(358) Necesitaban
provisiones las dos tropas, así que volvieron a salir, pero ahora con mayor
número de soldados, y siendo conscientes de que estaban envueltos en los
inicios de una guerra civil tácita: “Rodrigo Orgóñez salió con setenta de a
caballo y treinta de a pie, y, por la parte contraria, Gonzalo Pizarro y Diego
de Rojas con cien hombres de a caballo”. Orgóñez se enteró de que se le
acercaban los de Pizarro, y creyendo que
eran superiores en número, dio la vuelta para evitar el enfrentamiento,
quedando en manos de los contrarios todas las provisiones que habían obtenido.
Tras estas dos escaramuzas iniciales, se
dio un pasito más en el proceso de destrucción de la paz: “Hernando Pizarro y
Alonso de Alvarado dijeron al Gobernador Pizarro que sería una cosa sensata
enviar algunos hombres ligeros que estuviesen en emboscada, y, si viesen
corredores, los prendiesen para saber lo que Almagro intentaba hacer. Pizarro
mandó hasta veinte soldados de a pie con orden de que se pusiesen a cubierto en
una sierra, porque Francisco de Chaves (capitán
de Almagro) enviaba todos los días hombres para que mirasen si por ventura
los de Pizarro venían hacía ellos. Había mandado Francisco de Chaves a dos de a
caballo y cuatro de a pie para vigilar, y, mientras iban caminando muy sin
sospecha, los de Pizarro estaban encubiertos por la espesura de los árboles, e
uno de ellos, que se llamaba Lope Martín, subido en un algarrobo, les vio
venir, y avisó sus compañeros, los
cuales dejaron que llegaran hasta ellos, y en el momento oportuno,
arremetieron, e, como el camino era áspero, los de Almagro no pudieron
defenderse de sus manos, ni pudieron evitar ser apresados. Los de a pie venían
por fuera del camino, y se arrojaron al río, ahogándose uno de ellos”.
La mecha encendida seguía avanzando
fatídicamente hacia el polvorín, y no
tardando mucho lo haría explotar. Le llevaron a Pizarro a los dos presos y dio
orden de que los retuvieran vigilados en Lima. Los que habían escapado le
pusieron al corriente a Almagro de lo ocurrido. Consultó con sus capitanes y
decidieron informarle al Rey de la crítica situación por la que estaban
pasando. Pero sería imposible enviarle el informe si Pizarro no lo permitía. Y,
una vez más, intentaron una gestión condenada al fracaso de antemano: “Señalaron
para ir a España al contador Juan de Guzmán, e, para que Pizarro no lo
detuviese, le dieron una provisión firmada por la Emperatriz en la que mandaba
que, si alguno quisiese informarla de cosas relativas a su servicio, lo pudiese
hacer, so graves penas que pondría a quien lo quisiese evitar. Además la
provisión también mandaba que los oficiales de la Real Hacienda, como lo era
Juan de Guzmán, pudiesen ir siempre a dar esto avisos. Para que pudiese dar
testimonio de lo que Pizarro respondiese, Almagro mandó que fuese con él el
licenciado Castro, clérigo y notario apostólico”.
Al tener noticia Pizarro de que los dos
enviados se acercaban, salió a recibirles con mala cara: “Le dijo a Juan de
Guzmán con alguna ira que a qué venían, y le respondió que a requerirle, con
una provisión de la Emperatriz, que los dejase ir a España a avisar a Su
Majestad de cosas que a su servicio convenían”.
(Imagen) Puesto que, al hablar de Alonso
Riquelme, se mencionaba en la imagen
anterior a su yerno JUAN TELLO DE SOTOMAYOR, un capitán de gran relieve, no
estará de más ver una carta (la de la
imagen) que este le dirigió al
Rey suplicándole una ayuda. Tenía que ser ya muy mayor porque la envió en 1573.
Habla de sus méritos (que resumo): Llegó a Perú en el tiempo en que se había
rebelado contra el Rey Gonzalo Pizarro, quien le pidió que se uniera a él. Por
no querer hacerlo, se vio muchas veces acosado por sus capitanes y en peligro
de muerte, hasta que escapó dejando caer su hacienda en manos de Gonzalo, y se
fue huyendo hasta Lima. Al tener noticia de que el presidente La Gasca había
desembarcado, fue a ofrecerse al servicio de Su Majestad, y, haciendo señalados
servicios, se halló en la batalla de Jaquijaguana, donde Gonzalo Pizarro fue
derrotado y ejecutado. Se queja de que el presidente La Gasca debería haberle
dado muchos repartimientos de indios que tenía su suegro Alonso Riquelme (concedidos
por los grandes servicios que hizo en la conquista de aquellos reinos), ya que estuvo
casado con su única hija y heredera, pero solamente le encomendó unos pocos
indios. Sin embargo, no menciona que, al fallecer su mujer, alegó ser heredero
suyo Francisco de Plasencia, como vimos, dejando al margen extrañamente a su
marido. Juan Tello siguió sirviendo al Rey como capitán cuando se rebeló Don
Sebastián (así era conocido), y más tarde luchó contra el último amotinado, el
notable Francisco Hernández Girón, poniendo él siempre hombres y armas a su
costa. Tras la relación de méritos, le pide al Rey una merced, indicando que
todo se lo dejará en herencia a un nieto
suyo.
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