sábado, 2 de marzo de 2019

(Día 768) Nuevo incidente. Los de Pizarro apresan a dos jinetes almagristas. Almagro decide enviar mensajeros a España para informarle al Rey de lo que ocurre. Pero necesita que Pizarro les permita embarcarse.


     (358) Necesitaban provisiones las dos tropas, así que volvieron a salir, pero ahora con mayor número de soldados, y siendo conscientes de que estaban envueltos en los inicios de una guerra civil tácita: “Rodrigo Orgóñez salió con setenta de a caballo y treinta de a pie, y, por la parte contraria, Gonzalo Pizarro y Diego de Rojas con cien hombres de a caballo”. Orgóñez se enteró de que se le acercaban  los de Pizarro, y creyendo que eran superiores en número, dio la vuelta para evitar el enfrentamiento, quedando en manos de los contrarios todas las provisiones que habían obtenido.
     Tras estas dos escaramuzas iniciales, se dio un pasito más en el proceso de destrucción de la paz: “Hernando Pizarro y Alonso de Alvarado dijeron al Gobernador Pizarro que sería una cosa sensata enviar algunos hombres ligeros que estuviesen en emboscada, y, si viesen corredores, los prendiesen para saber lo que Almagro intentaba hacer. Pizarro mandó hasta veinte soldados de a pie con orden de que se pusiesen a cubierto en una sierra, porque Francisco de Chaves (capitán de Almagro) enviaba todos los días hombres para que mirasen si por ventura los de Pizarro venían hacía ellos. Había mandado Francisco de Chaves a dos de a caballo y cuatro de a pie para vigilar, y, mientras iban caminando muy sin sospecha, los de Pizarro estaban encubiertos por la espesura de los árboles, e uno de ellos, que se llamaba Lope Martín, subido en un algarrobo, les vio venir, y avisó  sus compañeros, los cuales dejaron que llegaran hasta ellos, y en el momento oportuno, arremetieron, e, como el camino era áspero, los de Almagro no pudieron defenderse de sus manos, ni pudieron evitar ser apresados. Los de a pie venían por fuera del camino, y se arrojaron al río, ahogándose uno de ellos”.
     La mecha encendida seguía avanzando fatídicamente  hacia el polvorín, y no tardando mucho lo haría explotar. Le llevaron a Pizarro a los dos presos y dio orden de que los retuvieran vigilados en Lima. Los que habían escapado le pusieron al corriente a Almagro de lo ocurrido. Consultó con sus capitanes y decidieron informarle al Rey de la crítica situación por la que estaban pasando. Pero sería imposible enviarle el informe si Pizarro no lo permitía. Y, una vez más, intentaron una gestión condenada al fracaso de antemano: “Señalaron para ir a España al contador Juan de Guzmán, e, para que Pizarro no lo detuviese, le dieron una provisión firmada por la Emperatriz en la que mandaba que, si alguno quisiese informarla de cosas relativas a su servicio, lo pudiese hacer, so graves penas que pondría a quien lo quisiese evitar. Además la provisión también mandaba que los oficiales de la Real Hacienda, como lo era Juan de Guzmán, pudiesen ir siempre a dar esto avisos. Para que pudiese dar testimonio de lo que Pizarro respondiese, Almagro mandó que fuese con él el licenciado Castro, clérigo y notario apostólico”.
     Al tener noticia Pizarro de que los dos enviados se acercaban, salió a recibirles con mala cara: “Le dijo a Juan de Guzmán con alguna ira que a qué venían, y le respondió que a requerirle, con una provisión de la Emperatriz, que los dejase ir a España a avisar a Su Majestad de cosas que a su servicio convenían”.

     (Imagen) Puesto que, al hablar de Alonso Riquelme, se mencionaba en  la imagen anterior a su yerno JUAN TELLO DE SOTOMAYOR, un capitán de gran relieve, no estará de más ver una carta (la de la imagen) que este le dirigió al Rey suplicándole una ayuda. Tenía que ser ya muy mayor porque la envió en 1573. Habla de sus méritos (que resumo): Llegó a Perú en el tiempo en que se había rebelado contra el Rey Gonzalo Pizarro, quien le pidió que se uniera a él. Por no querer hacerlo, se vio muchas veces acosado por sus capitanes y en peligro de muerte, hasta que escapó dejando caer su hacienda en manos de Gonzalo, y se fue huyendo hasta Lima. Al tener noticia de que el presidente La Gasca había desembarcado, fue a ofrecerse al servicio de Su Majestad, y, haciendo señalados servicios, se halló en la batalla de Jaquijaguana, donde Gonzalo Pizarro fue derrotado y ejecutado. Se queja de que el presidente La Gasca debería haberle dado muchos repartimientos de indios que tenía su suegro Alonso Riquelme (concedidos por los grandes servicios que hizo en la conquista de aquellos reinos), ya que estuvo casado con su única hija y heredera, pero solamente le encomendó unos pocos indios. Sin embargo, no menciona que, al fallecer su mujer, alegó ser heredero suyo Francisco de Plasencia, como vimos, dejando al margen extrañamente a su marido. Juan Tello siguió sirviendo al Rey como capitán cuando se rebeló Don Sebastián (así era conocido), y más tarde luchó contra el último amotinado, el notable Francisco Hernández Girón, poniendo él siempre hombres y armas a su costa. Tras la relación de méritos, le pide al Rey una merced, indicando que todo se lo dejará en herencia a un  nieto suyo.



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