(382) Hernando Pizarro mandó soldados al
puente, no solo para saber cómo estaba, sino también para quedarse allí
defendiéndolo: “Cuando faltaban unas doce leguas para llegar a él, Hernando
Pizarro reunió a doscientos de a caballo (Pedro
era uno de ellos), y los envió, sin que ellos supieran adónde, bajo el
mando de Gonzalo Pizarro, al que le dijo que tomara este puente de Aycha, y lo
guardase para que no lo quemaran antes de que pasase toda la tropa. Partido
Gonzalo Pizarro con la gente dicha, pasamos el río que va a Abancay, y sin
parar fuimos al puente de Aycha, hallándolo entero y sano. Quedamos guardándolo
hasta que llegó Hernando Pizarro con el resto de la gente”. Empieza Pedro a
contar la batalla y decepciona la brevedad de su relato. Lo que más llama la
atención es lo que no cuenta. Dice que Almagro tenía 800 hombres, pero solo
veinte arcabuceros (su gran debilidad, porque Hernando Pizarro disponía de
muchos más). Menciona al almagrista
Vasco de Guevara, y hace al final una ligerísima alusión al gran Rodrigo
Orgóñez, capitán general de toda la tropa. Como es natural, recordaba bien la
distribución de su propio ejército: “Venida la mañana, Hernando Pizarro hizo
sus escuadrones, dividiendo a los de a caballo en dos partes, para acometer
separados si hiciese falta, y, si no, juntos. Dio una parte de ellos a Diego de
Rojas, y la otra al mariscal Alonso de Alvarado. Tomó él, con su hermano
Gonzalo, la vanguardia de los de a caballo, y, como capitanes de infantería, al
portugués Castro con los arcabuceros, y a Diego de Urbina con los piqueros”.
Ya nos dijeron Cieza, Garcilaso y Enríquez
que, en la batalla de las Salinas, rompieron el fuego los arcabuceros pizarristas.
Y Pedro Pizarro lo confirma: “Se metió Castro con los arcabuceros en una
ciénaga y desde allí empezó a disparar a los contrarios, que ya se habían
acercado a caballo, los cuales, viendo que por la ciénaga no podían hacerles
daño, dieron la vuelta y se juntaron con el escuadrón de D. Diego de Almagro. Viendo
Hernando Pizarro que los de Almagro estaban todos juntos, agrupó asimismo a los
suyos en uno, y los acometió, durando la batalla un rato, y al fin los enemigos
huyeron, y D. Diego de Almagro se fue con algunos de los suyos a la fortaleza
del Cuzco. Lo persiguieron, lo apresaron y lo metieron donde él había tenido
preso a Hernando Pizarro, sacando de este lugar a más de treinta hombres que
Almagro tenía presos. Tras soltar a estos, Hernando Pizarro metió allí a
Almagro, lo tuvo preso, y, procesándolo, algunos meses después le cortó la
cabeza”.
Si es poco lo que cuenta, ‘clama al cielo’
que con esa escueta frase despache el terrible drama de Almagro. La única
explicación radica en su deseo de no ensuciar la memoria de los Pizarro. A
pesar de que tiene el mérito de ser un buen cronista, aumentado por haber
participado en aquellos extraordinarios hechos, su objetividad queda dañada en
algunos pasajes importantes, y especialmente en este clamoroso silencio. Lo que
ahora nos cuenta se refiere a su época idílica con sus parientes. Pero acabamos
de ver (en su relación de méritos enviada al Rey el año 1578) que participó en
las guerras civiles posteriores, y que, en su última intervención, se puso al
servicio del representante de la Corona, Pedro de la Gasca, luchando contra
Gonzalo Pizarro, ya mortal enemigo suyo, al que derrotaron en Jaquijaguana,
siendo inmediatamente ejecutado.
(Imagen) Menciona el cronista Pedro
Pizarro al “portugués Castro”. No vendrá mal sacarlo del anonimato. Se trata
del capitán de arcabuceros pizarrista NUÑO DE CASTRO. Encuentro algunos datos
sobre su triste final. LLegó a participar en la batalla de Chupas (donde fue
derrotado Almagro el Mozo). Pero al poco tiempo perdió la vida de forma
extraña. Tres hermanos suyos, Ruy, Isabel y Mencía de Castro, presentaron una
reclamación contra Gaspar Rodríguez de Camporredondo por ser heredero (y
hermano) del capitán Pedro Ansúrez, dado que este, y otros dos soldados
pizarristas demandados, “estando Nuño de Castro en unas justas, lo asesinaron alevosamente”.
En algún momento dije (porque lo vi afirmado) que quien heredó a Peransúrez fue Diego Ansúrez,
un hijo que tuvo con Ana de Mercado, y que marchó en 1555 a México. Nunca se
sabrá si los querellantes se equivocaron de heredero. Pero, de ser cierto lo
que denunciaban, supondría una mancha para el honor del prestigioso capitán
Peransúrez. En su testamento, Nuño de Castro manifestó “ser portugués, natural
de Adamira, en el Algarbe, hijo de Álvaro de Castro y Catalina de Sande”. Pero
hay alguien más que no tardará en morir: Gaspar Rodríguez de Camporredondo. Es
muy probable que falleciera en la batalla de Jaquijaguana, porque hizo su
testamento estando en el ejército de Gonzalo Pizarro, pronto derrotado. Poco
tiempo después, como se dice en el documento de la imagen, el Rey ordenó
retener parte de su herencia porque tenía una deuda con la Corona. Parece,
pues, que los reclamantes vieron frustradas sus pretensiones, y, por si fuera
poco el mal trago, se consideró oficialmente que “todo lo que había tenido y dejado a su
muerte Nuño de Castro pertenece a la Corona”. ¿Había alguna discriminación en
las herencias de los soldados extranjeros?
No hay comentarios:
Publicar un comentario