sábado, 30 de marzo de 2019

(Día 792) Pedro Pizarro da algunos detalles más de la batalla de las Salinas, pero es muy escueto en su narración, dedicando (sospechosamente) solo una línea a la ejecución de Almagro.


      (382) Hernando Pizarro mandó soldados al puente, no solo para saber cómo estaba, sino también para quedarse allí defendiéndolo: “Cuando faltaban unas doce leguas para llegar a él, Hernando Pizarro reunió a doscientos de a caballo (Pedro era uno de ellos), y los envió, sin que ellos supieran adónde, bajo el mando de Gonzalo Pizarro, al que le dijo que tomara este puente de Aycha, y lo guardase para que no lo quemaran antes de que pasase toda la tropa. Partido Gonzalo Pizarro con la gente dicha, pasamos el río que va a Abancay, y sin parar fuimos al puente de Aycha, hallándolo entero y sano. Quedamos guardándolo hasta que llegó Hernando Pizarro con el resto de la gente”. Empieza Pedro a contar la batalla y decepciona la brevedad de su relato. Lo que más llama la atención es lo que no cuenta. Dice que Almagro tenía 800 hombres, pero solo veinte arcabuceros (su gran debilidad, porque Hernando Pizarro disponía de muchos más). Menciona al almagrista  Vasco de Guevara, y hace al final una ligerísima alusión al gran Rodrigo Orgóñez, capitán general de toda la tropa. Como es natural, recordaba bien la distribución de su propio ejército: “Venida la mañana, Hernando Pizarro hizo sus escuadrones, dividiendo a los de a caballo en dos partes, para acometer separados si hiciese falta, y, si no, juntos. Dio una parte de ellos a Diego de Rojas, y la otra al mariscal Alonso de Alvarado. Tomó él, con su hermano Gonzalo, la vanguardia de los de a caballo, y, como capitanes de infantería, al portugués Castro con los arcabuceros, y a Diego de Urbina con los piqueros”.
     Ya nos dijeron Cieza, Garcilaso y Enríquez que, en la batalla de las Salinas, rompieron el fuego los arcabuceros pizarristas. Y Pedro Pizarro lo confirma: “Se metió Castro con los arcabuceros en una ciénaga y desde allí empezó a disparar a los contrarios, que ya se habían acercado a caballo, los cuales, viendo que por la ciénaga no podían hacerles daño, dieron la vuelta y se juntaron con el escuadrón de D. Diego de Almagro. Viendo Hernando Pizarro que los de Almagro estaban todos juntos, agrupó asimismo a los suyos en uno, y los acometió, durando la batalla un rato, y al fin los enemigos huyeron, y D. Diego de Almagro se fue con algunos de los suyos a la fortaleza del Cuzco. Lo persiguieron, lo apresaron y lo metieron donde él había tenido preso a Hernando Pizarro, sacando de este lugar a más de treinta hombres que Almagro tenía presos. Tras soltar a estos, Hernando Pizarro metió allí a Almagro, lo tuvo preso, y, procesándolo, algunos meses después le cortó la cabeza”.
     Si es poco lo que cuenta, ‘clama al cielo’ que con esa escueta frase despache el terrible drama de Almagro. La única explicación radica en su deseo de no ensuciar la memoria de los Pizarro. A pesar de que tiene el mérito de ser un buen cronista, aumentado por haber participado en aquellos extraordinarios hechos, su objetividad queda dañada en algunos pasajes importantes, y especialmente en este clamoroso silencio. Lo que ahora nos cuenta se refiere a su época idílica con sus parientes. Pero acabamos de ver (en su relación de méritos enviada al Rey el año 1578) que participó en las guerras civiles posteriores, y que, en su última intervención, se puso al servicio del representante de la Corona, Pedro de la Gasca, luchando contra Gonzalo Pizarro, ya mortal enemigo suyo, al que derrotaron en Jaquijaguana, siendo inmediatamente ejecutado.

     (Imagen) Menciona el cronista Pedro Pizarro al “portugués Castro”. No vendrá mal sacarlo del anonimato. Se trata del capitán de arcabuceros pizarrista NUÑO DE CASTRO. Encuentro algunos datos sobre su triste final. LLegó a participar en la batalla de Chupas (donde fue derrotado Almagro el Mozo). Pero al poco tiempo perdió la vida de forma extraña. Tres hermanos suyos, Ruy, Isabel y Mencía de Castro, presentaron una reclamación contra Gaspar Rodríguez de Camporredondo por ser heredero (y hermano) del capitán Pedro Ansúrez, dado que este, y otros dos soldados pizarristas demandados, “estando Nuño de Castro en unas justas, lo asesinaron alevosamente”. En algún momento dije (porque lo vi afirmado) que  quien heredó a Peransúrez fue Diego Ansúrez, un hijo que tuvo con Ana de Mercado, y que marchó en 1555 a México. Nunca se sabrá si los querellantes se equivocaron de heredero. Pero, de ser cierto lo que denunciaban, supondría una mancha para el honor del prestigioso capitán Peransúrez. En su testamento, Nuño de Castro manifestó “ser portugués, natural de Adamira, en el Algarbe, hijo de Álvaro de Castro y Catalina de Sande”. Pero hay alguien más que no tardará en morir: Gaspar Rodríguez de Camporredondo. Es muy probable que falleciera en la batalla de Jaquijaguana, porque hizo su testamento estando en el ejército de Gonzalo Pizarro, pronto derrotado. Poco tiempo después, como se dice en el documento de la imagen, el Rey ordenó retener parte de su herencia porque tenía una deuda con la Corona. Parece, pues, que los reclamantes vieron frustradas sus pretensiones, y, por si fuera poco el mal trago, se consideró oficialmente que  “todo lo que había tenido y dejado a su muerte Nuño de Castro pertenece a la Corona”. ¿Había alguna discriminación en las herencias de los soldados extranjeros?



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