(360) Surge entonces con mucho
protagonismo en el bando de Pizarro el gran Pedro de Valdivia, futuro
conquistador de Chile, a quien lo nombra Maestre de Campo de su ejército, y
quien, en palabras de Cieza, “era muy entendido en la malicia de la guerra”.
Nos cuenta también una anécdota sobre un pequeño traidor: “Un soldado llamado
Encinas, por codicia de tener dineros, se aventuró a un muy gran trabajo y fea
hazaña, quien, yendo al campo de Almagro, le dio cuenta de que Juan de Guzmán y
Diego Núñez de Mercado estaban presos, y de que los de Pizarro iban a tratar de
desbaratarle. Almagro mandó darle dos mil pesos de oro, y Rodrigo Orgóñez proveyó de
más gente los altos de Guaitara. Los del Gobernador Pizarro llegaron hasta el
principio de la sierra. Se acordó que quedase allá el Gobernador con doscientos hombres (lo que indica que Pizarro estaba envejecido), que todos los demás siguiesen a los capitanes
Hernando Pizarro y Alonso de Alvarado, yendo por delante los dos que habían ido
a ver la disposición de la sierra. Había dos caminos para subir a lo alto de
Guaitara. Se decidió que por uno de ellos fueran con sus hombres, y guiados por
Fabián González, Hernando Pizarro,
Alonso de Alvarado, Diego de Rojas, Pedro de Vergara, Peransúrez y Gonzalo
Pizarro, dejando en los llanos los caballos porque no podían hacer con ellos
cosa ninguna. Por el otro camino fueron el Maestre de Campo Valdivia, el
capitán Castro, Diego de Urbina, Ruy López, Orihuela y otros muchos, llevando
por guía a Lope Martín”.
Con la típica determinación de aquellos
conquistadores, subieron la penosa sierra dispuestos a todo, aunque ahora los
enemigos no eran los indios, sino otros veteranos conquistadores, antiguos
compañeros suyos y con su mismo empuje: “Por ser la subida muy larga y
dificultosa, hubo algunos capitanes que, de cansados, no pudieron llegar hasta
lo alto, pero, aunque el camino estaba cortado, los que iban con Valdivia y
Castro alcanzaron la cumbre de la gran sierra. Los de Almagro tenían centinelas
y gran cantidad de piedras juntas para arrojarlas si viesen al enemigo. Pero
como los pocos de Pizarro que subieron comenzaron a decir a grandes voces
‘Pizarro, Pizarro’, los que vigilaban, creyendo que les llegaba toda la
potencia de Pizarro, salieron huyendo. También Francisco de Chaves y Salinas
habían desamparado sus puestos, y lo mismo habían hecho Paullo Inca y sus
indios. Como los de Almagro se iban retirando desacordados y con gran temor,
dejaban muchos caballos y armas para ir más ligeros. Los de Pizarro, viendo que
huían, los iban siguiendo, y prendieron a cinco de ellos”.
Nada le podía haber afectado más al bravo
Orgóñez que aquella desbandada: “Francisco de Chaves llegó adonde estaba
Orgóñez, que iba a ver con cien de a caballo lo que había en lo alto, y, cuando
supo que había sido tomado por los de Pizarro, le pesó en gran manera, e
pelábase las barbas con gran rabia, diciendo muchas palabras feas contra
Francisco de Chaves, y se acusaba a sí mismo de haber perdido aquel paso por
fiarse de un hombre temeroso y sin confianza, pues, si fuera experto en la
guerra, habría sido imposible que los de Pizarro lo tomaran tan fácilmente”.
(Imagen) Sale a escena la figura del
extremeño PEDRO DE VALDIVIA (nacido en 1497), a quien ya le he dedicado varios
espacios. Después se convertirá en Chile en otro de los más grandes, como
Cortés en México, Pizarro en Perú y Gonzalo Jiménez de Quesada en Colombia, de
los cuales, él y Pizarro murieron trágicamente. Ahora le vemos al servicio de
Pizarro, quien le recompensó confiándole la durísima campaña de Chile, de donde
regresó temporalmente (muerto ya Pizarro) para ayudarle al gran Pedro de la
Gasca en su lucha contra la rebelión de Gonzalo Pizarro. Siguió luego
triunfando en Chile, y el año 1553 lo mataron los araucanos de forma horrenda.
Pero es posible que su grandeza no estuviera reñida con la miseria moral. Una
viuda desesperada (y sus hijas) denunció a Valdivia por haber participado en el
asesinato de su marido. No parece que fuera un montaje, porque la demanda la
hizo desde Granada y con testigos. En el documento de la imagen el Príncipe
Felipe (el futuro Felipe II) manda que se los escuche. Según la reclamación, hacia
1548, cuando Juan Pinel, el marido de la viuda, María de León, se disponía a
volver a España desde Valparaíso, Pedro
de Valdivia y otros cómplices lo maltrataron y le quitaron el oro que tenía en
el barco de partida. Pinel se lo reclamó después, y, esta vez, lo mataron a
garrote vil. Sabiendo la viuda que hubo testigos de los hechos, pidió que
declararan. Es probable que no hubiera condena, y por dos razones: porque
Valdivia ya había muerto y porque, siendo el Gobernador de Chile, no se puede
descartar que el robo fuera en realidad una requisa por haber cometido Juan
Pinel algún delito previo.
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