(364) Las informaciones sobre los
movimiento del enemigo llegaban a ambos bandos: “Presos Tomás Vázquez y Antonio
de Orihuela, Rodrigo Orgóñez supo por ellos cómo el Gobernador Pizarro, con
toda su gente, bajaba a los llanos para, desde Nasca, subir a los Lucanes y
volverse al Cuzco. Orgóñez fue a comunicárselo al Adelantado Almagro, que
estaba muy agravado de la enfermedad que tenía; cuando tuvo las noticias,
decidió con sus capitanes ir a Vilcas para conseguir provisiones. Por entonces
ya había llegado Diego de Alvarado al Cuzco, le hizo saber a Gabriel de Rojas
que Pizarro venía contra ellos, y le dijo que se aparejasen con sus armas y
caballos para defenderse de la ira de Hernando Pizarro y para ayudar al
Adelantado D. Diego de Almagro”.
Es habitual en Cieza suspender la
narración de lo que ocurre en un sitio para trasladarse a otro, por estar, al
mismo tiempo, sucediendo allá hechos muy importantes. Temía que esto le
incomodara al lector, y solía disculparse, pero haciéndole ver que era
necesario para tener una visión de conjunto. Abandona de momento la zona del
Cuzco y nos lleva bien lejos: “Dejado esto, hablaré de las órdenes que el
Gobernador Pizarro dio para las provincias de Quito, porque fue en ese tiempo,
e luego daré fin a lo que he escrito sobre la guerra de las Salinas”. En este
caso concreto, tanto lo contado como lo que nos va a mostrar, aunque se iba
produciendo a más de mil kilómetros de distancia, estaba entremezclado en un
mismo escenario: el alma atormentada del anciano Francisco Pizarro. Nos
traslada, pues, ahora a Quito, donde Belalcázar, seguro de ser entonces una
luminosa estrella ascendente, daba muestras de
querer independizarse de la galaxia Pizarro: “Aunque las cosas estaban
tan enconadas en las provincias de acá arriba, no por eso Pizarro dejaba de
tener pena al saber que Belalcázar quizá quisiese gobernar las provincias
equinocciales (ecuatoriales, incluida
parte de la Colombia actual), e que aspirase a que Su Majestad le hiciese
gobernador de aquella parte que él (Pizarro)
le había mandado conquistar”.
A pesar de la distancia, Pizarro ya tenía
datos para desconfiar de la lealtad del gran Belalcázar: “Viendo el Gobernador
Pizarro cuán mal le miraba Belalcázar, pues no solamente no acudía a su llamada
(le había mandao aviso de que le ayudara
para luchar contra la rebelión de Manco Inca), sino que pretendía el
gobierno de la provincia de Quito, si las alteraciones que él (Pizarro) tenía con el Adelantado Almagro
hubieran cesado, habría ido personalmente a Quito, y con todas sus fuerzas
procuraría tener en sus manos al capitán Belalcázar”. No solo le preocupaba a
Pizarro la posible rebelión de Belalcázar, sino también el hecho cierto de “la
disminución de indios que había habido en las ciudades de Popayán y Cali (actual Colombia)”. Probablemente se debía
a la dureza de Belalcázar en sus conquistas. El plan de Pizarro era el
siguiente: “Teniendo deseo de que Su Majestad le hiciese merced de que las
provincias de Quito y las de su comarca fuesen gobernadas por su hermano
Gonzalo Pizarro, puso sus ojos en Lorenzo de Adana, diciéndole que le quería
confiar el negocio de más importancia que en todo el reino había”.
(Imagen) Tirando del hilo de la imagen
anterior, salen datos muy interesantes sobre distintos acontecimientos de Perú.
La nueva imagen corresponde a otro expediente de méritos y servicios. Lo
presenta en 1561 Francisco de Valverde, y empieza contando los de su padre,
llamado igual que él. Dice que su mayor mérito fue luchar contra Francisco
Hernández Girón (como acabamos de ver, el último rebelde) bajo la bandera del
capitán Miguel de la Serna. Luego confirma todo lo que detallaba la imagen
anterior. Lo vencieron en la última de las batallas, la de Pucará, y lo
persiguieron después hasta el valle de Jauja, donde lo apresaron. Habla de los
gastos económicos su padre, que, además, murió después al servicio del Rey, y,
para hacer más fuerza en su petición de una merced, añade los méritos que tuvo un
hermano de su padre. Resulta que se trataba, ni más ni menos que de Fray
Vicente de Valverde, el que provocó la ira de Atahualpa cuando le puso un libro
eclesiástico en la mano. Ya nos contó Diego de Urbina cómo murió el reverendo,
pero su sobrino añade un dato macabro: “Fue el primer obispo que pasó al Perú
en compañía de Don Francisco Pizarro, y el primero que comenzó a predicar
nuestra santa fe católica, al cual mataron los indios con otros dos primos
suyos (del obispo; mataron a más de
treinta hombres), a los cuales, los indios los comieron asados”. De Miguel
de la Serna, quien, como sabemos, fue el capitán que acabó con el último
rebelde, habrá que decir que también tuvo su época de amotinado, puesto que
había luchado junto a Gonzalo Pizarro contra el virrey Blasco Núñez Vela. Vaivenes
muy propios de aquellas peligrosas guerras civiles, en las que cada uno era,
sobre todo, fiel a sí mismo.
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