miércoles, 20 de marzo de 2019

(Día 783) Comienza el ataque. La tropa de Almagro está desmoralizada. Van muriendo algunos. Orgóñez mata a un pizarrista que ya cantaba victoria. Luego él tiene que rendirse y le cortan traidoramente la cabeza. Derrota total de los almagristas.


     (373) Se acabaron ya las eternas y desesperadas negociaciones. Convencidos o no de tener la razón de su parte (aunque todos sabían que iban a zanjar a las bravas lo que solo al Rey correspondía decidir), dieron comienzo a la carnicería: “El capitán Salinas (almagrista), acertándole una pelota de arcabuz, cayó muerto, y Marticote, soldado valiente, se puso en su lugar con mucho ánimo, y, haciendo gran ruido, comenzaron a herirse mortalmente los unos a los otros. El alférez general de Almagro, llamado Francisco Hurtado, se pasó con el estandarte a los contrarios”. Todo indica que, ya desde el comienzo, flaqueó la moral entre la tropa del Adelantado: “Muchos de los de Almagro, sin ponerse a prueba en la batalla, volviendo las riendas a sus caballos, se fueron huyendo, e otros de los de a pie se escondían entre algunas paredes arruinadas que allí había. La arcabucería de Pizarro hacía gran daño. Los capitanes ya se habían enfrentado unos a otros, y algunos habían caído muertos o heridos”.
     Había alguien, ahora almagrista, que tenía, por viejas cuestiones, un odio furibundo necesitado de venganza: “El capitán Pedro de Lerma, mirando a Hernando Pizarro, arremetió contra él a grandes voces, llamándole traidor, e tan grande encuentro le dio, que hizo que su caballo se arrodillara, y si no llevara tan buenas armas (defensa corporal), lo habría matado. Como los de Almagro andaban desordenados por culpa de los que se huyeron, los de Pizarro se mostraban ya como señores  del campo, e uno de ellos comenzó a decir a grandes voces: ‘¡Victoria, victoria por Pizarro!’. Orgóñez le oyó mientras peleaba, y arremetió contra él diciéndole: ‘No lo verás tú, villano’. Tras lo cual, le metió la espada por la boca, y cayó muerto en tierra. El capitán Eugenio Moscoso fue herido mortalmente y cayó en el suelo”.
     Los almagristas, que habían logrado quitarle el Cuzco a  Pizarro, y triunfado después en la batalla de Abancay, estaban ahora en situación desesperada. Veremos la desgracia de quienes fueron grandes capitanes siempre victoriosos en la conquista de Perú, luchando una vez más (qué desastroso error) españoles contra españoles: “Pedro de Lerma, después de haber luchado como buen capitán, cayó herido en una parte del campo, y también lo fue el capitán Vasco de Guevara, e otros muchos. Los de Almagro ya no tenían orden, e los que podían huir no lo hacían por vergüenza. Rodrigo Orgóñez, viendo su perdición, quiso hacer entrar en la batalla a algunos de los suyos que veía que huían, y le hirieron de un arcabuzazo, recibiendo su caballo tantas heridas que cayó muerto. Se movió con denuedo sin mostrar mengua e arremetió contra los enemigos. Viéndolo de aquella suerte, le cercaron seis de ellos, e dijo a grandes voces: ‘¿No hay entre vosotros algún caballero a quien yo me entregue?”.
     Su intención era rendirse ante alguien de su dignidad militar, y, según las costumbres de la guerra, tenía derecho a que respetaran su vida. Pero entonces ya quedaba poco juego limpio y noble: “Le respondió un criado de Hernando Pizarro llamado Fuentes: ‘Sí, entregaos a mí’. Luego le tomaron entre todos, y el Fuentes, con gran crueldad, le cortó la cabeza. Y así fue el fin de Rodrigo  Orgóñez y de su orgullo. Muerto él, los de Hernando Pizarro alcanzaron enteramente la victoria”. HONOR Y GLORIA A ORGÓÑEZ.

     (Imagen) La batalla de las Salinas terminó con la derrota de Almagro, marcando el fin de sus aspiraciones y, tras ser procesado tendenciosamente, también el de su vida. No hubo muchas bajas en combate. Lo malo vino después, cuando el espíritu de venganza provocó la muerte de más de cien almagristas. Ese mezquino revanchismo se había cebado ya en el fantástico capitán RODRIGO ORGÓÑEZ cuando se rindió. No lo hicieron preso (como correspondía al honor militar), sino que le cortó le cabeza un criado de Hernando Pizarro. Todo indica que se trataba de FRANCISCO DE FUENTES, quien había llegado a las Indias  en 1520, con solo unos 15 años y cierto lustre familiar, puesto que tiempo después figuraba como criado  del soberbio Hernando Pizarro (quien, como vimos, sufrió una demanda de una viuda porque otro criado suyo había matado a su marido de un arcabuzazo). Francisco de Fuentes participó en acontecimientos  extraordinarios, como el apresamiento de Atahualpa,  mostrándose contrario a que ejecutaran al gran emperador inca, con una piedad que se desvaneció después al estallar las guerras civiles, en las que resultaba asfixiante el odio de unos contra otros. Triunfador y rico, se casó con una de las  hijas de un gran hombre que nos resulta muy conocido, GASPAR DE ESPINOSA, suegro asimismo de ANTONIO PICADO, el poderoso secretario de Pizarro que murió junto a él en la misma conspiración. Es seguro que, cuando Gonzalo Pizarro se levantó contra la Corona, Francisco de Fuentes luchó como pizarrista, ya que, asesinado el Virrey Blasco Núñez de Vela, su viuda, Doña Brionda de Acuña lo incluyó en la lista de los demandados por ella. Pero, sin duda, dio un giro en sus fidelidades porque siguió vivo hasta el año 1560.



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