(359) A Pizarro le leyó la provisión un
escribano: “Después de haberlo oído, dijo que se les tuviese allí hasta que él
otra cosa mandase, e los dejó bajo la guardia de algunos de a caballo. Y de
esta suerte fueron detenidos Juan de Guzmán y el licenciado Castro”. Su
situación empeoró cuando Pizarro tuvo noticias de las andanzas de Rodrigo
Orgóñez: “Supo que Rodrigo Orgóñez había apresado y matado a algunos de sus hombres
(otro paso en la fatal escalada), y,
mandando que trajesen a Juan de Guzmán y al licenciado Castro, les fueron
echados grillos y cadenas”.
Para conocer los posibles movimientos
militares de los contrarios, Pizarro tomó sus precauciones: “Mandó a Lope
Martín y a Fabián González que fuesen con tres indios naturales de aquella
provincia para que mirasen los dos caminos que iban a salir a Guaitara, donde
tenía asentado su real Almagro, y que volviesen a darle aviso de todo ello,
para que él decidiese lo que convenía hacer. Se ofrecieron a hacer lo que les
mandaba, y partieron al cuarto del alba con los tres indios, dándose tanta
prisa que subieron hasta lo alto de de la sierra, que serían dos leguas de
camino, cuando amanecía. Después de ver que allí había gente de los enemigos, las
dificultades del camino y por dónde se les podía atacar, dieron la vuelta, y, a
todo correr, comenzaron a huir por el camino por el que habían venido para no
ser apresados por sus enemigos, que ya les habían oído y los perseguían, mas no
los pudieron alcanzar. Llegaron al valle de Lima y avisaron al Gobernador
Pizarro de que se podría ganar aquel paso, aunque con gran dificultad e con
muerte de alguna gente. Hernando Pizarro les dijo que no lo contasen en el
real, porque él pensaba prepararse ya para ir a ganar aquella posición”.
En el campo contrario, también reinaba el
nerviosismo: “Los de Almagro, como vieron que no volvían Juan de Guzmán y el
licenciado Castro, imaginaron que estaban presos. Rodrigo Orgóñez mandó a
Francisco de Chaves e a Salinas que tuviesen gran cuidado en guardar la parte
alta para que no la ganasen los enemigos, y él se fue adonde estaba asentado su
real”.
Sabio consejo, porque los de Pizarro lo
iban a intentar: “Después de traer Lope Martín y su compañero las noticias de
lo que habían visto de lo dificultoso
que sería ganar la cumbre de la sierra, Hernando
Pizarro y los demás capitanes le dijeron al Gobernador Pizarro que ya era
tiempo de mostrar a los de Chile cuán errados habían andado, y de castigarlos
por todo el atrevimiento que habían tenido, y que se debía ya mandar a la gente
que se preparara para irles a ganar lo alto de Guaitara. Respondioles el
Gobernador que se hiciese así, porque le contentaba mucho”. De manera, pues,
que, de mal en peor, llegamos al punto en el que la escalada militar va a ser
imparable. Estallará la batalla de las Salinas, en la que Almagro, hasta ahora
triunfador en los encontronazos anteriores y en su apoderamiento del Cuzco, lo
perderá todo, incluso la vida (tres años más tarde, lo pagará Pizarro con la
suya).
(Imagen) No vendrá mal familiarizarse con
los nombres de los principales protagonistas de las guerras civiles haciendo referencia
a hechos que veremos posteriormente. Tras haber adelantado que FRANCISCO DE
CHAVES murió asesinado junto a Francisco Pizarro en 1541, toco otro asunto
posterior a través de un expediente de PARES del año 1552. El escrito de la
imagen es la primera página, y cuenta lo siguiente: La viuda de Chaves, María
de Escobar, y su nuevo marido, Don Pedro Portocarrero, pleiteaban porque se les
había quitado una encomienda de indios. Él decía que tenía otras concedidas (en
el Cuzco) “por los muchos servicios que había hecho y hace”. Pero también se le
había dado otra encomienda (en Lima) a FRANCISCO DE CHAVES, “marido que fue de
la dicha María de Escobar, en la cual sucedió ella por no quedar hijo ninguno
del dicho su marido, y el licenciado Vaca de Castro, Gobernador de aquella
tierra, se la reconoció por nuevo título, y la tuvo pacíficamente ella y su
marido (Portocarrero) por mucho tiempo.
Y estando así, el licenciado Pedro de la Gasca, Presidente que fue de aquellas
tierras, Obispo que al presente es de Palencia, sin oírles, los despojó de la
encomienda de la dicha María de Escobar y se la entregó al Arzobispo de Lima,
Fray Jerónimo de Loaysa”. El gran Pedro de la Gasca no solo era un hombre muy
hábil y valiente, sino también justo. Es muy probable que, tras derrotar a
Gonzalo Pizarro, quisiera saldar viejas cuentas, y, aunque Chaves llevaba unos
diez años muerto, quizá viera en él pruebas de haber sido desleal a la Corona. Por
otra parte, no cabe duda de que la encomienda quedaba en buenas manos, las de
otro tipo excepcional, el arzobispo Loaysa.
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