sábado, 16 de marzo de 2019

(Día 780) Almagro estaba enfermo, y hundido ante el inminente ataque. Aún quería la paz. Sólo Orgóñez conservaba su enorme bravura. Su tropa sale del Cuzco. Va a empezar la batalla de las Salinas.


     (370) Nos cuenta Cieza: “El Adelantado Almagro estaba muy enfermo, y sin condiciones para intervenir personalmente en la batalla. Lo mismo que el capitán Saavedra. Sabiendo que Hernando Pizarro había ya atravesado el río Apurima, todos recibieron muy gran turbación. Pero Orgóñez, no espantado por tales noticias, mandó a los capitanes que saliesen con sus banderas e se hiciese recuento de la gente que había. Almagro, muy debilitado e angustiado, se puso sentado en una silla a las puertas de su casa. Orgóñez, después de hacer el recuento, vino con gran denuedo hacia él con mucha alegría en su rostro, y le dijo que había cuatrocientos hombres, y que mirase lo que convenía hacer porque ya tenía al enemigo a la puerta. Almagro, con palabras tristes, le dijo (patéticamente): “¿No habría algún medio de paz si se requiriera a Hernando Pizarro que no llegase al enfrentamiento, ya que Su Majestad sería tan deservido por ello y habría muerte de muchos?”
     La respuesta de Orgóñez fue contundente: “Le dijo que, si los requerimientos pasados no habían aprovechado, no había necesidad de que se hiciese ninguno más, y, puesto que él había querido darle la vida a Hernando Pizarro, digno era de cualquier mal que le sucediese”. Se supo que los enemigos estaban ya a muy corta distancia: “Vino la noticia de que dormirían a dos leguas y media de la ciudad, y causó muy gran alboroto en ella, determinándose salir al campo para impedirle la entrada en el Cuzco. Viendo Almagro que no podía hallarse en persona en la batalla ayudando a los suyos, mandó al capitán Gabriel de Rojas que hiciese salir fuera de la ciudad a toda la gente. Salieron doscientos cuarenta de a caballo, y los demás de a pie, de los que unos cien no habían estado en el recuento y los habían hecho salir a la fuerza, lo cual aprovechó poco porque se quedaban escondidos entre los edificios. Y mandó asimismo el Adelantado Almagro a Paullo Inca que saliese con seis mil indios para que ayudasen a los soldados. Noguerol de Ulloa, por estar herido, se quedó en la ciudad”.
     Va a comenzar lo que ha pasado a la Historia como la batalla de las Salinas, a cuya zona se dirigen los que ahora se han preparado en el Cuzco: “Salieron al amanecer y llegaron cerca de las Salinas, desde donde enviaron corredores hacia la parte por la que sabían que venían los enemigos. Hernando Pizarro se había dado mucha prisa en andar, y, ya por la tarde de ese mismo día, se quedaron  a dormir en un cerro muy alto, tan cerca de los de Almagro, que los podían ver, y también los enemigos a ellos. Orgóñez daba grandes gritos haciendo creer a todos los que con él estaban que Hernando Pizarro no había de tener ánimo para enfrentarse con ellos. El Adelantado Almagro, que había llegado en unas andas, se esforzó en hablar, y animaba a sus capitanes para que luchasen fuertemente en la batalla, diciéndoles que, pues tenían  la justicia de su parte, procurasen lograr la victoria y hacer gran castigo en los enemigos”.

     (Imagen) Cuenta Cieza que los capitanes JUAN DE SAAVEDRA y FRANCISCO NOGUEROL DE ULLOA (ya he hablado de ellos anteriormente) no se encontraron en condiciones para poder luchar en la batalla de las Salinas. Tras la derrota, ninguno de los dos fue castigado por Pizarro. Enviados por Almagro, habían coincidido años atrás en el primer viaje que los españoles hicieron explorando las tierras de Chile. Saavedra dio entonces el nombre a lo que hoy es la ciudad de Valparaíso (así se llamaba su pequeño pueblo conquense). Noguerol fijó luego su residencia en Arequipa (Perú), vivió  inmerso en las guerras civiles, cambió repetidas veces de bando, y terminó incorporándose en las fuerzas realistas para luchar contra Gonzalo Pizarro, a quien, tras ser derrotado, lo ejecutaron. En un largo pleito, Noguerol tuvo que venir a España para defenderse. Su primera mujer, Beatriz Villasur, había denunciado que tenía en Perú una nueva esposa, Catalina de Vergara.  Lo condenaron a destierro por bigamia. En el documento de la imagen, vemos que el Rey le concedió la dispensa del tiempo que le quedaba por cumplir. De hecho, cuando Beatriz murió, pudo legalizar su  matrimonio con Catalina de Vergara. Acabó su vida en Medina del Campo, ya anciano, rico y bien casado. Había iniciado su brillante peripecia de conquistador con solo 16 años, cuando su importante padre, Mendo Noguerol, alcalde del castillo de Simancas, fue sañudamente asesinado por el temible obispo comunero don Antonio de  Acuña, a pesar de que Mendo lo tenía preso. Con el visto bueno del Rey, luego fue ejecutado el clérigo, y Carlos V, atenazado por los escrúpulos propios de la época, se abstuvo de comulgar hasta que el Papa le dio la autorización.




No hay comentarios:

Publicar un comentario