de le Gasca haya cambiado de actitud, logrando que esté dispuesto a iniciar una guerra de la que antes nunca habló, pues sus mensajes siempre fueron de concordia y cortesía. Pasando por alto la traición de Pedro Alonso de Hinojosa, dice que fue Lorenzo de Aldana quien entregó la flota, "y, con cuatro navíos que yo tenía en Panamá, que me habían costado más de cien mil ducados de buen oro, viene ahora para hacer mayor escarnio y burla de nosotros". Les advierte que no deben hacerse ilusiones con respecto a los perdones que ofrece Pedro de la Gasca, porque se refieren a los capitanes que echaron de Lima a Blasco Núñez, en lo cual no intervino él, ni tampoco sus hombres: "Pero estos perdones nada tiene que ver con la batalla que hubo contra Blasco Núñez Vela, ni con s muerte. Que nadie se engañe con estos perdones tan falsos, pues son el cebo para pescarnos a todos".
     Ha basado sus argumentos en la maldad de las maniobras de Aldana, con las que consiguió que Pedro de la Gasca se preparara para la guerra, y eso, según él, justificará ante el Rey que ellos reaccionen: "Todas estas cosas son contrarias a la voluntad de Dios Nuestro Señor y de Su Majestad, y hacen que se pueda hacerle a La Gasca justamente la guerra a fuego y a sangre, porque se ha salido de los límites de lo que el Rey le ha permitido".

     (Imagen) Entre los hombres que huyeron de Trujillo con Diego de Mora para unirse a Pedro de la Gasca, estaba ANTÓN CUADRADO. Como la de otros muchos que suenan poco, su vida fue un novelón. Fue uno de los fundadores de la ciudad de Panamá. Después estuvo junto a Francisco Pizarro desde el principio de la terrorífica campaña del Perú, aunque no fue uno de los heroicos Trece de la Fama. Se marchó de la isla del Gallo harto de sufrir. Poco antes (año 1527) había enviado una carta desesperada a un funcionario de Panamá, en la que criticaba duramente a Pizarro, aunque el gran conquistador debe ser disculpado porque las circunstancias exigían un mando con pocas contemplaciones: Pizarro y los doce héroes que se quedaron con él sabían que, si se retiraban a Panamá, se les habría anulado el permiso para continuar aquella loca conquista. Esto es parte de lo que escribió Antón Cuadrado: "Habéis de saber, señor, que Pizarro hace que nos caguemos de miedo. Estamos muy flacos y amarillos, muriéndose de pura hambre cada semana tres o cuatro. De haber sabido lo de acá, no habría venido. En tres años que llevo metido en esta campaña, han muerto ciento treinta cristianos". En 1534, volvió a Perú con Pedro de Alvarado. En la memoria de méritos (la de la imagen) que presentó ANTÓN CUADRADO el año 1561, seguía como vecino de la peruana Trujillo. Le pide al Rey alguna merced por su extrema necesidad y la de sus siete hijos. Dice que "de resultas de los padecimientos y enfermedades de las campañas, vine a quedar ciego de los dos ojos". Por eso, al hablar de sus servicios posteriores, señala que 'contribuyó' para las guerras del virrey y de Pedro de la Gasca, y 'ayudó' a los oidores de la Audiencia contra el rebelde Hernández Girón. Es decir: colaboró económicamente, porque su ceguera le impedía luchar. Oculta el dato de que, antes de huir con Diego de Mora, apoyó (sin duda forzosamente) a Gonzalo Pizarro, al que le pidió ayuda en una carta, "porque se le habían marchado en Huambacho los indios de su encomienda, al haber matado a latigazos Diego Contias a su cacique". En 1574, ya fallecido ANTÓN CUADRADO, reclamaba su herencia una hija suya.