sábado, 23 de marzo de 2019

(Día 786) Versión de Don Alonso Enríquez de Guzmán sobre la batalla de las Salinas. Él iba como gran señor, pero tuvo graves percances. Hace una crítica implacable de Hernando Pizarro.


     (376) Fueron apresados todos los principales capitanes de Almagro (cuyos nombres ya nos son conocidos). Y también alguien que, como sabemos, siempre es protagonista de alguna anécdota curiosa: “Gómez de Tordoya, encontrando a D. Alonso Enríquez de Guzmán, lo trajo consigo, y, cuando llegaron donde estaban algunos de los de Pizarro, exclamó: ‘Es el señor D. Alonso; que ninguno le haga mal’ (pero lo decía irónicamente). Y al mismo tiempo volvía los ojos como quien indica: ‘Veis aquí a D. Alonso el mañoso (todos conocían que era de noble linaje y bastante pícaro); haced lo que quisieseis con él’. Hernando Pizarro mandó que lo tuviesen preso”.
     Para compensarle a D. Alonso, y porque, en medio de sus extravagancias, es un magnífico cronista que nos aportará con viveza datos nuevos, merecerá la pena volver atrás y transcribir su versión (resumida) de la batalla de las Salinas. (Digo, de paso,  que no había ningún lugar que tuviera ese nombre, sino unas simples salinas en cuya zona se produjo el enfrentamiento, convertido para siempre en la Batalla de las Salinas). D. Alonso temía ahora la ira de Hernando Pizarro por las muchas veces que él lo había insultado con sus durísimos juicios. Baste como botón de muestra lo que dice al empezar a contar la batalla: “Partió D. Francisco Pizarro hacia donde estaba D. Diego de Almagro con intención de prenderle y matarle, para así encubrir mejor sus excesos, y especialmente los de su hermano Hernando, que es el que guía la danza como hombre desahuciado de la divina clemencia y de las mercedes del emperador, por los grandes excesos que codiciosamente ha hecho en Perú, acordando comer de todo sin temer que le haga mal nada”. Cuando los de Almagro se retiraron hacia el Cuzco, peñas arriba y perseguidos por Hernando, sufrió Enríquez un percance del que se lamenta, al tiempo que nos revela que, en medio de la dureza de aquellas aventuras, él viajaba como gran señor amante del lujo: “De mí os digo que, yendo por aquellas poderosas sierras en un caballo que valía dos mil ducados, nos caímos, y fuímonos despeñando tanto como un tiro de ballesta. Se hizo pedazos el caballo, y yo, por el brazo izquierdo, que me lo quebré, desollándome la pierna de ese lado e hiriéndome la cabeza. Quedé tal que, aunque los que me hallaron me oyeron decir Credo in Deum, me llevaron en una hamaca a cuestas de los indios a un lugar llamado Atodos. Cuando llegué, no sabía qué había sucedido. Yo os aseguro que, si hubiera de tornar a pasar lo que he pasado, ni por ser rey lo quisiera. Además perdí a una negra (la mataron) y mi cama, aunque, gracias a Dios, no me faltó porque el gobernador Almagro me dio la mitad de la suya. También se me perdió mi vajilla de plata y ropa de vestir (luego dirá que la cama y todo lo demás se lo robaron; se supone que los pizarristas). Llevaba ya dos años contra mi voluntad en aquellas partes, cercado de indios (en el Cuzco), y luego permanecí lo que Dios quiso, por culpa de los cristianos, las guerras y los intereses de los dos gobernadores. Quedé malsano, sin parecerme que tenga brazo izquierdo, porque fue curado con falta de medicinas, solamente con vendas mojadas de orines y entablillado con unas cañas”.

     (Imagen) El texto de la imagen es una parte de la carta que preparó Juan Gómez de Malaguer a petición del Rey (poco después de ser ejecutado Almagro), para que se la llevara DON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN, con explicaciones de por qué el poderoso Manco Inca se había rebelado contra los españoles. Cuenta Malaguer que Enríquez y él, mandados por Almagro, habían hablado con Manco Inca para apaciguarlo, y les dijo que se rebeló por el mal trato que le dieron los hombres de Hernando Pizarro cuando lo tuvieron preso, y porque, no habiéndole devuelto su autoridad sobre el pueblo indígena, querían establecer como cacique títere a su hermano Paullo. En muchos textos históricos se habla de este abuso sobre Manco Inca, con trato vejatorio incluido, porque “le mearon”. Cierto o no, lo que resulta seguro es que el rumor (que luego se encargó de extender Diego de Almagro el Mozo) tuvo su origen en esta carta enviada al Rey. Estando de por medio Don Alonso Enríquez, crítico furibundo de Hernando Pizarro, cabe cierta desconfianza en los detalles del escrito y en la lista de maltratadores que se mencionan. Pero vamos allá con el texto de este pasaje. Manco Inca creía que era Carlos V quien ordenaba estos comportamientos. Y les dijo, quejándose, a Malaguer y a Don Alonso: “¿Cómo el gran Apo (emperador) de Castilla manda que me tomen a mis mujeres, me tengan preso con una cadena al pescuezo, y me meen y castiguen en la cara? Gonzalo Pizarro me tomó a mi mujer y Diego Maldonado me amenazaba y me pedía oro”. Sigue escribiendo Malaguer. “También se quejaba de Pedro del Barco y de Gómez de Mazuelas; y, los que le mearon estando preso, dijo que eran Alonso de Toro, Setiel, Alonso de Mesa, Pedro Pizarro (el cronista) y Solares. También dijo que le quemaron las cejas con una vela encendida”. Demasiado duro para el orgullo de un emperador inca.



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