(377) Luego Enríquez, siempre alabando a
Almagro, dice que evitó la lucha “por servicio a Dios y al Rey, y por la
pujanza de gente de los contrarios, que era el doble de la que él tenía”. Ya
dijo Cieza que Almagro había enviado a Diego de Alvarado al Cuzco, pero Enríquez
explica que luego le mandó a alguien con una orden: “Para que trajese consigo
doscientos vecinos de la ciudad, que, juntados con los cuatrocientos que
Almagro tenía, le permitieran revolverse
contra sus contrarios”. Vuelve a hablar de sí mismo, y deja claro que Almagro
era analfabeto: “Me envió a mí al Cuzco como teniente de capitán general, y,
por la caída y quiebra de mi brazo y de mi salud, me dio dos mil castellanos,
más los cinco mil que me había prometido. No teniendo oro entonces, mandó darme
una cédula, y como no sabía escribir ni firmar, lo hicieron por él su mayordomo
y su contador, Juan de Rada (uno de los
que, tres años después, asesinaron a Pizarro) y Juan Balza. Fue en pago por
la negra que me mataron pocos días antes, que me había costado seiscientos
castellanos, y por la ropa de vestir, cama de dormir y vajilla de plata que me
robaron”. Su comentario sobre la negra evidencia que los esclavos eran tratados
casi como simples objetos.
Como ya sabemos por Cieza, los hombres de
Almagro salieron del Cuzco para enfrentarse a sus enemigos en la zona de las
Salinas. Y Enríquez lo confirma: “El dicho Don Diego de Almagro había acordado
salir de la ciudad y encararse con
Hernando Pizarro para que se le amansase su ira y justificar más su causa. Y
así fue que el dicho Hernando Pizarro llegó con ochocientos de a caballo,
ciento treinta arcabuceros y cien ballesteros, las cuales armas, además de
nuestros pecados, fueron las que nos vencieron. Almagro, el viernes de Lázaro
del año 1538 (coincide con los datos de
Cieza) salió a dormir a media legua de la ciudad con seiscientos hombres, de
los cuales trescientos eran de a caballo (la
inferioridad era notable), siendo su lugarteniente Rodrigo Orgóñez”. Y lo
va a elogiar sin medida: “Al cual no os quiero alabar porque sería nunca acabar
hablar de su gentileza, esfuerzo y riqueza; del cual esfuerzo había dado señal
en Italia en una batalla en la que venció como valentísimo hombre”. Hace referencia,
como ya vimos hace tiempo, a que Orgóñez, con unos pocos compañeros, apresó en
Pavía al rey Francisco I de Francia. Todo indica que su prestigio en Indias
estaba al más alto nivel.
También habla Enríquez de su propio miedo y
de la desastrosa situación física y moral en que se encontraba Almagro: “Quedé
como guardián de la ciudad, con temor de que, al salir tanta gente de armas de
ella, se metería en el Cuzco alguna gente de los contrarios. Al otro día, por
la mañana, sábado (de Lázaro), se dio
la batalla, que fue la más cruda que entre cristianos ha habido con tan poca
gente. Como D. Diego de Almagro iba tan doliente de una gran enfermedad, que
creíamos que saldría de esta presente vida, encomendó la gente a su
lugarteniente (Orgóñez), y él iba
tras ellos a un tiro de ballesta con algunos frailes y clérigos (nunca prescindían de la ayuda espiritual)”.
(Imagen) En la imagen anterior, hemos visto un dato
miserable de ALONSO DE TORO. Fue uno de los que, al parecer, ‘mearon encima’ a
Manco Inca, algo que correspondería con su fama de hombre de mal carácter. Pero
su biografía tuvo mucho relieve en la epopeya de Perú y en las futuras guerras
civiles, hasta el punto de llegar a ser Maestre de Campo del rebelde Gonzalo
Pizarro, quien lo nombró Teniente de Gobernador suyo en el Cuzco, es decir, la
máxima autoridad de todo su entorno. Veremos en su día que le costó mucho
digerir después que fuera sustituido en su puesto militar por el brutal (mucho más
que él), pero eficaz, Francisco de Carvajal (el ‘Demonio de los Andes). Se hizo
pronto rico porque participó como soldado de a pie en el apresamiento de
Atahualpa y en el reparto del botín. Alonso era de Trujillo, lo que dio paso a
que se convirtiera en criado de Francisco y Hernando Pizarro. Eso también nos
revela que llegó muy joven a Perú. A pesar de haberse unido a la rebelión de
Gonzalo Pizarro, no recibió ningún castigo. Pero murió en 1548, poco después
que Gonzalo, y de triste manera: abofeteó a su suegra, y su suegro, Diego
González, lo mató. Dicen que casi todos en el Cuzco se alegraron, y, de hecho,
su suegro no fue castigado, aunque sí le dieron un toque de atención en otro
asunto: el Fiscal del Consejo de Indias pidió que le quitaran el oro y la plata
que tomó a un fraile dominico. Es probable que quien se lo apropiara fuera
Alonso de Toro, y, una vez muerto, su
suegro se quedara con todo. De seguir viviendo Alonso de Toro, también
se habría visto metido en problemas, ya que el año 1549 el Rey ordenó que se
investigara su complicidad con el rebelde (y ejecutado) Gonzalo Pizarro.
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