(381) El detallista Garcilaso explica que la técnica de Lerma
consistía en colocar la base de la lanza sujeta en un saliente de la silla, de
manera que la fuerza del golpe resultaba tremenda, ya que se unía la del jinete
al brutal empuje de la arremetida del caballo: “Hernando Pizarro hirió
malamente a su contrario en un muslo, pero Pedro de Lerma dio al caballo de
Hernando Pizarro un golpe que desencajó la silla y le hirió en el vientre,
aunque no de herida mortal, porque el caballo cayó en tierra, y con su caída
libró de la muerte al caballero”.
Lo ocurrido encendió aun más los ánimos: “Viendo
los suyos a Hernando Pizarro caído, creyendo que estaba muerto, arremetieron
contra los de Almagro, y los unos y los otros pelearon bravísimamente, hiriendo
y matando con grandísima rabia, como si no fueran todos de una misma nación,
olvidando que habían sido hermanos y compañeros en armas. Duró la pelea más de
lo imaginado, porque los de Almagro, aunque eran muchos menos en número, eran
iguales en valor a los de Pizarro, y resistieron a costa de sus vidas,
vendiéndolas caras hasta que fueron muertos o heridos; los que pudieron se
retiraron. Y entonces se mostró más cruelmente la rabia con que habían peleado,
pues, aunque los vieron vencidos, no los perdonaron, sino que mostraron con
ellos más saña, haciendo los victoriosos cosas indignas de la nación española,
pues se dice que mataron más gente ya
derrotada que peleando en la batalla”. Da la fecha del enfrentamiento
(que ya conocemos) y añade un dato que revela cómo el sentimiento religioso
aportó un gesto de humanidad: “Diose aquella batalla a seis de abril de mil
quinientos treinta y ocho, el sábado siguiente al Viernes de Lázaro, por cuya
devoción hicieron los españoles una iglesia, que yo vi terminada, en el mismo
llano donde fue la pelea, en la cual enterraron a todos los que de una parte y
de otra murieron. El año mil quinientos ochenta y uno, los mestizos hijos de
aquellos españoles y de indias llevaron los huesos de sus padres al Cuzco, y
los enterraron en un hospital de la ciudad”.
Nos falta escuchar algunos pequeños
detalles de lo que cuenta el cronista Pedro Pizarro, quien, aunque participó en
la batalla de las Salinas, la resume en exceso. Confirma que Pizarro no tuvo
ninguna participación en ella, puesto que, viejo y cansado, volvió a Lima,
delegando su autoridad para la lucha en sus hermanos Hernando y Gonzalo
Pizarro: “Avanzando nosotros, Almagro permanecía en el Cuzco rehaciéndose, sin
poder saber por dónde llegaríamos, ya que Hernando Pizarro hacía intento de ir
por una parte e iba por otra, sin que tampoco nosotros lo supiésemos, y lo
hacía para que no le quebrasen un puente por el que quería pasar”. Su mayor
preocupación era que el puente no estuviera en malas condiciones, pues se
trataba de uno de los que los indios construían con técnica maravillosa, pero
sencilla. Pedro se deleita en describirlos, rematándolo con una frase
llamativa: “Desde el suelo del puente hasta unas varas más altas, ponían otras
de un lado y de otro, a modo de amparo, para que no cayesen al agua los que
pasaban ni viesen el agua de abajo. Teniendo hechos los puentes de tal manera y
tan fuertes que pasaban muy bien los caballos y la gente”.
(Imagen) El documento de la imagen aclara
muchas cosas sobre el cronista PEDRO PIZARRO. Veamos lo esencial. Le expone sus
méritos al Rey para que le conceda una merced a sus descendientes. Aún vivía en
1578. Manifiesta, entre otras cosas, lo siguiente: En todas las batallas estuvo
en el bando del Rey. Al matar Diego de
Almagro el Mozo a Don Francisco Pizarro, Pedro se unió a las tropas de Vaca de
Castro, Gobernador del Rey, y luchó en la batalla de Chupas, donde el Mozo
resultó derrotado y muerto (ejecutado). Cuando Gonzalo Pizarro apresó al virrey
Blasco Núñez Vela, él comprendió que se había rebelado contra el Rey, y lo
abandonó. Gonzalo lo tomó como una traición porque eran parientes y quiso
cortarle la cabeza, pero lo desterró. Después Pedro se unió al capitán Centeno
y fueron derrotados por Gonzalo en la batalla de Huarina. Finalmente, Pedro
luchó bajo las órdenes de Pedro de la Gasca en Jaquijaguana, y acabaron con
Gonzalo Pizarro (oculta que la Gasca desconfió de su lealtad). En un segundo
folio comenta que está pobre, muy viejo y con diez hijos (se casó dos veces).
Pide, como excepción, que su encomienda de indios pueda pasar también a una
segunda generación, la de sus nietos (no estaba permitido). Habla de que su
segundo hijo, Pedro, además de poder hacer valer sus propios méritos, está
casado con una hija de Martín Pizarro, uno de los primeros conquistadores de
Perú (lo que descarta algunas teorías sobre que Martín fuera un mestizo, hijo
de Pizarro). Le ruega al Rey que le conceda a su hijo Pedro una encomienda de
indios y que le dé algún cargo, porque tiene cualidades para el servicio de su
Majestad, y porque se estableció que así se hiciera con los hijos de los
conquistadores.
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