(366) El segundo despacho que apoderaba a
Aldana le autorizaba expresamente a apresar a Belalcázar, “e incluso le
advertía que le había de prenderlo reuniendo el cabildo en parte donde no
hubiese público con el que pudiese defenderse”. Y añade después el meticuloso Cieza
que ese despacho lo vio con sus propios ojos (bastantes años después).
Quedaba una tercera provisión para Aldana,
la más importante, la que le daba en representación de Pizarro un poder
absoluto, debiendo ejecutarla después de haber enviado a Belalcázar preso a Lima:
“Además de estas, llevaba Aldana otra provisión para sí, general y muy
suficiente para deshacer todo lo hecho y anular lo otorgado (por Belalcázar), y para que en todas las
ciudades le obedeciesen y lo tuviesen como si fuera la misma persona de Pizarro.
Tenía poder también para repartir las tierras entre las personas que le pareciese
que mejor le habían servido (a Pizarro).
Y ciertamente, el repartimiento que él hizo aún permanece. Tenía también poder
para enviar gente, con la persona que señalase, a poblar algunas provincias. Y
en virtud de este poder, le confió a Jorge Robledo ir como capitán a poblar las
provincias de Anserma”. Es buen momento para recordar que Jorge Robledo fue uno
de los capitanes más humanos y razonables, a cuyo servicio estuvo el propio
cronista Pedro de Cieza, y que años después, en un enfrentamiento por cuestión
de derechos territoriales, fue ejecutado cruelmente por Belalcázar. Cieza, que
apreciaba mucho a Robledo, le advirtió varias veces de que sus derechos eran
dudosos y de que corría grave riesgo de morir a manos de su irascible
competidor.
Con el párrafo siguiente, Cieza deja para
más tarde las aventuras de Aldana y Belalcázar en la provincia de Quito, y nos
sitúa de nuevo en el escenario del terrible conflicto entre Pizarro y Almagro:
“Dados estos poderes a Lorenzo de Aldana, sin que lo supiera nadie más que el Gobernador, el mismo Lorenzo de
Aldana, Antonio Picado y el bachiller García Díaz, y publicándose solamente que
Aldana iba como juez de comisión, partió Pizarro de Lima a Caxca, donde tenía
asentado su ejército. Dicho lo cual, volvamos a la materia principal, porque
contaré lo que hizo Pizarro y lo que le sucedió”.
Después de confiar Pizarro a su hermano
Hernando todo el mando en la lucha contra Almagro, pidió a sus capitanes que le
obedecieran: “Habiendo determinado Pizarro que su hermano fuese al Cuzco,
reunió a toda la gente que había en su real, capitanes y soldados, y les dijo
que bien sabían que, por ser él de tanta edad y tan agraviado de enfermedades,
no se sentía con fuerzas para seguir adelante y evitar que los de Almagro
quedasen sin castigo, e que le darían muy gran placer siguiendo a sus hermanos
(Hernando y Gonzalo). Le respondieron
todos que irían contentos con ellos”. Nombró nuevos mandos para la parte de la tropa
que volvería con él a Lima, y aparece por primera vez (ahora con el título de
Alférez General) alguien que hará historia más tarde siendo el primero que
descendió todo el curso del Amazonas, y que también era de Trujillo: el gran Francisco
de Orellana.
(Imagen) JORGE ROBLEDO, nacido en Úbeda
(Jaén), veterano de las guerras de
Italia, fue uno de los capitanes más brillantes y humanos de las Indias. El
documento de la imagen (del año 1548) nos cuenta una triste historia. Viene a decir
lo siguiente: “Doña María de Carvajal, mujer del Mariscal DON JORGE ROBLEDO, se
querella contra el Adelantado BELALCÁZAR diciendo que Vuestra Majestad ya sabe
que el Licenciado Miguel Díaz de Armendáriz, Juez de Vuestra Alteza en las
provincias de Cartagena, Santa Marta, Nuevo Reino de Granada, Popayán y Río de
San Juan, proveyó al dicho Mariscal para que gobernase las ciudades de Anserma,
Antioquia y Santa Ana, que el dicho Don Jorge Robledo había descubierto y
poblado. Estando gobernando las dichas ciudades, el dicho Adelantado Balalcázar
entró con mano armada, y, haciendo grandes alevosías, traiciones y tratos
dobles, ejecutó su mal propósito, y de esta manera prendió al dicho Mariscal Don
Jorge Robledo y le cortó la cabeza a él y a otros cuatro, personas principales
que estaban al servicio de Vuestra Alteza”. Curiosamente, quien ejecutó el castigo
(año 1546) fue el capitán Francisco Hernández Girón (el último rebelde), a
quien acabamos de ver morir (año 1554) en una imagen anterior. La queja de la viuda
de Robledo fue justa, pero oculta un dato: Armendáriz, aunque, de hecho, fue nombrado juez por el Rey, no había
recibido aún el documento oficial. Cieza, que veneraba a Robledo, le insistió
en que, conociendo a Belalcázar, era una imprudencia desafiarlo antes de que se
legitimara contundentemente el nombramiento del juez, paso previo necesario para
que, el que le hizo a él gobernador, tuviera una rigurosa competencia legal. Belalcázar,
con mala fe, se amparó en esta triquiñuela.
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