(363) Este ansioso y fracasado intento de
derrotar a Almagro y desposeerle del Cuzco va a provocar un cambio importante
en el ejército del cansado y envejecido Pizarro, fortaleciéndose con el impulso
guerrero de su hermano. Porque a este se le podían reprochar muchos defectos,
especialmente su prepotencia y pocos escrúpulos, pero no el de la cobardía:
“Hernando Pizarro, viendo que Almagro ya estaría en la ciudad del Cuzco, donde
debería terminar la guerra, le aconsejó a Pizarro que le confiase aquella
misión para ir en persona a recuperarla, y para que los jueces de la ciudad lo
reconociesen como Gobernador en nombre de Su Majestad, y para castigar a
Almagro si tratara de impedirlo”. El siguiente párrafo de Cieza muestra a
Pizarro sacando de su interior toda la rabia que tenía contenida contra quien
fuera durante tantos años su gran amigo y magnífico socio: “Como el odio que el
Gobernador tenía ya contra Almagro fue mucho y en tanta manera lo aborrecía, no
solamente deseaba lo que su hermano le aconsejaba, sino que decía que su
gobernación (la de Pizarro) llegaba
hasta el Estrecho de Magallanes, e que con la punta de la lanza había de
impedir que se lo arrebatase Almagro o cualquier otra persona que lo intentase
sin permiso del Rey”.
Después Pizarro habló con su gente de
confianza para formalizar lo que Hernando Pizarro quería: “Consultó con el
Capitán Alonso de Alvarado, Diego de Agüero, el padre García Díaz, fray Juan de
Olías, D. Pedro Portocarrero, Antonio Picado, su secretario, Peransúrez y otros
sobre que, por verse viejo, muy cansado e lleno de enfermedades, tenía
determinado nombrar a su hermano Hernando Pizarro Capitán General, para que, si
Almagro tuviese sujetos a los jueces de la ciudad del Cuzco, le compeliese a
salir de ella con la fuerza de las armas. Todos respondieron que, puesto que su
intento era servir al Rey, ellos lo aprobaban e le aconsejaban que, pues su
vejez era mucha e tan cansado estaba, se volviese a la Ciudad de los Reyes y
diese su poder a Hernando Pizarro y comisión para que fuese conquistando la
tierra y tuviese en su poder el Cuzco como antes. Y así se hizo”. Luego, como
era lógico dado que el enfrentamiento militar estaba en marcha, se rompió
también el compromiso con Almagro de que Hernando Pizarro, tras ser liberado,
partiera para España: “A Don Francisco Pizarro le pareció que era tiempo de ir
a entregar a Su Majestad el tesoro que había en estos reinos, y, por consejo de
Hernando Pizarro, acordó enviar a España aquel oro con Diego de Funmayor,
hermano del licenciado Funmayor, presidente de la Audiencia de la isla
Española”. Este presidente, cuando Pizarro le pidió refuerzos para sofocar la
rebelión de Manco Inca, le había ayudado con una tropa que llegó a Perú bajo el
mando del futuro conquistador de Chile, Pedro de Valdivia (al que acabamos de
ver al lado de Pizarro), quien, como ya sabemos, era un capitán muy fogueado en
peligrosas aventuras por la costa atlántica de Venezuela y Colombia, después de
haber estado en la guerras de Italia. Queda claro también que la ostentosa
exhibición que habían hecho Pizarro y su hermano Hernando (con promesas de por
medio) de que este partiría sin falta hacia España, fueron un teatral montaje.
El único objetivo sagrado era derrotar a Almagro, y, para ello, Hernando
Pizarro resultaba imprescindible.
(Imagen) También es casualidad… Busco
algún dato más en PARES sobre PEDRO DE PORTOCARRERO, de quien acabamos de ver
que fue el segundo marido de María Escobar, la viuda de Francisco de Chaves, y
lo encuentro mencionado en un documento de gran importancia histórica. Y, de
propina, también nos muestra a otro recientemente conocido: JUAN TELLO DE SOTOMAYOR.
La trascendencia del escrito (el de la imagen) radica en que nos certifica el
fin de todas las guerras civiles, en diciembre de 1554, con el apresamiento del
último gran rebelde: FRANCISCO HERNÁNDEZ DE GIRÓN. Resumo el texto: “Yo, el
escribano Juan de Padilla, doy fe de que en esta Ciudad de los Reyes, el día
cuatro de diciembre de 1554, el maestre de campo Don Pedro Portocarrero, con
mucha gente, y los capitanes Miguel de la Serna y Juan Tello de Sotomayor
traían preso a Francisco Hernández Girón, y el dicho maestre de campo me pidió
a mí que diera testimonio de cómo le traía preso, al cual le metieron luego en
la cárcel los capitanes Juan Tello y Miguel de la Serna con una cadena al pie,
y después dijeron que ellos habían salido del Cuzco con provisión de Su
Majestad de lo prender y castigar, y lo habían apresado en el valle de Jauja,
de donde lo traían, y lo entregaron al alguacil Lope Hernández, y el capitán
Gómez Arias, que estaba presente, dijo que los capitanes Juan Tello y Miguel de
la Serna se lo habían entregado, y yo di testimonio de todo ello. Y fueron
testigos de ello Juan de Argama, Hernando Pantoja, Diego García de Trujillo,
Álvaro de Santana y otra mucha gente”. Fue condenado y ejecutado casi de
inmediato. Después, su mujer y su madre se recluyeron en un convento de por
vida.
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